El 15 de abril estrenan Dos locas de remate, en el Astral, una comedia dirigida por Manuel González Gil
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Cuentan con un background bien diferente: una empezó en las telenovelas, la otra en el under, en el Centro Parakultural. De ahí que su inminente encuentro en un escenario resulte tan sorpresivo como atrayente. Soledad Silveyra y Verónica Llinás protagonizarán desde el 15 de abril en el teatro Astral la comedia Dos locas de remate, del español Ramón Paso. La obra, dirigida por el reconocido Manuel González Gil (también responsable de la adaptación), se centra en “dos hermanas, una muy fóbica, otra muy necesitada, que no se ven hace 20 años”, adelanta la ex Gambas al Ajillo, a la vez que su compañera de rubro agrega: “es el reencuentro de dos mujeres con unos estados alterados importantes. El género que el autor plantea es el de la tragicomedia, o sea que estamos ante una tragedia contada con humor”.
Son dos excelentes actrices. Divertidas, con opiniones propias y militantes de la “anti grieta”. Hoy Verónica Llinás y Soledad Silveyra están felices por retornar a la actividad (luego de haber tenido la primera que levantar la segunda temporada de Carcajada salvaje y de cancelar la segunda los ensayos de La fuerza del cariño, por la pandemia), pero también exhaustas: “Salimos de los ensayos agotadas. Yo creo que debe ser que estamos fuera de ritmo. Es que venimos de estar absolutamente paradas. Además, una absorbe todo lo que está pasando. Y hay mucha presión. No sabemos si estrenamos o si tenemos que levantar sin haber debutado con esto de la cepa de Manaos que se avecina”, señala preocupada Soledad, a sólo dos meses de haber sufrido un ACV asintomático. “Me lo descubrieron casi de casualidad, durante una resonancia, y como no me pudieron hacer un stent quedé con la carótida izquierda tapada y con medicación de por vida. Debí dejar de fumar y por eso hoy tengo cuatro kilos de más. Pero no me importa. Evidentemente la vida me dio otra chance y la pienso aprovechar”, dice, ya risueña, antes de adentrarse en la charla con LA NACION junto a su coequiper.
–¿En qué instancia de los ensayos están ahora?
Soledad Silveyra: –Hoy estamos encontrándole el estilo, el tono. Y también el equilibrio entre nuestras formas de actuación. Porque si bien somos parecidas en algún lugar de la creación, Vero es más cómica y yo más comediante. Ella es más Gambas al Ajillo o Gasalla y yo más Woody Allen.
Verónica Llinás: –Hay que encontrarle el tono a la obra porque el teatro español es distinto al nuestro. El comercial es más liviano, más vodelivesco. En ese tipo de teatro el actor no está tan comprometido con lo que hace, es todo dicho y muy rápido, todo chiste para el público. Pero la obra tiene un montón de situaciones re densas que si las transitás tan livianamente le quitás contenido. Y nosotras, si bien somos diferentes la una de la otra como actrices, no lo somos en ese sentido: a ambas nos interesa que lo que hagamos esté sostenido desde lo interior para que toda esa locura suceda. Y ese no es un camino sencillo, hay que aprender a vincularse y trabajar juntas algo que es muy difícil. El género comedia parece una tontera pero no lo es.
–¿Cómo es el personaje de cada una? ¿Cómo los definirían?
VLl: –Mi personaje es fóbica, no sólo no ve a la hermana, sino que no ve a nadie. Está llena de tocs, por ejemplo el de la limpieza; desinfecta todo permanentemente, no quiere que la toquen, ni que muevan sus cosas de lugar. Es violinista. Y a semejante sujeto de pronto se le aparece una hermana, que es completamente diferente a ella; se le mete en la casa porque quedó sin un lugar dónde vivir. Y ahí tienen que empezar a convivir. Es un drama sobre los vínculos.
SS: –Mi criatura es otra loca, pero que se encuentra en una condición inferior con respecto a su hermana porque es la que necesita ser alojada. Entonces es interesante cómo de alguna manera ese vínculo va cambiando durante la obra, y la más débil en algún lugar (no siempre) pasa a ser la más fuerte.
VLl: –Y la otra se deja influenciar por el sentido común que, a pesar de todo, detenta la otra loca, su hermana. De todos modos se pelean todo el tiempo, incluso hasta último momento. Justamente lo que me gusta mucho de la obra es que muestra esas peleas ridículas de hermanos, que a mí me ha pasado mucho en mi vida familiar. En ese tipo de peleas llega un punto en que ya no es el tema la cuestión sino la pelea en sí misma, pelean porque tienen que pelear, como en la esgrima, es una forma de vínculo. Ellas son como perro y gato.
–¿Es una comedia de texto o de acciones físicas?
VLl: –Yo creo que es una obra de acciones, y muy graciosas. No es una pieza donde el texto tenga valor poético o literario. Esta es una obra de situaciones, es humor de situaciones.
–¿Por qué la obra cambió de título repentinamente? Se la había anunciado como Mi hermana (la loca)?
