La pandemia sacudió al sector; recién a partir de octubre, en contra de todos los registros históricos, se produjo el mayor movimiento teatral aunque las cifras distan mucho de lo que sucedía en 2019
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En un año definido por la lógica de lo extraordinario, tal vez las mejores fotos de 2021 hayan sido las que se sacaron en el reciente lanzamiento de la temporada de verano con artistas y productores apostando al futuro inmediato. Suena paradójico que en una nota de balance de 2021 se haga eje en algo que está por suceder, pero tiene su explicación. Por un lado, hay datos concretos que permiten imaginar una temporada teatral de verano exitosa tanto en Buenos Aires como en Mar del Plata y Villa Carlos Paz. Lo cual, permitiría poner en funcionamiento una maquinaria que viene de atravesar, y sigue atravesando, un momento crítico del cual no se tiene registro histórico. Pero es necesario destacar que el imaginario de una buena temporada es el resultado de una complejísima construcción plagada de demandas y acuerdos que se fue tejiendo día a día del año entre artistas, productores, sanitaristas, funcionarios, gestores, técnicos en ventilación y todos los actores que forman parte de este vital entramado. Y hay que sumar otra pieza fundamental de todo esto: el público que fue recuperando la confianza para volver a las grandes o pequeñas salas. Cada de uno de esos pasos dados en estos meses, durante los cuales en algún momento hubo que volver al casillero de partida, fueron las mejores fotos que ha dejado este año atravesado, definido e intervenido radicalmente por la pandemia y sus consecuencias en la producción, creación y consumo escénico.
En plan de revisar fotos y la película completa de estos 12 meses, habría que recordar que la temporada del verano pasado en la Costa Atlántica tuvo, apenas, un signo casi simbólico. Algunos espectáculos programado en Mar del Plata duraron pocos días en cartel. Otros, como El equilibrista, el elogiado unipersonal de Mauricio Dayub, fue uno de los pocos que logró surfear esa temporada de aguas tan turbulentas en las que se trabajaba con un aforo del 30 por ciento en la provincia y que comenzó con restricciones de horarios nocturnos que hizo más complejo lo que ya venía siendo complicado desde que en noviembre del año pasado el público había podido volver a las salas. En Villa Carlos Paz, la otra capital del teatro de verano, la cosa funcionó un tanto mejor ya que allí se podía trabajar con una ocupación del 50 por ciento. De hecho, Fátima es camaleónica se dio el lujo de hacer tres funciones en un mismo día (algo que hubiera sido de ciencia ficción en Mar del Plata). En Buenos Aires, tuvo lugar el FIBA, que pasó un tanto inadvertido, y se estrenó Brujas, con Thelma Biral, Nora Cárpena, Moria Casán, María Leal y Sandra Mihanovich. “Somos todas señoras del grupo de riesgo y nos subimos al escenario para hacer la resistencia”, dijeron a LA NACION en el momento del debut. Como sucedió hace 30 años cuando se estrenó, “las brujas” volvieron a tutearse con el aplauso del público. Otro de los grandes reestrenos fue Art, de Jasmina Reza, ahora con Ricardo Darín y Germán Palacios en la dirección, y con Pablo Echarri, Fernán Mirás y Mike Amigorena sobre el escenario. Tuvieron una exitosa temporada en el Multitabarís.
En este cuadro de situación tan cambiante, en abril, según la ejercitada memoria del productor Carlos Rottemberg, se llegó al 20 por ciento de butacas ocupadas. Aunque suene extraño, fue motivo de festejo. Tiene su explicación: en noviembre, cuando había vuelto el público a las salas, apenas se había llegado al 6 por ciento de espectadores en las salas comerciales. Pero el festejo duró poco. El aumento de contagios hizo que se produjera un nuevo cierre de la actividad. El fin de semana de ese decreto se iba a estrenar Dos locas de remate, con Soledad Silveyra y Verónica Llinás, uno de los títulos más esperados. En este Juego de la oca permanente, mientras ambas actrices debieron ponerse en “modo pausa” otros creadores escénicos volvieron a subir contenidos a la Red cuando ese tipo de consumo cultural ya mostraba señales de agotamiento.
