Séptimo Día: el regreso de un gigante al ritmo de Soda Stereo
MAR DEL PLATA. Una batería de pinceles, polvos y pinturas se reparten y repiten sobre las mesas en línea, a disposición de cada uno de los que se alinean sentados y enfrentados a espejos individuales, bien iluminados y cada cual con foto de frente y ambos perfiles como para que no haya margen de error del diseño de maquillaje que, casi un año y medio después del debut, podrían lograr de memoria y casi a ojos cerrados.
En ese vestuario de estadio , convertido ahora en camarín de hombres, es tiempo de silencio y concentración. Uno, ruso y acróbata, escucha música y ya casi termina con esa base color piel que se reparte a brocha sobre el pecho. Otro, francés y de sonrisa fácil, se da últimos toques de blanco en los pómulos mientras de reojo sigue una serie desde una tablet.
Falta media hora para dar pista y por los pasillos del polideportivo Islas Malvinas los técnicos apresuran el paso mientras en el comedor, de catering variado y abundante, van por un último bocado los artistas que ya están con vestuario de show. El público empieza a colmar las tribunas y tres protagonistas, con sus pelucas y vestuarios, listos para salir a escena, sonríen, dan notas y se prestan a fotos sobre la alfombra roja que acompaña este debut marplatense.
Puntual, cuando los primeros aplausos de la platea dejaban escapar ansiedad, las luces se apagan, la voz oficial da la bienvenida y hasta sugiere a espectadores prescindir de teléfonos celulares. "Grábalo con tus ojos, con tus oídos y guárdalo en tu corazón", recomienda.
Entonces arranca una función más de "Sép7imo Día- No descansaré", producto de un trabajo que se gestó por octubre de 2016 y se coronó más de cinco meses después con el estreno en el Luna Park, al que en pocos días más volverá esta aplaudida propuesta de Cirque du Solei l para cerrar una gira que ya paseó su éxito por Latinoamérica y Estados Unidos. Y que redondea con un recorrido de cabotaje con paso cumplido por Córdoba y próxima parada en Rosario, escala previa al broche capitalino.
Una espectacular puesta que, más allá de las casi 200 presentaciones acumuladas, requiere detrás de escena y cada día un volumen de disciplina y profesionalismo con tanto despliegue y margen mínimo de error como los que dominan ese programa repleto de música, destreza, saltos mortales y creatividad.
Son 36 artistas de 14 nacionalidades distintas repartidos en esa hora y media que, como eje, tiene este homenaje a la banda Soda Stéreo. El staff original se duplica cuando hay preparativos. Para el armado en cada destino son hasta 150 personas las que andan bajo un mismo techo. En este caso un estadio instalado; pero en otros –como ocurrirá en Rosario- con una estructura tipo hangar que Cirque Du Soleil lleva consigo, a medida de su espectáculo.
"A Mar del Plata se trajeron 23 contenedores con 60 toneladas de equipos", cuenta a La Nación la publicista del show, Agostina Obbeid, guía también en esta recorrida especial por el backstage de "Sép7imo Día- No descansaré".
El esfuerzo de montaje vale la pena. La programación del espectáculo, acercado por la local NA Producciones, sacó a la venta entradas para viernes a domingo. El sold out no tardó en asomar. Por eso se agregaron funciones y fechas. En total pasarán unos 30000 espectadores en seis días. "Triplica en inversión cualquier otra propuesta", confirma a La Nación el productor marplatense Pablo Baldini. ¿El costo de su apuesta? Casi un millón de dólares.
La compañía, compuesta por 85 personas, tiene trabajo redoblado cada inicio en nueva sede. Armar primero, ajustar luego. El sonido es prioridad y también un desafío en el polideportivo marplatense, muy complejo en acústica. Tanto como para que Adrián Taverna, coproductor musical, venga en persona para chequear máxima calidad. Y, como pocas veces o tal vez como nunca, el Islas Malvinas suena de maravillas.