SS: –Porque ya estaba registrado un título parecido. Y el productor de esa obra, que piensa estrenarla este año, nos pidió por favor que lo cambiáramos [N. de R: se refiere a Pablo Kompel y a la obra Mi abuela, la loca, que protagonizaría Norma Aleandro]. De todos modos, el título original de nuestra obra no era Mi hermana (la loca) sino El reencuentro.
–¿Quién tuvo la idea de armar esta dupla?
VLl: –Del productor, Julio Gallo. No nació de nosotras. No es un proyecto nuestro.
–¿Ustedes ya se conocían? ¿Habían trabajado juntas?
VLl: –No, nunca. A mí Solita siempre me gustó, desde que la vi en las novelas. Tal vez en aquel momento por otros motivos: porque era linda, femenina y... ¡era Mónica Helguera Paz! [la protagonista de Rolando Rivas, taxista]. Nunca me gustaron las novelas, pero las de ella sí. Después la vi en el teatro y confirmé que era muy buena actriz. Viniendo de donde vengo, del under, de un espacio medio reactivo a todo lo comercial, yo podría haber sentido prejuicios por tratarse de una actriz de televisión; sin embargo, cuando la vi sobre un escenario, algo que no me pasó con otros intérpretes que provenían de la tele, me dije: ah, acá hay una muy buena actriz. En todas las obras que la vi siempre le creí todo.
SS: –Admiro profundamente a Vero. Nunca me voy a olvidar cuando fui a ver su película La mujer de los perros, un producto propio, personal, que le demandó tres años de laburo, para el que puso su casa y lo hizo con cuatro mangos con cincuenta. Me emocionó mucho eso. Y el resultado de la película me pareció magnífico. Ella no se debe acordar, pero en cuanto terminó la proyección la fui a abrazar profundamente. Además de admirarla como cómica, me gusta mucho como actriz dramática.
–Y ahora que se conocen un poco personalmente, luego de un mes y medio de ensayos, ¿qué es lo que valoran la una de la otra? ¿Se llevan bien?
SS: –Nuestra búsqueda es llevarnos bien. Por eso detesto cuando se habla de “un duelo teatral”. Aquí no hay ningún duelo, aquí no muere una y sobrevive la otra. Acá tenemos que estar bien las dos. Queremos ser un dúo, no un duelo.
VLl: –Yo insisto con que ese me parece un criterio antiguo, de un tipo de teatro y de actuación de otra época, cuando un actor estaba contra otro y se disputaban la atención del público. Eso con un buen director y buena leche entre los actores hoy no debería pasar.
SS: –Lo que tiene este tipo de obras, en que hay mucha pelea, mucho insulto, mucha risa, es que el timing que tenemos que tener una con la otra es fundamental: el cómo te entrego, como me entregás, más allá de si los pies son necesarios o no, para mí el teatro es música, es ritmo y hay que cumplir con él. Y ahí no puede haber fisuras. Como la comedia se presta para sumar chistes, hay actores que luego agregan tanto que el timing se va desvirtuando. Por eso yo le dije a Vero que tenemos que hacer como un acta, con lo que podemos y no hacer en escena, para cuidarnos, para preservarnos. Porque es riesgoso.
–Proceden de mundos diferentes. ¿Sigue existiendo el prejuicio entre el off y el circuito comercial u hoy conviven armónicamente?
SS: –Mucho menos. Afortunadamente los actores ya no somos tan prejuiciosos. Yo no he pertenecido al under, pero admiro y amo a los que provienen de ese ámbito y veo cómo van pasando al circuito comercial, eso antes costaba mucho más. Cuando yo empecé, también estaba la división entre los que habían hecho el conservatorio y los que no, o los que habían estudiando con Lito Cruz o Carlos Gandolfo y los que no. Yo empecé a estudiar más tarde, es que empecé a laburar a los 12 años. Yo soy una niña trabajadora. Ahí me perdí mucha formación para sobrevivir, me perdí toda la adolescencia y se me vino la vida encima. Todo lo que intenté aprender como actriz lo hice más de grande, cuando empecé a darme cuenta de que para ser una buena actriz había que estudiar los buenos textos.
–Pese a la pausa que significó el comienzo de la pandemia, ambas se mantuvieron activas: vos, Soledad, participaste como co-conductora del magazine Mujeres de El Trece. ¿Qué saldo te dejó esa experiencia?
SS: –Positiva no fue. Es un ciclo que me va a costar remontar en mi carrera… No anduvo porque no estaba claro el programa. Sé que Marcelo Tinelli puso todo para hacerlo, pero no salió. De todas maneras a esta altura del partido lo único que me importa es pasarlo bien en la vida, él éxito y el fracaso son acompañantes, un día te toca uno, un día te toca otro. Lo importante es pelearla hasta último momento, no tirar la toalla. Lo que pasa es que de los dos meses que duró el programa estuve guardada uno entero, catorce días por el contacto estrecho con Roxie Vázquez y otros tantos por el positivo de La Gunda (Claudia Fontán). Era un programa con cinco mujeres diferentes al que había que encontrarle la vuelta. No hubo tiempo. No te digo que yo pretendía hacer The View, un programa (norteamericano) bien organizado, pero sí que nos tiráramos por el lado bien social. No pudo ser. Producir en pandemia es difícil.
