Un genuino golpe al corazón, sin camino fácil
40 días y 40 noches
Nuestra opinión: Muy Buena
Dramaturgia: Gonzalo Demaría. Elenco: Leonor Manso, Pablo Alarcón, Juana Viale, Joaquín Berthold e Iván Muñoz. Escenografía: Alejandra Vilar. vestuario: La Polilla. iluminación: Sergio Bordes. Dirección: Luciano Cáceres. sala: Auditorium (Bv. marítimo 2280). Duración: 70 minutos.
Cuarenta días y cuarenta noches son las que, según el Génesis bíblico, duró el diluvio, mito que también aparece, mucho antes, en la Antigua Mesopotamia. El comportamiento de los hombres provoca que Dios imponga un nuevo pacto con sus elegidos. Una amenaza de final eternamente latente pero, al mismo tiempo, esperanzada: ¿quiénes serían hoy los salvados del desastre universal?
La obra de Gonzalo Demaría, un autor muy prolífico que escribió esta obra para Leonor Manso después de El cordero de ojos azules, también dirigida por Luciano Cáceres, no es una tragedia ni una distopía sino una comedia con buenas noticias. Una pareja de sexagenarios rejuvenecidos, el Padre y la Madre, sin nombres, otra vez vigorosos y llenos de sueños, sin temor al mundo nuevo. Son ellos los que traen la energía renovadora y no los jóvenes, el Hijo pródigo que regresa después de mucho tiempo y los dos únicos personajes con nombre de pila, Bamba –el novio senegalés del hijo–, y Sibila –exnovia japonesa que permaneció en el pueblo–: un mundo de diferentes que estos padres grandes, casi unos campesinos, abrazan para el futuro.
La sala Astor Piazzola es enorme pero se puede ver bien de todos lados. Al entrar, los espectadores ya se encuentran con una enorme estructura de madera, la barca en construcción, espacio que también es taller, cocina, estación de micros, cambios de lugar denotados por los fondos de pantalla.
Sibila cumple más de una función. No sólo es esta exnovia, de rasgos japoneses y apellido italiano que se lleva bien con todos (ideal para subirla al Arca); también es una presentadora / narradora, un personaje por afuera de la ficción encargada de conducir al público a este viaje de las emociones: aparece primero como una azafata, después con un vestido oriental, luego con otro de fiesta, entra desde el pasillo, ocupa laterales, sorprende a la platea con preguntas, es una mujer sin tiempo, habla varios idiomas, es "más vieja que el mundo", dice. Este personaje entra a la historia como la moza del bar, exnovia budista y, a su vez, enmarca el cuento, convención que el "público de Mar del Plata" (muchas veces subestimado) acepta con humor. Además, claro, porque es Juana Viale, una actriz a quien la fama heredada y la televisión le otorgan un plus de connotaciones por lo que resulta aún más divertido verla pasar cerca de las butacas, una exposición de la que sale airosa y con gracia para resolver ese doble rol. Por su parte, Joaquín Berthold compone a un hijo gay o bisexual, poco importa la etiqueta, pero más aferrado que sus padres a las explicaciones racionales. No cree en su profecía, se resiste, necesita pruebas. Abandonó la poesía por el análisis de sistemas y será su madre quien se lo recuerde. La nueva era requiere de artistas, ellos no pueden desaparecer. Bamba, el actor Iván Muñoz, habla poco pero comprende todo: "Una mentira que reconcilia a una familia vale más que una verdad que la divide", dice el proverbio de su tierra, África, donde surgió el primer hombre.
Es una frase común y repetida pero realmente no puede imaginarse otra pareja que la de Pablo Alarcón y Leonor Manso para estos padres pioneros, sensuales, apasionados, tan conectados con las energías vitales: él trabaja sin cesar, reúne a los animales, martilla su barco (cuando suene el tema "La balsa", de Litto Nebbia, de la misma época que estos padres, crea otro momento humorístico), baila, suda, ama y escucha la voz de Dios en esa paloma blanca que se posa en su mano (la paloma es real, entrenada por Charly Viera y Mago Ratsel). "Soy la madre de las madres", dice Manso, radiante con su vestido rojo, una alegría de principio a fin y que, a poco de terminar con su Nidia de Cae la noche tropical en el San Martín, vuelve a contagiar ganas de vivir. 40 días y 40 noches es una muy buena propuesta del Auditorium que, a precios accesibles, ofrece una cartelera aprovechable, donde Cáceres propone un golpe al corazón genuino, sin ningún camino fácil.
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