Subacuática: una pileta de natación como escenario de un escape
Acompañado por su hermana, un hombre (Juan Gil Navarro) lleva adelante la crianza de su hija mientras atraviesa un duelo
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PARA LA NACIONCarlos Pacheco
Autora: Melina Pogorelsky. Intérpretes: Juan Gil Navarro, Ariadna Asturzzi, Maricel Santin, Carolina Vilar. Iluminación: Ricardo Sica. Música: Jackson Souvenirs. Ilustraciones: Rocío Casal. Dirección: Fernanda Ribeiz y Luciano Cáceres. Sala: Centro Cultural y Deportivo Suterh, Venezuela 330. Funciones: sábados a las 21. Duración: 70 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Reconocida por su labor en el campo de la narrativa para niños y jóvenes, Melina Pogorelsky publica en 2018 su primera novela para adultos, Subacuática que, en esta temporada, lleva a un formato teatral poco convencional y que, bajo la dirección de Fernanda Ribeiz y Luciano Cáceres, se presenta en un ámbito nada habitual: una pileta de natación.
Pogorelsky cruza cuatro relatos que permiten conocer la historia de Pablo, un hombre que perdió a su esposa Mariela después de parir a Lola, una niñita que ya transita su cuarto año de vida. Acompañado por su hermana Luciana, logra criar a la pequeña mientras no termina de dar por finalizado un duelo que lo lleva, una y otra vez, a replantearse su forma de vivir, su manera de conducir el crecimiento de la niña. Pero encontró un escape posible nadando, mientras acompaña a Lola, quien toma sus clases de natación muy cerca de él.
“Brazada, brazada, respiro”, repite Pablo y en esa acción parecería no solo descargar tensiones, sino fortalecer su ser interior. En el acto de nadar Pablo va descubriendo algunos cambios en su comportamiento y hasta logra conectarse con Alejandra, la madre de Tobi (un compañerito de su hija) y esa relación le permitirá dejar su soledad e iniciar, tal vez, un nuevo camino.
Resulta muy atractivo el recorrido del personaje. Un profesional responsable que no se anima a despegarse de una relación con la que ha sido muy feliz, mientras ve crecer a su hija sin el cuidado de su madre y cierto temor que lo acompaña a la hora de poder comprender que, aun en soledad, la crianza de esa niña está en buenas manos.
Los personajes de Subacuática resultan un pequeño grupo de seres entrañables cuyas historias conmovedoras ganarán la atención de los espectadores. Ese espíritu algo alterado de Pablo será confrontado continuamente por su hermana Luciana, una mujer muy segura que intenta todo el tiempo correr al protagonista de su crisis personal, mientras que Alejandra asomará como una fuerte contracara de él, dueña de una atractiva libertad que loga ganar su interés. Las pequeñas apariciones de Mariela no hacen más que acercar algo del pasado que posibilita tomar contacto con una intensa historia amorosa.
Dramáticamente, la experiencia es muy singular. Intérpretes que se sumergen en el agua antes de desarrollar sus relatos frente al público, acciones que se llevan a cabo en los márgenes de la pileta y un equipo técnico (iluminación, música, proyecciones) que genera bellas imágenes y potencia la presencia de esos cuatro intérpretes que recrean a los personajes con mucha vitalidad y hacen que el imaginario de quien observa se abra y logre recuperar espacios a los que se hace referencia o situaciones a veces conocidas porque son extraídas de una cotidianeidad reconocible.
Es muy meticulosa la dirección de Fernanda Ribeiz (guionista y directora de cine) y Luciano Cáceres porque apuesta a fortalecer las actuaciones y aunque la acción vaya creciendo entre los vaivenes que promueven lanzarse al agua, explorar la sensación del cuerpo mojado y mostrar esa historia que, en definitiva, termina celebrando la vida, aparece un juego de intensidades muy elocuente que los intérpretes (Juan Gil Navarro, Ariadna Asturzzi, Maricel Santin, Carolina Vilar) saben explotar con mucha grandeza. Hay algo si se quiere hasta virtuoso en ese proceso interpretativo. Nadar y luego, con ese impulso enfrentar un texto y hacer que alcance la proyección que necesita y aun más, si tenemos en cuenta que en ningún momento se pierde el valor de lo emocional.
Por Carlos Pacheco
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