Teatro. Los pasteleros, la obra que se realiza en un vestuario de club y que investiga los códigos de la masculinidad
Dirigida y protagonizada por Ricardo Tamburrano, comenzó en microteatro y de ahí saltó primero a los vestuarios de distintos clubes de barrio. Quedan funciones en un club de Paternal.
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El vestuario de un club puede ser un gran escenario para una obra de teatro. Ya había quedado claro con la experiencia que hace unos diez años llevó a cabo Juan Pablo Gómez con Un hueco, un hit del circuito alternativo. Y ahora lo ratifica Ricardo Tamburrano con Los pasteleros, que comenzó como una pieza corta para microteatro y después pasó por varios clubes de barrio hasta llegar al Complejo Polideportivo Las Malvinas de Argentinos Juniors, donde todavía quedan funciones de esta obra que su director define como “una indagación en torno a la masculinidad”. Tamburrano es también uno de los tres protagonistas –los otros dos son Yamil Chadad y Pablo Chao– de una historia marcada por los rígidos códigos que comparten tres amigos que juegan al fútbol en la liga amateur del sindicato de pasteleros. “La primera imagen que tuve de esta obra fue la de dos amigos que fueron expulsados de un partido y están juntos en un vestuario, una imagen desoladora –cuenta Tamburrano–. Encima quedan ahí solos y es todo muy incómodo porque hace un tiempo que no se hablan, por una discusión que tuvieron. Son dos tipos a los que claramente ya no les da para jugar al fútbol decentemente, siguen yendo porque para ellos es la descarga de la semana”.
Después de funcionar muy bien en su formato reducido para el microteatro, Los pasteleros saltó al Espacio Callejón con una versión de una duración más similar a las de las obras convencionales. Luego de hacer temporada en ese reducto clave del off porteño fue presentada en los vestuarios de los clubes Saber, en Parque Chas, y Estrella de Maldonado, en Palermo. “También la hicimos en las pensiones de las divisiones inferiores de Independiente y de Racing –agrega Tamburrano–. Y la verdad es que en esos lugares fue una fiesta. Porque claramente los pibes se identificaron mucho con lo que pasa en la obra”.
El ámbito del fútbol, y particularmente la intimidad de un vestuario, son territorios fértiles para una investigación de la masculinidad, sus patrones y sus taras, hoy cuestionadas como nunca antes. “Me interesaba trabajar sobre lo que no se dice, capturar esa solemnidad que aparece por todo lo que se pone en juego con tal de mantener el estatus de varón. Y también analizar cómo se justifica cualquier cosa con tal de sostener los códigos –señala el director y protagonista–. Lo que no se dice es muy importante porque queda atragantado y modifica los cuerpos. Cuando sale a la luz eso que está atragantado, suele hacerlo de una manera brutal e inesperada. Y eso generalmente también es gracioso, y por ende poético. Es una obra con cuerpos no hegemónicos que están muy expuestos. Las posibilidades expresivas de esos cuerpos son realmente muy singulares y colisionan con una mirada que está tan cercana como la del espectador que ve la obra en un vestuario. Más allá de todo lo que se dice en la obra, hay una imagen en particular de esos cuerpos tan expuestos que produce teatralidad”.
Los que se acerquen a estas funciones en el Polideportivo Las Malvinas del barrio La Paternal podrán disfrutar de una focaccia y un vaso de vino que se sirven gentilmente antes de la función. Todo el proyecto tiene ese espíritu artesanal que conocemos porque es el que hace poderoso al teatro independiente argentino: las ganas de defender una idea con convicción y perseverancia apelando al esfuerzo y a los recursos que haya a mano.
La relocalización de la obra no fue una simple ocurrencia, sino un cambio crucial que la potenció: “Lo que creamos nosotros sintoniza perfecto con esos lockers y bancos gastados, con los olores de un vestuario”, señala Tamburrano, cuya militancia teatral también tiene una expresión distinta, la del editor de una revista ya clásica, Llegás a Buenos Aires, la única dedicada íntegramente al teatro que hoy aparece con regularidad en la ciudad. “Empecé a finales de 2005 vendiendo para la revista, hoy estoy a cargo de los contenidos”, sintetiza. “En un lugar con un teatro independiente tan potente como Buenos Aires tiene lógica que exista una revista así, que promueva la actividad y tenga espacio para que las obras hagan difusión”, explica.
Llegás también organiza anualmente un festival de teatro que tiene espíritu independiente y está muy bien pensado: las obras son algunas de las que están en cartel en el momento del festival, seleccionadas especialmente por Tamburrano para la programación, pero la novedad es que la entrada es gratuita, un golazo en esta época de vacas flacas. “Este año pusimos el foco en las temáticas de género y el biodrama, la curaduría fue por ese lado –apunta Tamburrano–. Nos agrupamos con los elencos y con las salas, está hecho con mucho cariño y con seriedad. Todos los que estamos en Llegás somos hacedores de la cultura en Buenos Aires, entonces se nos ocurrió hacer
La vida de actor profesional también está incluida en la agenda de Tamburrano. Se lo vio en Casi feliz, la serie de Hernán Guerschuny protagonizada por Sebastián Wainraich, en otra serie producida por Pol-Ka, El jardín de bronce, en Té para seis, de Diego Kaplan, y actualmente está participando en los elencos de un par de series de las que no puede hablar por temas de confidencialidad de las plataformas que las producen. En todo caso, es un buen momento en términos laborales. “Con las plataformas se está abriendo todo un universo nuevo para actores y actrices –opina entusiasmado–. En televisión ya casi no hay ficción, así que estas producciones nuevas son una posibilidad concreta de trabajo. Es la primera vez en mi vida que firmo un contrato para hacer una serie, me pone feliz por la constancia y me alegra que le esté también a mucha otra gente”, revela antes de volver al lugar donde ha pasado más tiempo que en ningún otro, el del teatro alternativo, independiente, ese que bulle como la lava desde hace años en Buenos Aires y que no pudo desestabilizar ni siquiera la pandemia. “El fuego del teatro independiente no se va a apagar nunca –asegura Tamburrano–. Es algo distintivo de la Argentina, hay algo del orden de nuestro deseo. No resignamos ese deseo por nada del mundo. En la pandemia las cosas se resignificar, y hubo mucha fortaleza, mucho temple. Se armaron las clases por zoom, se agruparon los profesores de teatro independiente, se hicieron experiencias de teatro no presencial, hubo muchas cosas… Cerraron algunas salas, y eso es triste, pero la producción de obras se mantiene muy similar a la de antes de la pandemia y a nivel concurrencia de público las cosas van cada vez mejor”.
Para agendar
Los pasteleros. Dirección y dramaturgia: Ricardo Tamburrano. Elenco: Yamil Chadad, Pablo Chao, Ricardo Tamburrano. Domingos, a las 19, en Polideportivo Islas Malvinas, Tronador 41. Entrada: 1.500 pesos.
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