LA NACION fue parte de la intimidad de este show artístico que ya fue visto por casi medio millón de espectadores; las razones de un suceso en constante cambio, que rompe con los paradigmas estéticos
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No se trata de la ferocidad de un relato del Marqués de Sade, de un texto incómodo rubricado por Vladimir Nabokov ni de una experiencia autobiográfica machacada por Marguerite Duras. José María Muscari es el responsable de la autoría y dirección de Sex, viví tu experiencia, una jugada escénica -cruce de varios lenguajes- que sumerge al espectador, casi un actante de la propuesta, en un universo donde sensualidad y sexualidad se declaman y se “ejercen” de manera inmersiva y con tono celebratorio.
“Maneja conceptos que trascienden el mero entretenimiento. Es formativa, deconstruida, diversa y moderna. No binaria. Todo eso colabora para que, en el marco de la sociedad actual, sea mucho más que entretenimiento”, define Muscari sobre este ¿espectáculo? ¿show? que ofrece desde hace cinco años en Gorriti Art Center de Palermo y por el que, alguna vez, pasaron figuras como Gloria Carrá, Romina Ricci, Christian Sancho y Daniela Cardone.
LA NACION fue testigo de la preparación, el backstage y una de las funciones de esta experiencia que lleva 2000 representaciones y fue disfrutada por 400 mil espectadores. Un fenómeno de público que, en verano, llegó a contar con dos compañías simultáneas -una en Buenos Aires y otra afincada en Villa Carlos Paz y en gira nacional- y que ya tiene asegurada su continuidad durante 2025.
Cuenta regresiva
Anochece sobre Buenos Aires y, de a poco, el staff artístico, técnico y de producción de Sex va arribando a ese espacio de camarines a los que se accede por laberínticos pasillos y escaleras, y cuya sala principal recuerda la idiosincrasia del café concert, aquel género irreverente que brilló especialmente durante las décadas del sesenta y setenta. Aquí, además, se come muy bien.
“Es un show que no deja a nadie afuera, ya sea por edad, género o tipo de cuerpos. Es liberador, un aprendizaje. Se trata de ponerle luz a algo que se supone tabú, oscuro o pecaminoso. Sex se maneja con el respeto y el consenso de todos, es el ideal de una pequeña sociedad”, grafica el actor Diego Ramos, una suerte de maestro de ceremonias que forma parte del espectáculo desde sus comienzos, algo que llevó a sus compañeros a catalogarlo como “línea fundadora”.
Julieta Ortega, la otra cabeza de compañía, entiende que se trata de “algo muy distinto a lo que venía haciendo; acepté porque me iba a aportar algo que no tenía, incluso en mi vida, porque siempre hay algo que se cuela del trabajo a la vida, es una energía”. No es la primera vez que realiza escenas osadas, ya lo hizo en la ficción televisiva Disputas, bajo las órdenes de Adrián Caetano, o en la serie Un gallo para esculapio, dirigida por Bruno Stagnaro.
La actriz ingresó de forma más “tímida” y, como les sucedió a varios de los integrantes del elenco, se fue soltando hasta encontrar el punto justo de erotismo, sensualidad y desnudez. “Si entraba a un espectáculo que hablaba de sexo tenía que estar a la altura de lo que se contaba”, remarca. Leonor Benedetto y Ana María Picchio, sus excompañeras en la comedia dramática PerdidaMente, también dirigida por Muscari, le sugirieron un mayor riesgo y exposición física, algo que ocurre en la actualidad.
A su madre, Evangelina Salazar, “le resultó muy fuerte, pero también valioso lo que se dice”, reconoce la hija desinhibida que, en escena, enuncia un catálogo de sinónimos sobre el órgano genital masculino. El que desconozca alguno de los vocablos, que tire la primera piedra.
Si en un backstage convencional se puede escuchar repasar textos a los actores y vocalizar a los cantantes o toparse con bailarines elongando, en la trastienda de Sex a todo eso se le adicionan artistas que comienzan a mutar su vestuario informal “de calle” por atuendos de cueros y tachas, encajes y transparencias. No hay pudores. Todos se van cambiando con naturalidad. Si las desnudeces en escena están validadas dramatúrgicamente, tampoco son un problema fuera de la vista del público.
Un bailarín de musculatura prominente se sumerge en un minúsculo traje que apenas oculta lo imprescindible. Lo hace con la confianza del ejercicio cotidiano, como el operario que se coloca el overol en el vestuario de la fábrica antes de pararse en su puesto frente a la maquinaria de la línea de producción.
