Teatro Abierto: un mito regresa al Picadero
"Las nuevas generaciones, seguramente, se apropiarán de él", augura Roberto Cossa
Uno de los acontecimientos más destacados dentro de la historia del teatro nacional contemporáneo es, sin duda, Teatro Abierto, el movimiento de resistencia cultural que en tiempos de la última dictadura militar reunió a autores, directores y actores.
Inaugurado el 28 de julio de 1981, en el Teatro Picadero, con un éxito de público inesperado, el ciclo incluía a 21 autores, otros tantos directores y aproximadamente 150 intérpretes.
Cualquier evocación de aquella gesta audaz debe registrar, para ser justa, los nombres propios que la sostuvieron, muchos de los cuales se constituyeron en lo mejor del teatro argentino del último cuarto del siglo pasado: entre ellos deben anotarse los de los autores Carlos Somigliana, Carlos Gorostiza, Eugenio Griffero, Elio Gandolfo, Aída Bortnik, Eduardo Pavlovsky y Osvaldo Dragún; y los de los directores Carlos Gandolfo, Alberto Ure, Luis Agustoni, Villanueva Cosse, Osvaldo Bonet, Alfredo Zemma y Francisco Javier, entre tantos otros.
La fuerte repercusión que obtuvo el ciclo llevó verdadera inquietud a los círculos más cercanos al régimen. En la madrugada del 6 de agosto, un atentado provocó un incendio que devoró la sala. El episodio no hizo sino fortalecer el estado de ánimo de la gente de teatro. Carlos Rottemberg cedió el Tabarís, de modo que el ciclo se trasladó a la calle Corrientes. Teatro Abierto se convirtió en un verdadero acontecimiento escénico, con infinidad de derivaciones sociales y políticas, que se prolongó hasta el 21 de septiembre de ese año. Se cumplieron, la semana pasada, 32 años de esa gesta.
Teatro Abierto vuelve a ser ahora eje de un proyecto que se llevará a cabo en el renovado Picadero. Sebastián Blutrach, su actual propietario, y Roberto Cossa, uno de los grandes protagonistas de aquel momento, reunieron esfuerzos junto a la Secretaría de Cultura de la Nación y la TV Pública. El resultado es un ciclo que movilizará a nuevos autores, actores y directores a la vez que rendirá homenaje a aquel acontecimiento.
"Cuando comencé a poner en valor el edificio del Picadero, Teatro Abierto se hizo presente", dice Blutrach. "Ese movimiento tiene casi un valor de mito para la comunidad teatral. Hablando un día con Tito Cossa, me propuso rendirle tributo. Pero no descubriendo una placa recordatoria. Quería traer ese movimiento en el tiempo y mantenerlo vivo."
Otra vez
En octubre se verán las primeras tres piezas del ciclo original. Pero, antes, acaba de lanzarse un concurso de obras teatrales (el reglamento puede verse en www.cultura.gob.ar/concursos), en el que se elegirán dieciocho textos que subirán a escena a partir de marzo. Y también está en proceso la creación de un espacio interactivo, que funcionará en el hall de El Picadero, que permitirá encontrarse con materiales fotográficos y audiovisuales que recuerdan las jornadas de Teatro Abierto 81.
"Es muy movilizador", dice Cossa. "En aquel tiempo vivíamos con mucho dolor. La dictadura era violenta, brutal y, fíjate, nosotros armábamos Teatro Abierto con alegría. Los autores queríamos escribir. Nos habían aislado, nos perseguían. Nuestras obras habían sido prohibidas en los teatros oficiales y eliminadas en los programas del Conservatorio Nacional. Queríamos demostrar que existíamos y eso se transformó, por la pura brutalidad del régimen, en un hecho de resistencia cultural notable. No hay año en que no reciba a investigadores de diferentes países del mundo que me consultan acerca de Teatro Abierto. Esa reivindicación, con el tiempo, fue cauterizando los dolores. Creí que el círculo se había cerrado. Pero, cuando Sebastián recuperó esta sala, sentí que Teatro Abierto estaba vivo. Y este proyecto nos permitirá revivirlo aún porque las nuevas generaciones, seguramente, se apropiarán de él".
Cuando se le señala que vuelven a reunirse creadores y empresarios para crear un hecho teatral, esta vez con la participación del Estado, Blutrach señala que desde hace algún tiempo las asociaciones que agrupan a empresarios, autores y actores, a quienes se sumaron algunos directores, vienen reuniéndose para impulsar la producción de obras de autores argentinos en salas de la calle Corrientes (ver aparte). "La Televisión Pública se sumó a este homenaje, junto con la Secretaría de Cultura. Es responsabilidad de quienes hacemos teatro ver cómo difundimos el teatro nacional y cómo fomentamos a los autores. En épocas de opresión eso resultaba muy difícil. El teatro había perdido cierta identidad nacional. Ahora, es necesario afirmarla."
Cossa es testigo privilegiado de ese momento histórico. "En aquella época, por el sólo hecho de ser un artista estabas sospechado", dice. "Por eso Teatro Abierto fue un fenómeno más político que teatral. En la película País cerrado, Teatro Abierto se ven las ovaciones del público después de cada función y eso aún hoy resulta conmovedor. El ciclo tenía sus desniveles artísticos, pero era bueno. Se trató de un fenómeno antifascista, de verdadera resistencia cultural. Cuando comenzaron los ensayos, invitamos a algunos amigos y las colas eran impresionantes. Los abonos se vendieron enseguida. La gente entendió que era una bocanada de aire. Cuando quemaron la sala, llegamos al Tabarís y el éxito se multiplicó. Hasta la prensa más pacata hablaba del atentado. Después surgieron Danza Abierta, Poesía Abierta, los pintores nos donaron cuadros para recuperar los gastos. Se prolongó el ciclo en el 82 y en el 83, y ahí terminó. Después vino el Teatrazo, impulsado por otros artistas que pretendieron instalarlo como una respuesta al imperialista, pero ya no fue lo mismo."
Volver al ruedo en el escenario y la TV
Tres obras del repertorio de Teatro Abierto, producidas por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, se presentarán en el escenario de El Picadero en octubre y noviembre próximos. Ellas serán: Gris de ausencia, de Roberto Cossa (dirigida por Agustín Alezzo) con Aldo Barbero, Pepe Novoa, Jorge Suárez, Adela Gleijer y Natalia Lifschitz; Decir sí, de Griselda Gambaro (dirigida por Ciro Zorzoli) con Mario Alarcón y Héctor Díaz; y Papá querido, de Aída Bortnik (dirigida por Javier Daulte) con Luciano Cáceres, Gloria Carrá, Julieta Vallina y Esteban Meloni.
La TV Pública, por su parte, presentará un ciclo de programas especiales, conducido por Darío Grandinetti, con trece de las obras que se estrenaron en 1981, adaptadas para TV. Durante la primera temporada y con dirección de Joaquín Bonet, Hugo Urquijo, Alfredo Zemma, Raúl Serrano y Pepe Cibrián, se podrán ver piezas como Mi obelisco y yo, de Osvaldo Dragún; Tercero incluido, de Eduardo Pavlovsky; El acompañamiento, de Carlos Gorostiza; Desconcierto, de Diana Raznovich; y La oca, de Carlos Pais, entre otras.
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