–Y vos, Verónica, te dedicaste a producir videos graciosísimos y subirlos a las redes. ¿Fue una manera de exorcizar lo que estaba pasando y acompañar a la gente?
VLL: –Sí, absolutamente. Tenía muy claro que la gente lo estaba pasando muy mal, y que yo no, por suerte. Porque podía vivir en un lugar grande, en medio de la naturaleza, al aire libre, con menos riesgos. Yo ya venía con esto de los videos, pero la pandemia me concedió el tiempo necesario para desarrollarlos más. De no tener tiempo pasé a tener mucho para escribir, filmar y editar. Todo eso demanda mucho tiempo. Al principio de la pandemia tenía un compañero que me ayudaba a filmar, después me separé de mi pareja y me quedé sola. Todo ese proceso fue sumamente enriquecedor, porque siento que tomé un impulso en ese mecanismo que mejoró mucho la calidad de mis trabajos. Una de las personas que más me estimuló para que siguiera fue Graciela Borges, al punto que hicimos un video juntas
–Y gracias a esos videos sumaste popularidad.
VLL: –Es cierto. Yo nunca fui popular, a diferencia de Solita. Y los videos me dieron otra visibilidad.
SS: –Es que cuando hay contenido en las redes la gente te apoya y te sigue. El único riesgo que podés correr, y este es un tema que hablamos con Vero, es que si te metés un cachito con la política…
–Vos tenés mucha experiencia al respecto, Soledad, le podés enseñar.
SS: –No, te juro que en ese sentido no le puedo enseñar nada a Vero, mirá cómo me ha ido (risas). No la aconsejo, pero a veces la paro un poquito. Nunca demasiado, ¿eh?, porque tampoco te podés autocensurar.
VLl: –Hemos hablado de la desesperación que nos provoca la grieta. Yo no estoy de ningún lado de la grieta. Y Solita tampoco. Y ambas hemos hablado del sufrimiento que nos producen estas dos Argentinas completamente diferentes. Ves un medio de comunicación y estás en un país, pero ves otro medio y pareciera que estás en otro país. Esto me provoca una enorme angustia y una sensación de que no puedo creer en nada, porque ahora veo operaciones en todos lados. Yo puedo creer en algo porque me mandan un video, como sucedió con lo de Formosa, que me lo mandó una chica diciéndome: ¿mirá lo que está pasando en mi provincia? Inmediatamente retuitée su video porque en esas imágenes se veían policías pegándole a la gente. Pero después vi el informe de un famoso multimedio, sobre mujeres indígenas de esa misma provincia, presuntamente embarazadas, que hace foco en sus manos temblorosas, y ahí me aparecen las dudas. ¿Por qué están haciendo esto, mostrando esa manito así y asá, queriéndome claramente generar una respuesta emocional? Ustedes tienen que informar, no generar una respuesta emocional. ¿Por qué me están queriendo manipular? Y entonces empiezo a desconfiar de algo en lo que al principio creía.
SS: –Y no es que esas realidades no existan, sólo que cada medio arma su propio relato. Me imagino que por eso este es un momento muy difícil para hacer periodismo.
VLl: –Yo creo que la grieta es el anti pensamiento. Muchas veces la gente reacciona sin pensar, simplemente porque está muy arengada por cada uno de los medios; y entonces cuando ve que algo pertenece o cree que es así a la otra parte de la grieta, está en contra per se. No piensa antes: ¿yo estoy de acuerdo específicamente con esto o no? No, directamente está en contra porque está del otro lado, ve al que está en frente como a un enemigo. No deberíamos estar unos contra otros, deberíamos ser un equipo.
SS: –Se perdió la capacidad de pensamiento. Yo creo que los medios deberían ayudarnos a pensar, no estar todo el tiempo tratando de que nos enemistemos entre todos. El otro día dije: tanto Macri como Cristina tienen que desaparecer del área política. Después pedí disculpas porque emplear la palabra desaparecer, para alguien que estuvo muy comprometida con los derechos humanos en los años 80, como yo, fue equivocado. Estuve tan comprometida con el tema que por eso me llamaron durante el gobierno de Néstor Kirchner para leer un poema de una desaparecida en el famoso acto de la ESMA (en el que se inauguró el Museo de la Memoria) del 24 de marzo de 2004. Esa es otra cosa que no entiendo: ¿por qué esa fecha es un feriado? Yo ni el 24 de marzo ni el 2 de abril los pondría como feriados, yo mandaría a los maestros a que le expliquen a los chicos qué pasó en esas fechas. Se puede elegir otro Día de la Memoria, por ejemplo el día que apareció el primer nieto. Pero de ninguna manera el 24 de marzo, ¡que es un fecha trágica para la Argentina! De la misma manera que el otro día dije lo que dije y luego me rectifiqué, hoy pediría que Macri y Cristina, las dos grandes cabezas de la grieta, dejen su lugar a gente con menos rencor. Yo creo que en la Argentina debe gobernar el que menos rencor tenga.
Agradecimiento: Novotel Buenos Aires
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