Con la actividad reanudada, la obra de estas dos actrices de carreras tan diversas se convirtió en otro de los éxitos de la temporada. En el teatro Astral el clima de fiesta daba señales muy claras de volver a expandirse, de generar los mejores contagios. Hasta ese momento, la cartelera, mayoritariamente, venía apostando a las reposiciones y a los clásicos de clásicos. En ese abanico tan diverso, a Brujas habría que sumarle Toc Toc, la efectiva comedia dirigida por Lía Jelín; y Casi normales, el dramón musical que rompió todos los récords y que pronto vuelve a Mar del Plata con elenco renovado. En otras salas del circuito, a lo largo del año se repusieron Los bonobos, Desnudos, Una semana nada más, Lo escucho y Sex, viví tu experiencia. Todas ellas fueron también las preferidas de ese público que fue recuperando el rito social y cultural de volver a las salas.
En medio de esta sucesión de fotos, se produjeron algunos datos llamativos. Aunque el espectáculo de Roberto Moldavsky tuvo el promedio de precio de entradas más caro dentro de los datos que maneja la cámara de productores, durante varias semanas fue la propuesta con mayor cantidad de espectadores. Desde la perspectiva del tiempo pandémico, El acompañamiento, con Luis Brandoni y David di Nápoli, se convirtió en el espectáculo de mayor duración desde que volvió la actividad teatral aquel histórico viernes 13 de noviembre del año pasado. En octubre, cuando las salas pudieron trabajar con la capacidad total, Cecilia Ce / Beer and Sex Night, a cargo de la sexóloga, fue la primera obra comercial con sala llena luego de más de 18 meses. Ese mismo mes vino un fin de semana XXL. Como había anticipado Carlos Rottemberg a LA NACION fue el mejor fin de semana del año, porque se podía trabajar con la capacidad total, pero el último, ya que los grandes títulos de la avenida Corrientes preparan sus valijas para Mar del Plata. El año cerró con el premio máximo del Konex a Marilú Marini como la mejor artista de la década. “El arte y el amor son las dos únicas fuerzas que no permitirán cambiar la realidad”, dijo la exquisita actriz y directora. Y habría que sumar una última foto con cifras y porcentajes: según números de Aadet, la cámara que congrega al circuito comercial, durante octubre y noviembre hubo un 28 por ciento menos de funciones y de público que en el mismo bimestre de 2019 (o sea, de aquella vieja normalidad).
Panorámica: más del Obelisco y de la General Paz
Así como en el circuito comercial las cifras de aquella realidad pre-pandémica no aplicaron para este año tan atípico, lo mismo sucedió en el circuito alternativo. El año comenzó con la lenta y traumática reapertura de salas apelando a títulos ya estrenados y recién el mes pasado como el actual se produjo un fuerte incremento en espectáculos. A partir del segundo semestre llegaron los estrenos de obras dirigidas por Corina Fiorillo, Javier Daulte, Daniel Veronese, Federico Fontán, Martín Flores Cárdenas o Alejandro Casavalle, entre otros reconocidos creadores.
Alejandra Carpinetti, vicepresidenta de Artei, entidad que nuclea a unas 100 salas alternativas porteñas, saca a relucir su propio álbum de fotos. “Tanto 2020 como 2021 fueron un gran bloque negro muy complejo –comenta a LA NACION–. La reapertura de salas fue y es muy paulatina, pero el cierre del año parece más luminoso de lo que imaginaba hace unos pocos meses. En perspectiva, destaco las ayudas específicas implementadas por el Instituto Nacional del Teatro (INT), que pusieron de manifiesto que hay políticas públicas que deberían quedar en la agenda más allá del contexto pandémico. La pregunta sin respuesta todavía es cuánto tiempo pasará hasta que las salas del sector vuelvan a tener el movimiento que tenían”.
