Teatro. Luciano Crispi, un actor al que hay que prestarle mucha atención
El intéprete de Lo que quieren las guachas y Menea para mí, de Cumbi Bustinza, reflexiona sobre los vínculos en el unipersonal Canción de carnaval
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Dicen que de noche la esencia artística fluye mejor, que las palabras adecuadas se forjan con la luz de las estrellas y que las almas danzan libres hasta el amanecer. Fue durante una madrugada que el actor Luciano Crispi tuvo una idea: “Una imagen. Dos personas que deseaban irse de un lugar –también de madrugada– se encontraban en un cruce de rutas y cuando se veían, el contacto mismo se desbordaba. Así fue que pensé que el desborde quizá también es amar”. Con esa premisa nació Canción de carnaval, unipersonal que encarna todos los sábados, a las 20, en el Teatro El Extranjero.
Lautaro, profesor universitario, viaja con rumbo desconocido e introduce al público en su historia de pareja con Amador, alumno suyo. Ambos lograron construir un amor que sólo quienes estén dispuestos a entregarse por entero lograrían comprender. ¿Hasta dónde se puede llegar cuando el amor es tan profundo y, a la vez, capaz de conducirnos al deseo de ser poseídos, de fusionarnos con el otro?
“Me interesaba trabajar con dos ejes específicos: una relación gay y un tema tabú que no develaremos. De la relación entre dos varones me gustaba la idea de ahondar en la potencia de la masculinidad. Es decir, muchas veces se relativiza la masculinidad por la atracción homosexual. Y eso deviene en una especie de seudo fragilidad que se asocia a lo masculino como rasgo y que finalmente afecta el concepto de género. Los instintos no responden directamente al género, que es una construcción social, por más asociaciones que se adjudiquen después. Y consecuentemente la fuerza está tipificada como heterosexual. Canción de carnaval propone más opciones, y que no pensemos tantos binarismos”.
Crispi se destacó como intérprete en las obras Menea para mí, Lo que quieren las guachas, Lorca/Dalí y muchas otras. “Las valoraciones éticas o morales se activan en segundo lugar, y creo que la subjetividad del deseo ajeno no se puede juzgar. Entonces, Lautaro y Amador se encuentran y allí hay un acto de amor, desde ya irracional. Le comenté la idea a Mariano Stolkiner, con quien teníamos ganas de trabajar juntos, y le interesó. Entonces me contacté con Ignacio Torres para que desarrolle la dramaturgia en base a la idea. Así se formó el equipo. Ambos se enamoraron del proyecto y lo completaron con sus cosmovisiones y arte. Cuando comenzamos los ensayos se sumó Sofia Rypka como coreógrafa primero, y co directora junto a Mariano, después”, agregó Luciano.
“Esta puesta es la posibilidad de reflexión sobre nuestras capacidades como personas; la aceptación de que en el plano vincular, y más específicamente en vínculos sexoafectivos, no todo está en nuestro control. Pero esa noción de poder relativo no hay que diseccionarla hacia el otro, sino a nosotros mismos. Quiero decir, lo que no está en total control es lo que sentimos. Las pasiones, las pulsiones, las energías viscerales, el rasgo animal. Amar quizá se trate de permitir que todo eso fluya con destino incierto. Pensar en cuales son, o no, los limites en cómo nos vinculamos. Me remite a cuánto aceptamos lo que sentimos y hasta padecemos. La idea de Canción de carnaval seguramente haya surgido de saberme más animal que pensante”.
La obra plantea un interrogante clave: ¿Qué pasa cuando nos entregamos del todo? ¿Cuál es el límite? “Cuando ponemos nuestros impulsos creativos en juego, y le damos espacio, seguramente allí se canalicen modos íntimos. Amar cerca del borde me seduce. Me cuesta pensar los vínculos sin entrega, los espacios que ocupamos, los roles que desarrollamos –confiesa Luciano, y continúa– por eso, la obra y su génesis tienen más que ver con el borde para con uno mismo. Y no desaparecer es esa línea que no deseo pasar por excesiva entrega. Lo complejo es que lo percibo como una frontera, un gradiente, un espacio progresivo donde puede ser que perdamos el registro de ir desapareciendo... todos los días un poco, diría León Gieco. Lo paradójico es que esa desaparición, esa entrega extrema, es propia. Hacia un otro, pero nos pulverizamos. Un profundo deseo, un motor irrefrenable, de amor, que se disfruta, pero podría tener una resultante dolorosa. Es difícil percibir ese corrimiento, porque el enamoramiento primero y el amor después, ocupan casi todos los espacios. Los internos, satisfaciendo necesidades y gozando en su sentido más primario, y los espacios externos con rutinas y modos compartidos”.
