Te quiero, sos perfecto, cambiá: Divertidas viñetas musicales de parejas
LA NACIONMónica Berman
TE QUIERO, SOS PERFECTO, CAMBIÁ. Libro y letras: Joe DiPietro. Música: Jimmy Rogers. Dirección: Ricky Pashkus. Dirección musical: Gaspar Scabuzzo. Intérpretes: Laura Oliva, Flor Otero, Roberto Peloni, Agustín Sullivan. Teatro: Astral. Funciones: miércoles y jueves, a las 21; sábados, a las 20. Nuestra opinión: MUY BUENA.
El Astral luce de manera diferente, una fila ordenada conduce a una declaración jurada, luego vendrán la toma de temperatura y el alcohol, requisitos para entrar. En la sala todo está organizado para el cuidado: filas de butacas anuladas. Hay expectativa y los aplausos suenan antes del comienzo de la función; se festeja el estreno. Te quiero, sos perfecto, cambiá es un musical que Ricky Pashkus conoce definitivamente bien y aprovecha ese conocimiento de manera notable (es la tercera versión que dirige).
La dramaturgia simple, básica, propone una serie de situaciones de pareja y familiares, los planteos presuponen hombre y mujer, siempre en un marco heteronormativo. Ahí aparecen primeras citas, conquistas varias, cierres o aperturas matrimoniales, transformaciones con los hijos, levante en un velatorio... en fin, para todos los gustos.
Para que la obra funcione, como efectivamente sucede, se dispara un mecanismo de relojería en el que cada uno de los intérpretes construye un personaje que deviene otro en la escena siguiente de una manera formidable: Laura Oliva, Flor Otero, Roberto Peloni y Agustín Sullivan invitan a un muestrario antológico de múltiples modos de actuación. Como de un musical se trata hay que dar cuenta de la adaptación de canciones a cargo de Gonzalo Demaría y del pulso que sostienen, musicalmente hablando, Gaspar Scabuzzo (piano) y Valeria Matsuda (violín).
La serie de secuencias autónomas se constituye como tal gracias a los quiebres y las continuidades que propone Marcelo Cuervo con la iluminación; los colores, además, subrayan el carácter lúdico del proceso. Alejandra Robotti, responsable del vestuario, hace magia para las transformaciones de los personajes.
Por Mónica Berman
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