Antes, un esquema de producción y creación desmembrado, partido; a la gestora de la sala La Carpintería le preocupa la falta de proyectos en ensayo que deberían ser vitales para 2022. Y otro ejemplo, con cifras y porcentajes: según estadística elaborada por el equipo del sitio web Alternativa, en este año hubo un poco más de 542.000 entradas vendidas en ese circuito al que se le suman algunas obras de la escena pública. En comparación al año pasado, implica un aumento de casi el 90 por ciento; pero al trazar la comparativa con 2019, la trillada vieja normalidad, la cifra total descendió un 61 por ciento.
El zafarrancho de 2021 también deja sus secuelas en la escena pública porteña. La extraña neológica de la temporada actual produjo desfases de todo tipo. De hecho, tanto el Teatro Nacional Cervantes como el Complejo Teatral de Buenos Aires (CTBA), las dos grandes fábricas de producción pública de la ciudad, tienen pendientes varias propuestas que deberían haberse estrenado el año pasado. Por su parte, el Cultural San Martín, que antes de la pandemia venía apostando fuertemente a la actividad escénica, su oferta decayó notablemente.
En tiempos de pandemia, el Cervantes, que depende del Gobierno central, tomó la delantera en pensar proyectos escénicos llevados al formato audiovisual. Lo cual, más allá de su aporte artístico, permitió generar trabajo aun en mejores condiciones salariales al ciclo de similares características que organizó el CTBA, que depende del Gobierno porteño. Algunos de esos proyectos se estrenaron este año. En septiembre, el Cervantes festejó su Centenario. Como es de imaginar, no fue como lo habían imaginado Rubén D’Audia, director general de la sala, y Sebastián Blutrach, encargado de contenidos y producción. Un mes después, el Cervantes recién pudo presentar su primer, y único, estreno en su sala. Fue La comedia es peligrosa, el texto de Gonzalo Demaría con dirección de Ciro Zorzoli que será parte del temporada de verano en Mar del Plata. A las pocas semanas, como sucede en la efectiva comedia de enredos escrita por Demaría con puertas que se abren y se cierran, el director general del Cervantes renunció. Desde el mes pasado, la gestora santafesina Gladis Contreras ocupa el cargo. A las pocas semanas, fue Blutrach el que presentó su renuncia al ministro de Cultura de la Nación que se hará efectiva a fin de año. El festejo dio paso a la incertidumbre.
El CTBA fue el primer teatro público porteño en volver a la actividad presencial apelando a reposiciones y, con el tiempo, a una serie de estrenos (Las cautivas, de Mariano Tenconi Blanco, fue una de las propuestas más destacadas). En estos 12 meses, aportó una de las fotos del año: sumó al Cine/teatro El Plata a su red de espacios. De esta manera, la histórica sala de Mataderos que desde hace 14 años los vecinos venían reclamando su puesta en funcionamiento volvió a la actividad. Mientras tanto, el Teatro Presidente Alvear, otras de las salas del Complejo, sigue cerrada desde mayo de 2014.
Aunque para el circuito teatral el tiempo pandémico implicó enfrentarse con una crisis desconocida que dañó fuertemente el entramado de gestión y de creación artística, contra todo pronóstico se abrieron nuevos espacios. Sucedió en Almagro, con el Complejo Teatral Ítaca o la nueva sede de Rosetti; pero también en el interior del país, como la hermosa sala TKQ, de Santa Rosa, La Pampa; o Red Mote, en Tilcara, Jujuy (en estos dos casos, gracias a subsidios del INT). La sala TKQ fue una de las sedes de la Fiesta Nacional del Teatro, que organizó el Instituto, organismo que fue clave para el sector independiente de todo el país. Aquel encuentro teatral fue, en términos institucionales, el primer festival a gran escala después de casi dos años. Fue, decididamente, fiesta en un territorio patagónico de permanentes vientos cruzados. En definitiva, lo mismo que tuvo que enfrentar la actividad teatral a lo largo de un año que termina con una brisa fresca que hace imaginar, desear las mejores fotos.
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