Tengo una muñeca en el ropero
Dramaturgia: Maria Inés Falcioni / Dirección: Carlos de Urquiza / Intérprete : Julián Sierra / Diseño de vestuario: Endi Ruiz / Sala: Auditorio UPB, (Universidad Popular de Belgrano), Campo Salles 2145 / Funciones: sábados, a las 21 / Duración: 55 minutos
Nuestra opinión: muy buena
La afirmación "Tengo una muñeca en el ropero" no causaría ninguna sorpresa si la responsable del enunciado fuera una niña o una mujer remitiendo, tal vez, al ropero de su infancia. Sin embargo, quien lo enuncia es un muchacho. De más está decir que el tema no es la muñeca en cuestión sino la combinación entre la muñeca y el ropero. Una metáfora un tanto desplazada que remite, a su vez, a otra metáfora: "salir del closet".
Se trata de una propuesta para adolescentes, destinatarios casi nulos del teatro, que son interpelados desde un tema complejo y desde una perspectiva cuidadosa que tiende a construir empatía con los espectadores. Habrá que decir que la dupla María Inés Falconi y Carlos de Urquiza ya se había introducido en el terreno de los temas "complicados".
Julián, así se llama el protagonista, hará un recorrido por su biografía. Un recorrido bastante particular con detenciones en lugares específicos, con personajes particulares y con un objetivo claro: reconstruir el camino de su elección.
Que haya un solo actor en escena y que se multiplique en diversos personajes permite observar al personaje principal (de manera económica, pero nada sencilla) en actividades cotidianas y en diferentes situaciones.
La historia que se cuenta está relativamente cerrada ya que el que enuncia, desde su presente de joven adulto, no tiene dudas y su decisión ha sido tomada. Desde la dramaturgia se elige bien qué contar, qué no y cómo hacer el recorte de los acontecimientos. Lo que está puesto en primer plano, más que el descubrimiento de su sexualidad, es el hecho de revelarlo a sus seres queridos (la charla con el amigo es increíble y no hay que olvidar que Julián Sierra está solo en el escenario). Quedan exhibidos y saldados los prejuicios en escena.
Si al enmarcar el relato se pone el conflicto mayor en el pasado, las pequeñas intromisiones de un supuesto real, buscan borrar, estratégicamente, ciertas marcas de ficción. Un modo de hacer verosímil el relato como autobiografía: cuando el actor hace de sí y de su hermana, queda claro que es teatro pero cuando atiende por teléfono a la madre y le dice que está trabajando, que está terminando la función en el teatro, la perspectiva cambia. La puesta juega en esta oscilación porque lo que cuenta es ficción pero el propósito de la obra no es ficcional: busca la convivencia armoniosa en la diversidad. Y si el teatro aporta su granito de arena, contando historias, revolviendo roperos, divirtiendo y conmoviendo, entonces, todos podemos soñar con un mundo un poco más igualitario.