Teatralidades. Patricia Zangaro indaga en un encuentro ficcional entre Griselda Gambaro y José Sanchis Sinisterra
Transoceánicas marca el regreso de la gran dramaturga a los escenarios porteños y, en charla con LA NACION, reflexiona sobre su trabajo, la evolución de la escena porteña y los puntos en común entre estos dos grandes autores de España y la Argentina
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Es una de las voces femeninas más destacadas del teatro argentino. Inició su carrera durante la década del 80 y, desde entonces, no ha dejado de producir unas textualidades en las que su estilo parecería modificarse pero que, en verdad, siempre está ligado a una necesidad de recuperar ciertas cuestiones que hacen a la tradición de nuestra escena. Patricia Zangaro, autora de piezas emblemáticas como Pascua rea, Hoy debuta la finada y Auto de fe, entre bambalinas, estrenó su pieza Tango, en 2016, y luego no dio a conocer nuevos materiales.
Ella misma aclara que nunca dejó de producir aunque sus piezas no subieran a escena en los circuitos de producción más destacados de la ciudad. Y una buena señal de ello es que hoy, en el Celcit, dará a conocer Transoceánicas, una obra que escribió durante la pandemia y que posee un rasgo muy singular. Su texto cruza el pensamiento y la creación de figuras muy reconocidas en el teatro nacional y el español, Griselda Gambaro y José Sanchis Sinisterra. Dos creadores que han resultado un faro indispensable para varias generaciones de autores, tanto de España como de Argentina.
Bajo la dirección de Carlos Ianni el espectáculo está interpretado por Ana María Castel, Guido D’Albo, Teresita Galimany y José María López.
–¿Cómo surgió la idea de trabajar a partir de estos autores?
–La idea no fue mía porque no lo hubiera soñado. Además de la admiración y el respeto que siento por ambos me une a ellos una gran amistad que tiene más de treinta años. Fue una idea de Leticia Pascual, una actriz argentina que reside en Madrid y que trabaja junto a José Sanchis. Ella interpretó mi obra Tango, que dirigió José en 2018. Ahí nos conocimos. José siempre estuvo interesado en la obra de Griselda Gambaro, sorprendido por la audacia poética y por la ambición formal, innovadora y original de su teatro y ahora está empeñado en difundir su obra, incluso está haciendo seminarios porque considera que Griselda no es debidamente conocida en España. Un día me llamó Leticia y me contó que lo habían pensado, que lo habían hablado con José. La idea era hacer una especie de cruce entre ambos teatros y me propuso hacerme cargo de la dramaturgia. La propuesta me honró pero también me asustó mucho.
–¿Por qué?, ambos dramaturgos son muy afines a tu creación.
–Porque al teatro de Griselda lo tengo muy frecuentado así que en el caso de ella traté de elegir las obras menos representadas y que reflejaran distintas etapas de la deriva de Griselda. Sobre todo las dos primeras, Viaje de invierno que es de sus primeros años, del 65, y por cierto muy novedosa porque utiliza el recurso del grabador que muy poco antes había usado Samuel Beckett en La cinta de Krap e Información para extranjeros que es de los años 70, esas obras anticipatorias de lo que vino después es del 71 y no fue estrenada en Buenos Aires. Se estrenó en México. Y también es sumamente novedosa porque plantea, en aquel momento, lo que ahora se llama el site specífic theatre, el teatro como instalación en un lugar específico que tiene que ver con la propuesta. Y en este caso aparece un guía que va llevando al público a lo largo de una serie de habitaciones de una casa donde, en cada una de ellas, aparecen escenas monstruosas. Pero el los conduce como si fuera un guía turístico. Es una obra que a mí siempre me fascinó. Y después aparecieron Penas sin importancia que es de los años 90 y Querido Ibsen, soy Nora, que escribe en los 2000.
–¿Cuáles son los materiales que elegís en el caso de Sinisterra?
–Le pregunté a él y me propuso que tomara lo que él llama su teatralidad menor que está publicada en un tomo. Una serie de textos breves, muy breves algunos. Él hace un juego de palabras y los llama textículos. Son reflexiones, puestas en habla sobre la escritura, sobre el fenómeno teatral. Aparecen reflexiones sobre la cuestión del autor, el público, el personaje, el espacio. Tomé textos de esa teatralidad menor y hubo uno que es Dos exilios que es de Terror y miseria del primer franquismo porque él propuso ese texto para dialogar con el teatro de Griselda que reflexiona sobre la violencia política. Ese fue un primer trabajo. Seleccionar qué de una obra tan vasta y tan importante. Y a partir de eso me aparecieron dos personajes que son Él y Ella, dos dramaturgos ancianos que de alguna manera son José y Griselda pero a su vez son construcciones ficcionales. Cuando encontré la voz de ellos empecé a perder el miedo que no es la mejor forma de entrar a un proceso creativo. Entré en un viaje muy placentero escuchando esas voces que tenía en el oído y se armó este juego de espejos. El espejo entre el teatro y la vida, la escena y el público, quien mira y quien es mirado, espejo entre Argentina y España, a través del océano.
–Desde 2016 que no das a conocer un nuevo texto. ¿Qué sucedió en ese tiempo?
–En realidad hace bastante que no estreno en Buenos Aires, dentro de lo que es el circuito de producción formal, tanto sea estatal, comercial o el off. He tenido estrenos más periféricos y creo que tiene que ver con muchas cosas. El hecho de no estrenar dentro de ese sistema formal no significa que no esté produciendo. De hecho tengo mucho material como para hacer un tomo. Me publican constantemente en antologías en España, en los Estados Unidos pero creo que tiene que ver con una deriva personal de muchas dificultades familiares y con mi dedicación a la docencia. Estuve diez años al frente de la maestría en dramaturgia de la UNA. Eso hizo que pusiera una energía muy grande en la formación de dramaturgos y dramaturgas.
