Tab Hunter, un precursor
Con notoriedad variable según las épocas, Tab Hunter ha vivido del espectáculo durante más de medio siglo. Nunca demostró ser un actor excepcionalmente talentoso, pero una sonrisa agradable y buena musculatura le permitieron aparecer en cincuenta películas, con directores que se leen como alguna antigua lista de favoritos de Cahiers du Cinéma -Losey, Wellman, Walsh, Rossen, Huston- y figurar en numerosos capítulos de series televisivas.
Sin estar capacitado, también hizo teatro en Broadway -las tres funciones a que se redujo la temporada de "El tren lechero ya no para más aquí", de Tennessee Williams, que acabó con la carrera de Tallullah Bankhead- y, aunque cantar tampoco era lo suyo, conoció un período como estrella de la canción que duró algunos hits más de lo esperado.
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Cerca de los setenta y cinco años, siempre sonriente y todavía parecido a sus fotos de los tiempos de Eisenhower, Hunter acaba de publicar una autobiografía titulada "Confidential", en alusión a la revista especializada en escándalos que más lo perseguía cuando era joven, amenazando con revelar los mismos secretos sobre su sexualidad que finalmente se decidió a contar en el volumen que ahora anda firmando por librerías del interior de los Estados Unidos.
A ese anecdotario que ya no sorprende se reduce el interés de la obra, a las peripecias de un ídolo con mucho que ocultar, pero sin habilidad para hacerlo, a James Dean, Rock Hudson, Anthony Perkins y demás amigos del placard que no vivieron para escribir sus memorias y a la hipocresía del viejo Hollywood, comentada sin rencor e ilustrada con muchísimas instantáneas.
La falsa ingenuidad con que "Confidential" está redactado -por Eddie Muller, una autoridad en cine policial clásico- compensa con humor la falta de grandes revelaciones y vuelve apropiadamente irónico el capítulo donde narra la transformación de Tab Hunter, que no sabía cantar y entraba en pánico cuando tenía que hacerlo en vivo, en una estrella del disco.
Fue idea del sello Dot, que cuando todavía la música era segregada había prosperado con el suceso de Pat Boone y su rhythm and blues suavizado para el gusto blanco, probar a Hunter como posible equivalente en la música country; por eso le eligieron para el debut "Young love", una balada generada en el interior.
No eran más de diez líneas, pero, según el intérprete, grabarla resultó una tortura -"trataba de no escuchar mi voz"- y, luego de una cantidad de intentos fallidos y once tomas completas, el experimentado arreglador Billy Vaughan decidió que la única manera de disimular el resultado era agregar a The Jordanaires, el conjunto vocal infaltable en los discos de Elvis Presley.
Sin grandes expectativas, cien mil copias de "Amor joven", con "Velas rojas en el crepúsculo" del otro lado y Tab Hunter resplandeciendo en el sobre, fueron despachadas al mercado en febrero de 1957. Quince días más tarde se había instalado como el simple más vendido y así permaneció varias semanas, contagiando el efecto a Inglaterra y Australia y lanzando la moda de grabar galanes de cine y televisión, aunque fueran incapaces de cantar.
En cuestión de días, la RCA Victor se aseguró a Tony Perkins, el único actor que continuó entregando buenos álbumes durante años, y Columbia a Sal Mineo, a quien presentó en una tenebrosa canción con la melodía de "Rebelde sin causa". Luego Richard Chamberlain, George Maharis, Jeff Chandler, Vince Edwards, James Darren y otros nombres todavía más episódicos marcharon a los estudios de sonido empujados por una tendencia que alcanzó su punto máximo de excentricidad con un álbum de calipsos registrado por Robert Mitchum en la torre Capitol.
En la temporada que vio nacer al primer ídolo adolescente de la música pop -Paul Anka tenía dieciséis años cuando escribió "Diana"- no podía haber mucho futuro en eso de inventar intérpretes para vender su foto sin pensarles un repertorio, pero Tab Hunter había sido quien lanzó el furor y pudo anotar algunos hits más, publicar cuatro álbumes, filmar "Damn Yankees!", una gran película musical, y llegar al día de hoy como un recuerdo grato de abuelas agradecidas por la promesa de amor joven que nunca les cumplió.
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