Teatro. Las mujeres que cosieron la bandera, protagonistas de una hábil comedia
Alfredo Allende puso en escena Damas bravas, una pieza de época sobre las mujeres y el Libertador
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A partir de un episodio real sucedido en la Nochebuena de 1816 como fue la confección de la bandera del Ejército de los Andes a pedido del jefe Gobernador, Damas bravas es una comedia de época escrita y dirigida por Alfredo Allende, que entre amoríos y celos, secretos, mentiras y traiciones, construye una trama de humor inteligente, irreverente y muy dinámico.
La independencia ya ha sido declarada y San Martín tiene todo listo en el Plumerillo, pero aún debe elegir a la única mujer que irá en la expedición. El Gran jefe decide llevar solamente a una, ya que los riesgos de la montaña son altos. Y entre las damas que cosen la bandera de los Andes, hay algunas interesadas en acompañarlo. Claro que sus deseos no son del todo nobles. San Martín es un héroe valiente, apuesto, inteligente y tiene poder. Demasiadas cosas para un solo hombre.
¿Cómo surgió la idea? “Me pareció muy teatral la reunión de diferentes mujeres durante una noche tan especial como es la Nochebuena. Remedios como primera dama de Mendoza, una dueña de casa de alcurnia y aficionada a la bebida, una viuda de un capitán chileno, una monja española y una criada mapuche, todas juntas dentro de una casona de época, a días de la partida del ejército. Es decir, a días de que Mendoza se quede sin hombres y se convierta en la ciudad de las mujeres”, cuenta Alfredo Allende, actor, dramaturgo, director y docente de teatro, egresado en Dramaturgia del Conservatorio Municipal, quien escribió y también dirige el texto especialmente para las cinco actrices de la compañía Síndrome De Eureka (Mirna Cabrera, Julia Nardozza, Flor Orce, Florencia Patiño y Florencia Pineda), un grupo que existe hace 10 años.
“Cuando vi el espectáculo anterior de ellas (A esta altura) me entusiasmó mucho lo que hacían en escena y me acerqué para ofrecerles escribir una obra a medida del grupo. Y así fue. Llevé la idea, les gustó y entonces escribí la obra completa, que luego tuvo muchos ajustes durante los ensayos, pandemia mediante… Ellas mismas se asignaron los cinco papeles que había en el texto. Estaban contentas de tener en mano un texto antes de empezar a ensayar, ya que venían trabajando en creaciones colectivas”, sigue Allende, que también es docente de guión y dramaturgia y ha realizado trabajos en teatro con Pompeyo Audivert, Lía Jelin, Gerardo Hochman, Toto Castiñeiras; y en TV, con Tato Bores, Lalo Mir, Jorge Guinzburg, entre otros.
Consultado sobre los dispositivos teatrales utilizados para llevar sus ideas humorísticas a escena, Allende apunta que la pieza se basa en cuatro ejes: el juego físico, la música en vivo (con canto y coreografías), el buen decir y el mejor y más loco vestuario posible.
“Buscamos que las actrices con sus personajes sean el centro del espectáculo saliendo a agitar el gran juego de la comedia. A partir de allí abordamos temas políticos, religiosos, románticos, sociales, históricos. Estas actrices, formadas en diversos campos como el clown, la acrobacia, los títeres, el canto, la danza, son realmente capaces de todo (es la devolución más insistente que solemos recibir). Gracias a todas esas técnicas que manejan, nos propusimos construir un gran dislate que a la vez llame a la reflexión y contenga miradas diversas. Y algo que es fundamental: que cada función sea una auténtica fiesta para las actrices y para cada espectador. Por suerte, la preciosa sala Tuñón se llena siempre”, sostiene el director.
La acción sucede en el salón principal de una casona colonial de la capital mendocina. La escenografía es simple y realizada con gran cuidado y rigor histórico, pero conservando el humor en sus detalles: un piano, un sillón, una mesita y un enorme cántaro lleno de vino, bebida local muy solicitada por las damas. La escenografía apuesta al vodevil, con los clásicos enredos de las comedias de puertas, entradas, salidas, equívocos y sorpresas. Y el piano es tocado en vivo, sin trucos. La monja castiza –la actriz María Julia Nardozza– se encarga de las teclas y las cinco actrices cantan una cueca, un villancico y una tonadilla española. Además, bailan un pericón y hacia el final también un ruidoso malambo. Hay apenas un sonido de viento grabado, un eco del zonda que cada tanto las envuelve y las arrulla, marcando un destino de soledad para las damas, en días previos a la partida de las tropas.
La historia transcurre durante una noche y se resuelve al alba, y el diseño de luces de Gustavo Lista conduce por ese viaje que confluye con elementos como un singular maquillaje, las infaltables velas y con los mil colores del vestuario, los pelucones y toda la comedia.
De esta manera, Damas bravas alude con humor y emoción a San Martín y a su mayor logro bélico desde una visión femenina, pero también da cuenta del hecho paradójico de emprender semejante campaña emancipadora sin advertir que la falta de libertad puede estar al alcance de la mano, dentro mismo de nuestros hogares.
PARA AGENDAR
Damas bravas. Escrita y dirigida por Alfredo Allende. Viernes, a las 20.30, en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Entradas, 1200 pesos (por Alternativa teatral). 2x1 con Club la Nación.
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