Matrix
“Cuando José María (Muscari) me comentó que quería hacer una obra de sexo que no fuera convencional, le conté que había visto Sleep no more en New York, una propuesta que me había gustado mucho y que creía que podía ser una inspiración para el espectáculo. Viajamos juntos y, a la vuelta, convocamos al elenco y al coreógrafo Mati Napp para hacer un laboratorio de creación. Fueron jornadas largas de ensayos, donde no había texto y donde la impronta de cada artista fue crucial para que se pudiera generar la primera versión del espectáculo”, afirma Paola Luttini, productora y socia creativa del director.
Sex no posee una línea argumental en el sentido estricto de esa posibilidad, sino que se va desarrollando a partir de diversos cuadros que van proponiendo miradas y situaciones diversas en torno a la sexualidad.
El itinerario se lleva a cabo desde una paleta de colores amplificada donde entran en juego lo lúdico, la música estridente, los momentos de mayor osadía, los monólogos ad hoc y la interacción con los espectadores.
“Es muy abarcador, incluye drama y comedia. No va a lo burdo del sexo ni a lo básico de la sensualidad. El gran logro de José María (Muscari) es que la gente pasa por muchas sensaciones, incluso la incomodidad, el movimiento, la participación. No aparece un pene porque sí, todo tiene un sustento desde lo que se plantea. Los que vienen con mucho prejuicio, son los que más entusiasmados se van”, sostiene categórico Martín Salwe, quien arenga a sus compañeros tras bastidores con voz elevada y bromas. El artista también es locutor y será la voz de Cantando 2024, el formato que conducirá en América TV Florencia Peña con producción de Marcelo Tinelli.
Mientras Julieta Ortega finaliza su sesión de maquillaje, Adabel Guerrero prueba el caño donde realizará su cuadro de pole dance junto a Maxi Diorio, el bailarín marplatense que se hizo conocido en el formato televisivo Bailando por un sueño.
Flor Anca comienza a desandar “You Can Leave Your Hat On”, el tema de Joe Cocker que forma parte del repertorio. “Vocalizo y caliento la voz antes de cada función”, sostiene la cantante y bailarina, quien repite su ritual antes de cada show. “Primero lo hago en mi casa y luego antes que ingrese el público”. Los sábados maratónicos, donde se realizan tres funciones, repite su ritual multiplicado por tres. Aún a cara lavada y ropa de calle aparenta menos de los 35 años que confirman su documento. Producida osadamente y, cuando realiza un jugado topless en escena, se convierte en una femme fatale.
Provocador
Diego Ramos cuenta que se sintió mal durante todo el día, pero que hará la función normalmente. En escena no se le nota el doblez. Se luce simpático y provocador cuando se desnuda por completo y camina desprejuiciado entre el público.
“Es un show que cambia constantemente y eso lo hace muy atractivo para que la gente lo veo más de una vez”, afirma Adabel Guerrero, una de las caras más conocidas del espectáculo, quien aún se encuentra vestida con jogging y zapatillas, abrigada en la destemplada noche lluviosa. En su camarín convive el vestuario atrevido con los dibujitos que le hace su pequeña hija, Lola, pegados en la pared. La biblia y el calefón.
Diverso
El pensador británico Bertrand Russell afirmaba que “la rigidez de la moral victoriana en temas sexuales se derivaba de concepciones pasadas de moda sobre la sexualidad”. Sex no desentona con las ideas del filósofo, Premio Nobel de Literatura.
“Un cuerpo que no es real es un holograma, todos somos cuerpos reales. En general, en la mayoría del contenido teatral y audiovisual mainstream hace falta más diversidad. No alcanza con el cupo gay, faltan cuerpos e identidades en casi todos nuestros consumos culturales, si no nos vemos no imaginamos, no soñamos, no existimos. Justamente el sexo es uno de los terrenos más democráticos para con la diversidad. Las personas desean y tienen sexo con gente que, en la calle, señalan, de las que se burlan o con las que jamás querrían ser vistos públicamente, por eso hacen falta mil bisagras más”, reclama Señorita Bimbo, una de las integrantes de la compañía.
En este sentido, José María Muscari reconoce que “hace cinco años la Argentina era otra; cuando comenzamos, los artistas con cuerpos no hegemónicos que llamé no se animaron a hacerlo, porque entonces, el lugar de la hegemonía era otro. Hoy existe otra mirada, más deconstruida. Por eso, cuando llamo a un artista con un cuerpo no hegemónico, se anima; la sociedad y el show avanzaron un montón”.
Si la interacción con los espectadores es sumamente cuidada y nadie se siente invadido o es forzado a participar si no lo desea, igual lógica aplica con los artistas que conforman la compañía. “Respeto los límites de los artistas, nadie tiene la obligación de hacer algo con lo que no se sienta cómodo, ya sea por la ropa que usan, la exposición física, el contacto con los compañeros o lo que hay para decir; todo el espectáculo está sostenido sobre los límites personales, estoy muy pendiente de cuidar esto para que nadie lo pase mal”, afirma la productora Paola Luttini.
