Teatro Picadero: la historia no oficial de un cierre inesperado
Con merecidos bombos y platillos, el 6 de septiembre último se reinauguró el teatro Picadero. El clima de euforia tenía sobrada razón de ser: fue allí donde surgió Teatro Abierto, la demostración cultural más fuerte contra la dictadura militar, y fue allí donde el 6 de agosto de 1981 estalló una bomba que intentó acallar esas voces de protesta.
Por eso, la reapertura no sólo fue acompañada por la comunidad teatral en su conjunto, sino que también estuvieron los legisladores porteños, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo y todos aquellos que convirtieron la sala del pasaje Enrique Santos Discépolo en un verdadero símbolo cultural.
Para ese momento de euforia, la cara visible del proyecto fue la de Hugo Midón, que oficiaba como director artístico, y tras él estaba Lázaro Droznes, propietario del inmueble.
"¿No representa un peso esa carga histórica?", le preguntó LA NACION a Midón en una nota publicada el 22 de junio que daba cuenta de la feliz reapertura. "Para mí, no (...). Nosotros seguiremos trabajando con continuidad y más allá del éxito esporádico. Si nos va bien, mejor; si nos va mal, seguimos", afirmaba el talentoso director de obras infantiles. Con ese envión, en el hermoso escenario llegaron a presentarse el grupo Cuatro Vientos, La Banda de la Risa y la actriz Virginia Innocenti, quien iniciaba su carrera como cantante.
Pero, en un episodio que todavía encierra muchos interrogantes, el 30 de septiembre el Picadero cerró sus puertas, agregándose al lamentable récord de salas perdidas.
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"No voy a hacer comentario alguno sobre el tema. En su momento diré lo que pasó", se limitó a decir Lázaro Droznes, el dueño del lugar, a LA NACION. Según había contado en una nota publicada antes de la reapertura, había alquilado el predio en 1986 y sólo en 1991 compró el inmueble. Desde ese momento, empezó a rondarle la idea de reabrir la sala. "Sabemos que no es un buen negocio, que no nos vamos a hacer millonarios. De cualquier forma, se trata de un sueño que compartimos con muchos otros", acotó. Pero por diversos motivos, ese sueño estalló en mil pedazos y muchas críticas apuntan hacia su mala gestión como empresario privado.
Roberto Bisogno, gerente de producción de la desaparecida sala, es uno de los que se hacen cargo de tal afirmación: "Este señor se embarcó en un proyecto para el cual no tenía dinero. Yo estuve trabajando desde enero para hacer la producción y dirección artística, junto a Hugo Midón, que por ese entonces formaba parte de la sociedad".
Habría que acotar que el creador de "La vuelta manzana" invirtió 40.000 pesos. "Pero el 11 de julio -apunta Midón- presenté la renuncia en buenos términos. Por empezar, no podía responder como director artístico; no era lo mío; y con respecto a los compromisos económicos, me di cuenta de que tampoco era algo que pudiera afrontar. De modo que me comprometí a estar vinculado sólo hasta la inauguración."
Así fue. La noche del 6 de septiembre, frente a todos, se subió al escenario para agradecer la presencia de tanta gente y hasta invitó a hacer un brindis en su calidad de director artístico. Claro que, en realidad, Midón ya había renunciado hacía tiempo a sus tareas y quien realmente desempeñaba ese rol era Bisogno, productor que desde hace tres años trabaja con Midón.
El 8 de septiembre, los matutinos nacionales daban cuenta de la feliz apertura. Esa mañana, Lázaro Droznes invitó a Bisogno a un almuerzo y, en medio de la comida, le confesó que se había quedado sin plata y que tenía una deuda de 150.000 pesos que no tenía cómo cubrir. "A partir de ahí fue todo una locura. Pero estaba claro que su voluntad era cerrar y no quedó otra que ir desprogramando la sala", cuenta el comensal, que se quedó con la comida atragantada. Como muchos de los que trabajan ahí, que no podían creer que un emprendimiento de este tipo estallara en mil pedazos.
Así fue como "El Pelele", el espectáculo de La Banda de la Risa, tuvo que buscar otra sala, y Virginia Innocenti se fue con sus canciones a otro teatro. Y si el Picadero reabrió con bombos y platillos, se fue silbando bajito. Hasta demasiado bajito, porque ninguna institución, asociación o grupo de teatristas expresó públicamente su voz de preocupación y alarma.
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"Ustedes (por LA NACION) son los primeros que me llaman. Yo estaba esperando que alguien publicara algo. La parte responsable lo que menos debe querer es cobertura de prensa. Ahora debe de estar pidiendo a gritos que nadie lo llame", apunta Bisogno, refiriéndose al dueño de la sala.
Según sostienen varias fuentes, el costo de la refacción se disparó a los 300.000 pesos, cifra no prevista en el presupuesto original. Para afrontar el desembolso, Droznes habría pedido un crédito de algo más de 200.000 pesos, por lo cual hipotecó el inmueble. Pero, según afirma el mismo Bisogno, buena parte de ese monto fue para cubrir deudas anteriores. Frente a ese panorama, habría comenzado a girar cheques sin fondos por un valor total de unos 150.000 pesos.
Ante el cierre, ciertos rumores indicaron que algunos empresarios privados se habían acercado a la sala. Uno de los nombres en danza fue el de Carlos Rottemberg, pero el dueño de varios teatros de Buenos Aires y Mar del Plata negó a LA NACION ese rumor. También se comentó que hubo contactos con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pero tanto en el despacho de Jorge Telerman, secretario de Cultura, como el del diputado Fernando Finvarb (presidente de la Comisión de Cultura y el que presidió un acto en recuerdo de Teatro Abierto en el Picadero) negaron dicha versión. "Es más, cuando me enteré del cierre -apuntó el diputado- me acerqué al teatro, pero no encontré a nadie."
-Seguramente tampoco vio la placa recordatoria que su comisión dejó para que el propietario la pusiera en la puerta.
-Tampoco. Pero según me informaron la iban a poner en el hall por temor a que se la robaran. Pero no pude comprobarlo, porque la sala estaba cerrada.
Los que trabajaron allí acotan que la placa nunca se puso. Hasta Bisogno y otra fuente en off apuntan más datos: "Droznes ya había mandado sacar otra placa conmemorativa".
Ahora no sólo faltan los bronces. El ex director artístico (el real) apunta que tampoco quedaron las sillas, las mesas, el equipo de sonido, el escenario y las luces, "porque los proveedores retiraron lo que habían entregado, ya que los cheques no tenían fondos. El Picadero es un ámbito despojado", afirma. Y con la desaparición de la sala, once personas quedaron sin trabajo.
Midón dice que todavía mantiene "algunos" contactos con Droznes. Bisogno es más contundente: "La última conversación que tuve con él fue para que me dijera cuándo iba a cobrar lo que me correspondía. Pero eso no es tan importante; lo más doloroso fue quedarnos sin la sala".
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"Queremos que el Picadero funcione mañana, tarde y noche", había dicho Midón. "Haremos dos actos de inauguración, uno para celebrar el pasado y otro para celebrar el futuro", había dicho Droznes.
Con el cierre del Picadero no se cumplió ni con el pasado ni con el futuro.
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