Teatro Abierto, un acto de resistencia
Se cumplieron 25 años del atentado
En diciembre de 1984, el dramaturgo Carlos Somigliana escribió en la revista del Teatro San Martín: "No es un secreto ahora -ni lo fue tampoco en su momento- que Teatro Abierto nació como una respuesta político-cultural a la prepotencia y el cosmopolitismo colonial que caracterizaron a los duros años del desgobierno militar". Así comenzaba ese texto escrito en los primeros meses de la democracia en el que el autor de "El avión negro" y "El nuevo mundo" alertaba sobre ciertas presiones minoritarias y clandestinas que atentaban contra el gobierno democrático. Contra esas presiones, el desaparecido Somigliana decía que las ediciones de Teatro Abierto debían sostener posturas pluralistas, enérgicas y pacíficas. "Yo no sé si todos los funcionarios del gobierno las agradecerán. Pero la democracia, sí."
A tantos años de aquel escrito hecho por uno de los integrantes de Teatro Abierto, y aunque los funcionarios de turno tengan varias deudas con los teatristas, anteayer el poder político de turno dio una clara señal de recuerdo y agradecimiento hacia aquellos artistas que en los momentos más difíciles de la historia reciente de nuestro país pusieron el cuerpo, la palabra y sus convicciones.
En un acto presidido por el vicepresidente Daniel Scioli se recordaron los 25 años de la realización de aquel acto de resistencia. Al Salón Azul del Congreso asistieron, entre otros, Cipe Lincovsky, Roberto Cossa, Jorge Rivera López, Osvaldo Bonet, Rubens Correa, Carlos Gorostiza y Gastón Brayer. Durante el emotivo encuentro también se proyectó el film "País cerrado, Teatro Abierto", de Arturo Balazza. En ese film se reconstruye aquel 6 de agosto de 1981 cuando una bomba hizo estallar el teatro El Picadero, sede del encuentro.
Esa noche se había presentado la obra "Tercero incluido", de Eduardo "Tato" Pavlovsky. Teatro Abierto fue una movida en la que 21 autores escribieron especialmente 21 obras que dirigieron unos 22 directores y en la que actuaron unos 150 intérpretes. La declaración de principios que se leyó el día de apertura decía: "Porque queremos demostrar la existencia y vitalidad del teatro argentino, tantas veces negada. Porque pretendemos ejercitar en forma adulta y responsable nuestro derecho a la libertad de opinión. Porque necesitamos encontrar nuevas formas de expresión que nos liberen de esquemas chatamente mercantilistas. Porque amamos dolorosamente a nuestro país y éste es el único homenaje que sabemos hacerle. Y porque por encima de todas las razones nos sentimos felices de estar juntos". ¿Demasiado para la época? Parece que sí.
Y aunque una bomba intentó acallar lo que estaba comenzando allí, el efecto fue el contrario. A partir de ese atentado, que no contó con víctimas fatales, Teatro Abierto se multiplicó, se proyectó, creció, se volvió incontenible. Si hasta en la conferencia de prensa que se realizó a las horas del incendio, que contó con adhesiones de Ernesto Sabato y Jorge Luis Borges, asistieron una cantidad de periodistas que sorprendieron a propios y ajenos. Y, claro, con los años, definitivamente quedó en la memoria colectiva como la expresión más importante generada desde el ámbito de la cultura contra la dictadura.
Al día siguiente de aquel atentado, Osvaldo "Chacho" Dragún, junto con Cossa, Luis Brandoni, Pepe Soriano y Rivera López, anunciaron la continuidad del ciclo y pidieron la reconstrucción del Picadero (un reclamo similar al que formuló Cossa en el acto de anteayer). El ciclo continuó en el Tabarís (espontáneamente se ofrecieron 17 salas) con un éxito de público que nadie imaginaba. Aquella primera edición de Teatro Abierto culminó el 21 de septiembre de 1981, en medio de un seguro festejo de la primavera. Aquel día, Alfredo Alcón leyó un poema de Raúl González Tuñón. Aquel día, como cada vez que se presentó cada una de las obras, la libertad ganaba terreno, el festejo ganaba terreno. Y pasó a la historia, pasó al recuerdo como un punto de reflexión obligado.
Luego vinieron otras ediciones de Teatro Abierto, pero, como suele ocurrir con tantos hechos, ninguna pudo superar el efecto que tuvo aquella de la cual se cumplen 25 años. Es cierto que Teatro Abierto no dejó un legado importante en términos artísticos. Mientras se realizó la primera edición y sus sucesivas, la renovación del lenguaje escénico se estaba gestando en otros sitios hasta explotar en el Parakultural. Pero la significación política de Teatro Abierto fue fundamental y quizá no admita comparación con otros acontecimientos posteriores. "La dramaturgia que recorrió Teatro Abierto fue un amplísimo abanico de metáforas contra la barbarie, contra la dictadura, contra la pérdida de nuestra identidad, contra la intolerancia, contra la pérdida de nuestros derechos más elementalmente humanos", apuntó recientemente el director Hugo Urquijo.
Carlos Carella, Mirta Busnelli, Ulises Dumont y Pepe Novoa también levantaron sus voces. Y Gastón Breyer y Rodolfo Mederos y Lito Vitale y Ricardo Halac y Griselda Gambaro y Francisco Javier. Y la gente, claro. Aquella que llenaba las funciones. Aquella que, como decía la proclama que leyó Jorge Rivera López, por encima de todas las razones se sentía feliz de estar junta en épocas tan oscuras.
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