La última función de Canción de carnaval en la Argentina será el 8 de abril, posteriormente –y en consecuencia con la decisión de Crispi de emigrar– el objetivo es presentarla en España. Por tal motivo fue pensada desde su concepción misma para no estar sujeta a una escenografía o espacio en particular, por eso también el relato se centra netamente en la actuación, el cuerpo, y tres elementos funcionales: Una mochila, una heladera conservadora y un envase de plástico repleto de torta esponjosa y apetecible, incluso a la distancia.
“Lautaro está por emprender un viaje, se lleva todo lo que más ama consigo mismo. Y eso es lo que cabe en una mochila y una conservadora para subsistir, no mucho más. Creo que la obra habla sobre el despojo también. Los velos que se caen, las capas que se abren, lo justo y sobre todo necesario. Para dar lugar a lo inconmensurable. Cada elemento de los pocos que aparecen en la puesta en escena, son imprescindibles para Lautaro sin caer en literalidades. Es un viaje, un moverse de un lugar a otro: espacial, interno, emocional”, sostuvo Crispi.
La dramaturgia escénica está centrada en el personaje y su cuerpo, pero con un gran soporte de los demás signos escénicos. Hay mucho trabajo de precisión que propusieron los directores y eso permite un desarrollo detallado de cada momento de la obra. Hay un clima poético que contiene toda la escena desde la llegada del público hasta el apagón final, donde esa contención es gracias al cuidado lumínico y sonoro de la propuesta. Cada elemento que se ve o se escucha está en función de la experiencia teatral: ese momento de encuentro entre un artista y la platea, que van a compartir durante un breve periodo de tiempo una historia, sensaciones, emociones y por qué no, aquello que no decimos en palabras fundando un presente efímero.
Y Luciano Crispi narra ese encuentro y desencuentro a la vez. Va y viene por el escenario vacío, pero repleto de él. Incluso baila y desnuda su humanidad mientras traga las migas que componen esa historia, en medio de un atracón teatral digitado con certeza. La selección musical es de Mariano Stolkiner, quien quería utilizar cortinas que acompañen lo que no se dice con las palabras, que vibren en la energía por la que va pasando Lautaro. Así como va cambiando el personaje, va cambiando la música que complementa el relato potentemente.
Canción de carnaval es una obra que requiere una atención activa del público. El material se va asimilando gradualmente y nos invita a pensar en cosas de las que, posiblemente, creemos estar lejos. El equipo artístico que la lleva adelante semana a semana cuenta una gran historia de amor, con todas sus contradicciones, desafíos y desconocimientos.
“La hipótesis, como punto de partida, la seguimos descubriendo. Lautaro y Amador entendieron qué es el amor y cómo llevarlo a cabo desde sus miradas, ideas e instintos. El sentimiento amoroso es el puente, el canal bidireccional, entre esos dos ejes. Hago teatro para que cada persona del público se conmueva, hacia cualquier sensación o emoción, pero que atraviese la experiencia teatral, donde ingresa de una manera a la sala y se va de otra”.
“Que conocer la historia de Lautaro proponga interrogantes. No facilitamos respuestas porque no las tenemos. Este trabajo me propone seguir pensando en cuáles son mis formas, modos y energías de amar, y cómo me vinculo. Quizás, al público le suceda lo mismo. Porque hay tópicos que existen en el plano del secretismo, de la intimidad, que los define como tabú, pero que no son tan ajenos. Y, al mismo tiempo, aceptar nuestros impulsos nos lleva a una honestidad más armoniosa con nosotros mismos, y las personas. Espero que puedan vibrar algo del amor que Lautaro y Amador sintieron”, finalizó Luciano Crispi, presto a surcar ese horizonte que hace rato lo ve volar.
Para agendar
Canción de carnaval
Funciones: Sábados, a las 20. (Última el 8 de abril).
Teatro: El Extranjero, Valentín Gómez 3378.
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