–El trabajo de Gambaro ha sido muy definitorio en la labor de otras autoras y también a la hora de ocupar un espacio importante dentro de la historia del teatro nacional.
–Griselda es un faro para mí, en todo sentido. El vínculo está muy contaminado por lo afectivo porque tenemos una amistad enorme. Ella me dice, “vos sos mi hija”, imaginate. La he admirado siempre por el rigor de su producción, su continuidad a lo largo del tiempo, su audacia poética, su ambición, siempre buscando nuevas formas, siendo original, su mirada lúcida, su compromiso ético, social. Significó mucho para las mujeres esta dramaturga que por primera vez pobló la escena de voces femeninas. Y para mi sigue siendo un ejemplo en todos los sentidos, como dramaturga, como mujer, como ciudadana, como amiga. En Griselda se manifiesta lo femenino, esa noción del cuidado. Ella tiene una relación con la vida, no solo con su familia, sus amigos, su jardín, con las plantas, con sus animales, tiene el cuidado de la vida que tiene tanto que ver con la energía femenina.
–José Sanchis Sinisterra también ha sido un autor que ha marcado cierta huella en la producción de varios autores argentinos que se formaron con él en España. ¿Cómo te relacionaste con él?
–Es así, lo considero un maestro a José. Me formé con Mauricio Kartun, como tantos y tantas pero después lo conocí a José en 1992, cuando se hizo un seminario para dramaturgos y dramaturgas de todo el continente, en Cuba, en lo que era la Escuela de Teatro para América latina y el Caribe que dirigía Osvaldo Dragún. Yo estaba en la Fundación Somigliana y entonces apareció esta propuesta en la que convocaban a un dramaturgo joven para tomar este seminario en La Habana con Sanchis Sinisterra y la Fundación decidió que fuera y así lo conocí. Y me deslumbró porque es un gran pedagogo y un investigador. Es un hombre que piensa el teatro constantemente y también es un faro para mi su pensamiento porque es alguien que tiene una formación integral. Él puede interconectar disciplinas del psicoanálisis a la filosofía, de la filosofía a la lingüística. Es como un hombre del Renacimiento y además con un espíritu matemático, físico, porque trata de capturar y sistematizar la escritura teatral a través de ejercicios, fórmulas. Es incansable y tiene una energía muy distinta de la de Griselda porque es como la energía de la acción constante, de la búsqueda, del pensamiento racional, entonces se complementan muy bien.
–¿En la obra aparecen datos biográficos de estos creadores?
–Hay muchos rastros biográficos porque yo tuve muchas reuniones con él a través de zoom por cuestiones de la distancia, la pandemia. Yo le hacía preguntas y tomaba notas y después le mandé la obra. Y me dijo: “pero yo no sabía que cuando hablábamos tu eras del interpol”. Hay muchas cosas que son del orden de lo biográfico pero no quise que los personajes se llamaran Griselda y José porque ellos tampoco hubieran querido. La obra habla del teatro. Aparecen rastros biográficos pero son más que eso. Son dos artistas, dos teatristas que ya a la vuelta del camino de la vida reflexionan sobre el teatro y sobre su importancia.
–¿Cómo influyó la pandemia en la escritura, un momento en el que los teatros estaban cerrados?
–Fue un tiempo muy particular. En algún momento pensamos que nunca íbamos a poder volver a una sala. El teatro pasó a ocupar un lugar de necesidad y de falta, realmente sentimos su falta. Para mí, se redimensionó el valor del teatro como rito comunitario, ese rito que practica la humanidad desde hace milenios y que ninguna tecnología podrá reemplazar. Siento que para mi el teatro es el único horizonte de sentido en un mundo donde ahora reina la incertidumbre y desde esa pasión por el teatro que es algo que yo les admiro a Griselda y a José, esa pasión incandescente por el teatro, es que está escrito este material. Es un modesto homenaje al teatro.
–Comenzaste tu camino en la dramaturgia en los años 80 y siguiendo la evolución de tus obras pueden observarse muchos cambios.
–Fue un momento raro para comenzar porque el teatro que se hegemonizaba entonces era el teatro de imagen. Era un teatro muy refractario a la presencia del texto. Después resurgió en los 90 con el grupo Carajaji. Desde otra perspectiva resurgió el lugar del texto dramático pero fue una época un poco complicada para elegir ser dramaturga. Yo agradezco al teatro todo el tiempo. A mí me salvó porque es lo que le da sentido a mi vida. Es el único lugar que conserva algo de lo sagrado que es necesario para la condición humana. No podemos y, menos ahora con toda la decadencia de la civilización, quedarnos solos. Y el teatro es ese lugar. He tenido momentos de mucha gratificación como cuando se estrenó Auto de fe, entre bambalinas en el Cervantes, momentos más difíciles, momentos de vacío. Yo me los respeto porque siento que hay momentos de silencio. Siempre le digo a mis alumnos valoricen no solo la palabra, valoricen el silencio porque él es el que nos hace valorizar la capacidad de la palabra y el silencio también es importante para volver sobre tus pasos, reflexionar, alimentarte desde lecturas, investigaciones y por supuesto siempre en contacto con lo que se escribe alrededor. Porque eso también me propone desafíos. De esa manera mi teatro fue cambiando mucho.
Para agendar
Transoceánicas
Dirección: Carlos Ianni
Celcit, Moreno 431
Sábados, a las 19
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