Shakespeare y Cervantes en una comedia
CARDENIO / Libro: William Shakespeare y John Fletchner / Adaptación y dirección: Patricio Orozco / Intérpretes: Arturo Bonin, Talo Silveyra, Pablo Mariuzzi, Florencio Laborda, Mercedes Lambre, Felipe Colombo, Ariadna Asturzzi, Ernesto Larresse, Agustín Maradei, Marcos Woinski y Mariano Porras / Realización de escenografía: Rosa Cohen / Vestuario: Mini Zuccheri / Teatro: 25 de Mayo, Triunvirato 4444 / Funciones: sábados y domingos, a las 20 / Duración: 90 minutos / Nuestra opinión: buena
La búsqueda de un supuesto tesoro suele deparar en ocasiones desencantos. Algo de eso ha ocurrido con Cardenio, el último de los textos de Shakespeare y que se consideraba perdido en el incendio del Teatro del Globo de 1613, donde había sido estrenado ese mismo año. Era una obra escrita con John Fletchner, otro autor inglés de la época de menor importancia que el Bardo, con quien éste concibió también Los dos nobles caballeros y Enrique XVlll. Las tres luego de La tempestad, que siempre ha sido conceptuada como el gran legado final de su producción. El fuerte magnetismo que provocaba Cardenio provenía del hecho de que ese personaje había sido extraído de un episodio de Don Quijote de la Mancha, de Cervantes, lo que certificaba la convergencia en un título de los dos mayores genios de la literatura mundial.
Perdida la obra, sin embargo, en 1727, Lewis Theobald, un gran erudito y editor que ayudó a fijar los textos de Shakespeare, presentó en el Drury Lane Theatre la obra Doble falsedad, cuyo protagonista era Cardenio, afirmando que estaba basada en las anotaciones del apuntador John Downes de aquella obra desaparecida (esas anotaciones nunca se encontraron, así que no se sabe si realmente existieron). No por nada, la Royal Company Theatre la presentó hace unos años como una pieza de Shakespeare "reimaginada". Lo que sí están en la historia son los personajes de Cervantes, pero del poderoso lenguaje del creador de Hamlet no queda, en todo caso, casi nada. Tal vez porque predomine el de Fletchner, si es que la obra tuvo como base el texto original, o porque Shakespeare ya estaba muy viejo. Hay una novela muy atractiva del narrador argentino Carlos Gamerro, y que se llama precisamente Cardenio, donde se imaginan las posibles alternativas creativas de ese trabajo en colaboración.
El director de esta versión teatral, según confiesa en el programa de mano, hizo una adaptación de Doble falsedad, reordenando las escenas con el fin de hacerlas más claras. Y es verdad que, a través de ella y la puesta, logra un desarrollo vivaz de la historia. Apela para eso también a la introducción de algunos bocadillos en la pieza que son de su autoría, escenas de canto y baile, gags que imitan al comic y una gestualidad marcada, con el claro objetivo de hacer un teatro accesible y directo al público más popular. Lo cierto es que el montaje gana en ritmo, pero pierde en algunos casos sutileza y nunca llega a tener -porque el texto tampoco respalda esa posibilidad- la picardía chispeante o la profundidad de pensamiento de las mejores comedias de Shakespeare.
Dentro del panorama visual de la puesta, en la que se impone una escenografía prearmada con dos paneles en forma de arco, que habilitan los espacios donde se desarrollan todas las escenas, y se usan cartones pintados que entran y salen e imitan los muebles de los recintos donde ocurren los hechos, lo más llamativo es el vestuario de la siempre muy profesional Mini Zuccheri. En las actuaciones, se destacan el oficio indudable de Arturo Bonin, la fresca soltura de Talo Silveyra y el aire travieso de Ariadna Asturzzi.
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