“Al principio me costaba hacer el desnudo completo, pero hoy lo disfruto mucho. Muscari me dijo que me animara, que me iba a gustar, y tenía razón. Es un momento puntual en la ducha, un cuadro con un clima muy especial. Están todos los cuerpos, no hay nada hegemónico, todo se deconstruye. Me interesa el concepto de Sex de aprender y desaprender”, ahonda Martín Salwe, quien participa del cuadro en el que Flor Anca canta “I See Red” junto al elenco masculino como Dios lo trajo al mundo.
Aquí también hay un quiebre de prototipo. Si siempre fue más habitual, natural, que la mujer expusiera sus cuerpos ante los ojos del arte, aquí los varones juegan de igual a igual.
El show debe continuar
Mientras el backstage es un hervidero de gente -todos de muy buen humor-, la sala se va poblando de público. Un grupo de jovencitas organizaron la despedida de soltera de una de ellas. Todas llevan unas vinchas que rematan con la figura de la genitalidad masculina. Más lejos, una pareja de treinta y pico se dispone a cenar antes del show. No faltan los que peinan canas ni los grupos de amigos. “Más allá de los jóvenes, viene gente de más de 70 años, que uno cree que, quizás, no está activa sexualmente y sí lo está; los jóvenes los escuchan y aprenden”, remarca Diego Ramos.
Los que abonaron el ingreso vip -pagando un plus en sus tickets- son llevados a recorrer los camarines y, durante un tramo del espectáculo, podrán visitar la “zona roja”, un espacio reducido donde una cama será la protagonista de la acción. Un momento osado no apto para personas con riesgo cardíaco.
“Está troupe está para hacerte gozar, libera tus prejuicios”, retumba la voz de José María Muscari a modo de bienvenida. A los pocos segundos, el staff de bailarines y bailarinas poblarán el escenario y la zona de mesas. Acá la frontera entre el área de representación y de expectación maridan muy bien. También la acción se cuela desde el primer piso. No existe la cuarta pared. Brecht celebraría esta ruptura inmersiva e insurrecta.
Enseguida, Diego Ramos y Julieta Ortega brotan de entre las mesas, suben a escena y ofrecen su primer monólogo. Una especie de declaración de principios en torno al sexo. Es el comienzo de una propuesta que no frenará su vorágine durante una hora y media.
“Ahora no se pueden sacar fotos” se lee en una pantalla. La contraseña para que nadie empuñe su celular. Es el momento donde el talento artístico se desnudará en medio de coreografías que proponen contorsiones, danza contemporánea, roces de cuerpos. En minutos se encenderá una ducha y Diego Ramos mojará su desnudez. Las chicas de la despedida de soltera aúllan. Nada resulta agresivo. Todo lo contrario. Un clima celebratorio invade el espacio.
En una suerte de intervalo, un momento definido de “libre circulación”, el público puede subir al escenario. Una pareja elige ingresar a una jaula donde segundos antes se realizó una performance artística. La chica y el muchacho suben sus decibeles como si fuesen parte del staff artístico. Hay que pedirles que regresen a su mesa para que el show inmersivo pueda continuar.
Algunas ideas
“El respeto es la única manera en la que siento que puedo presidir un espectáculo sobre sexo. Me parece inverosímil hacer un espectáculo sobre sexo que no tome los conceptos de diversidad, deconstrucción y consentimiento. Más que un valor agregado es una vena central y necesaria”, reflexiona José María Muscari.
Julieta Ortega entiende que Sex “habla de disfrutar el cuerpo hoy y no el año que viene, después de 12 meses de hacer gimnasia; la idea es seguir disfrutándolo como cuando se tenía 20 años”. “Muchas mujeres, sobre todo de más de 40, como yo, festejan los textos, porque nosotras mismas nos olvidamos de nuestro derecho al goce”, recapacita Señorita Bimbo.
En cuanto al futuro, este show, que muta constantemente, se reformulará con algunos cuadros nuevos. Su socia Paola Luttini, remarca que “venimos coqueteando con la idea de hacer Sex a nivel internacional; estamos en charlas con productores de afuera hace tiempo y creo que, en algún momento, vamos a poder concretar este sueño”.
Cabe preguntarse cuál será el atractivo de Sex en un mundo con la sexualidad al alcance de la mano, en gran medida a partir de los cambios de paradigmas y de la evolución de las redes sociales. O será que la declamación se ejerce más que la acción y aún hay mucho por deconstruir en torno a tabúes y prejuicios.
Para agendar
Sex, viví tu experiencia. Sala: Gorriti Art Center (Juan B. Justo 1617, Palermo). Funciones: jueves a las 21; viernes a las 21 y 23.15; sábados a las 20, 22.15 y 00.30; domingos a las 20.
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