La previa en pista es un popurrí. Un lado B del show que combina concentración y buen humor. Sobre la semi esfera que es parte del escenario se ensaya banquine, disciplina dominada por mayoría de rusos y ucranianos. Mucha fuerza de piernas y manos. Saltos y coordinación. Minutos después es turno de más destreza desde el eje de la rueda acrobática, que tiene casi seis metros de diámetro. Los rodean nuevos "Ángeles eléctricos", incorporados en cada ciudad. Iluminados por leds orientarán al público del Zoom Zone, a nivel de campo y casi entre los artistas.
Luego el escenario toma forma de guitarra para que por lo que sería su mástil corran, piquen, giren y multipliquen mortales a velocidad notable los mejores cultores de tumbling. "Es increíble ser parte de Cirque du Soleil, ya lo soñaba cuando competía en gimnasia artística", reconoce Nico Busso, uno de los argentinos seleccionados vía casting.
En un rincón, dentro de una suerte de gran pecera, primero va de aquí para allá un pequeño robot limpiafondos y enseguida llama la atención un par de piernas suspendidas sobre un tubo de poliuretano. Le pertenecen a Derek Broussard, que con ayuno de casi cinco horas ya empieza preparar su organismo para la participación en su especialidad: apnea. "Los escuché que estaban del otro lado del cristal", dirá luego, ya listo para sumergirse y transcurrir casi cinco minutos de show sin salir a superficie.
Mientras en campo hay ensayo general de cuadro, el resto ocupa su tiempo con libertad. Son ocho horas de espera hasta la función que destinan a entrenamientos individuales, para lo cual se les monta un gimnasio. También atención médica, con dos kinesiólogos full time. Y descanso, también, para el que no hay obstáculos. Se duerme por igual sobre cajas de equipos de sonido o colchonetas, al lado de compañeros en plena elongación.
El comedor está disponible siempre. Hay matambre arrollado, puré de calabazas, caya chilena y tartas; dos sopas, variedad de jugos, fiambres, frutas y también opciones para veganos. Totó Castiñeiras, el clown del espectáculo, llega allí para la merienda. "Claro que esta escala especial porque juego de local", admite este marplatense que hace tiempo es parte de espectáculos del Cirque du Soleil. Asegura que estar en estas compañías de máximo nivel "es como jugar un Mundial".
En vestuario trabajan a destajo para dejar listas las prendas de todos. "Todo es de excelente calidad por lo que hay mucho por preparar y no mucho para reparar", explica Romi Azzigotti, una de las responsables del área donde hay cuatro juegos iguales por cada prenda que tienen –como casi todo- origen y okay en Montreal, cuna de este circo. Muy cerca, Fede Brú se encarga de las coloridas pelucas, protagonistas estelares de la puesta. "Son 28, hay que peinarlas todos los días", confirma mientras completa la tarea que más tiempo le lleva previo a cada función: preparar la trenza de Zendra Tabasco, que un rato después colgará a casi ocho metros de altura solo sostenida por sus cabellos.
En el camarín de las chicas es todo silencio. Los primeros tres meses, a la par del entrenamiento, todos los artistas tomaron clases de auto maquillaje. Con sus enormes pestañas llama la atención Vira, la ucraniana que hace arte con arena que, apenas un rato antes, terminan de colar y secar Lucía Florio y Guadalupe Pultera, que ya tuvieron paso por el teatro Colón capitalino y tienen a su cargo alistar la utilería del show.
Ya casi está todo listo. Hay que salir a escena y el camarín de acróbatas se distingue Kilian Mongey, el francés que aquí parece sentirse como en casa. "Aprendió todo de Argentina", susurra un miembro local de la compañía. Hasta adoptó el mate, que lleva junto con un termo que es parte del merchandising del Cirque du Soleil. "Hoy no hay yerba", dice ante las presencias femeninas. Un guiño de picardía en una compañía que, abrazada a parte del rock argentino y después de 20 meses de trabajo continuo, más allá de banderas e idiomas, aquí se siente como en casa.
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