Silvia Pérez y Judith Gabbani, dos divas sumergidas en un delirio de amor
Actrices de teatro, cine y televisión, en la primavera de los años 80 Silvia Pérez y Judith Gabbani caminaban por la calle y rompían las veredas. Paganas del Olimpo, a lo largo de su carrera supieron construir un merecido mito de femmes fatales, junto a capocómicos de la talla de Alberto Olmedo y Jorge Porcel.
Silvia Pérez ingresó a la categoría de "chica Olmedo" junto con Divina Gloria, Adriana Brodsky, Beatriz Salomón y Susana Romero, en pleno auge del programa No toca botón (1983-87), cuando alcanzó su máximo de popularidad.
Judith Gabbani también trabajó junto a Olmedo entre el 83 y el 84, aunque muchos la identifican como una de las "gatitas" de Jorge Porcel, entre otros tantos programas de televisión en donde dejó su huella, como La familia Benvenuto, Alta comedia, Matrimonios y algo más o Los secretos de papá.
Por lo pronto, treinta años después, la escena porteña las encuentra trabajando juntas en Delirio de Amor, comedia que protagonizan junto a Víctor Malagrino, Elvira Villarino y Marcela Jove escrita por el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin con dirección de Carlo Argento. La obra habla de la erotomanía, también llamada delirio pasional o delirio de Clérambault, donde juegan los roles de Brigitte Bardot y Sofía Loren respectivamente.
"El delirio de amor es un síndrome descrito por primera vez por este psiquiatra francés (Clérambault) por medio del cual las personas se enamoran de celebridades, personajes famosos o de mayor jerarquía y creen que todo lo que hace ese personaje del cual ellos están enamorados es dedicado a ellos. Entonces establecen un vínculo con esa persona que puede ser de amor o de odio, un lazo familiar. Como el asesino de John Lennon, que padecía de este delirio", explica a LA NACION Pérez sentada en una mesa del café del teatro La Comedia.
"Como sucedió con el síndrome de Tourette que se dio a conocer a través de Toc Toc, este es un síndrome con el cual mucha gente se siente identificada en distinta medida, a través de ese deseo de formar parte de la vida (o la muerte) de alguna celebridad", señala por su parte Gabbani.
Envueltas en ese delirio, la primera interpreta una mujer que está convencida de ser la hija de Brigitte Bardot, y se caracteriza como la diva de los 60 para subirse a una carroza, mientras la segunda juega el rol de una mujer golpeada, que hace de Sofía Loren para sumarse a esa caravana delirante junto al resto de los personajes que las acompañan en sus fantasías.
La vida después del destape
Una vez pasado el boom de los 80, la llama de la actuación se mantuvo encendida para estas dos actrices que con los años y con un perfil mucho más bajo supieron profundizar en su formación y continuar con una trayectoria que les permitió interpretar roles más diversos y sofisticados.
Sin ir muy lejos, como prolongación de una carrera artística a pleno trabajo y popularidad Gabbani participó en los últimos años de distintas propuestas de teatro y televisión, desde La verdadera historia de Juanito Laguna y su hermana Ramona; la telecomedia Los secretos de papá o Amor en custodia hasta la pieza teatral Busco al hombre de mi vida (marido ya tuve) o más recientemente La vagina enlutada, por mencionar algunas.
"Hice muchas cosas, tal vez menos en televisión pero sí en teatro. Sobre todo comedia, que además es lo que más me gusta. El humor es mi oxígeno y me siento muy identificada con el género. Creo que todos tenemos dramas y momentos malos en nuestras vidas y el humor es una forma de sacarlos y alejarlos por un ratito. Además soy bastante perfil bajo por fuera de mi trabajo, entonces si no es para difundir algo específico no me presento en programas para hablar de distintas cosas, no es lo mío, no me interesa, aunque muchos crean que si no estás en la tele no estás haciendo nada", cuenta la actriz que paralelamente a su carrera artística lanzó una línea propia de cosmética.
Tras la muerte de Olmedo, en 1988, Silvia Pérez atravesó una crisis que marcó un paréntesis de su carrera como actriz, viajó 13 veces a la India y se dedicó a la práctica de yoga y meditación.
"La vorágine en la que vivíamos en esa época no me había dejado pensar en estudiar una carrera. Después de la muerte de Olmedo me cuestioné mucho el sentido de la vida y empecé a preguntarme para qué vivía y qué era lo que realmente me hacía bien. Hoy creo que lo más importante es saber amar y dar amor. Pero además no podía trabajar porque todos los productores me asociaban al Negro Olmedo, así que me dediqué a escribir libros (El camino del medio; El arte de encontrar a Dios; Respiración contra la opresión y Autogestionar la felicidad); hasta que un día me di cuenta de que no estaba feliz si no trabajaba como actriz", recuerda.
Así las cosas, decidió estudiar con Alberto Ure, Julio Chavez, Augusto Fernández, Roxana Randón y Carlos Gandolfo y en 2006 retomó su carrera artística. "Gandolfo me dio el puntapié, hice la producción de una obra, me jugué y retomé de a poco desde otro lugar porque tenía otra edad. Encaré una carrera con más conciencia. Sabía lo que quería, sabía que los tiempos habían cambiado y tuve la suerte de que productores jóvenes empezaron a correr esa mirada de la chica Olmedo que me había estigmatizado", sigue Pérez, que por estos días también está grabando un programa de entrevistas para la TV Pública, que se llamará Corazón Valiente, el poder de los valores.
Eso fue lo que hizo que Anahí Berneri la eligiera para la película Encarnación, que el mismo Francis Ford Coppola la seleccionara en un casting para su película Tetro o Sebastián Ortega la llamara para hacer Botineras. Y con el tiempo, al revés de lo que le pasa a la mayoría de los actores, pasó de un circuito más comercial a un teatro más independiente donde su vocación como artista se consolida cada día. "Me atrae mucho hacer este teatro que no había hecho nunca y me permite encontrar un montón de posibilidades como artista. Hoy, más que nunca, me siento pegada al arte y al teatro", concluye.
PARA AGENDAR. Delirio de Amor. Todos los sábados, a las 18, en el Teatro La Comedia; Rodriguez Peña 1062. Entrada, 600 pesos.
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