Segismundo: gran monólogo de actor y marionetas
Segismundo
Nuestra opinión: muy buena
Libro: Luis Rivera López (basado en La vida es sueño, de Calderón de la Barca). Intérprete: Luis Rivera López. Música: Alberto Bonacera. Producción: Libertablas. Dirección: Gustavo Manzanal. Sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378. Funciones: domingos, a las 20,30. Duración: 65 minutos.
La concepción de la vida como una ilusión atraviesa la obra original de Calderón de la Barca y está presente, también, en esta puesta desde el inicio, cuando el actor (Luis Rivera López), sin estar caracterizado aún como un personaje, interpela a su público, le confía sus dudas y lo invita a este sueño teatral. La ficción dentro de la ficción.
Así como Segismundo se pregunta por el sentido de su existencia, el actor debe la suya a ese público. Él apela a su sueño como instrumento de comunicación y a la capacidad de los espectadores de soñar, con esperanza de lograr ese viaje en común. "Interpelar al público es interpelarme a mí mismo", dice Rivera López, único actor en escena que, con un manejo notable de la actuación, de matices de voces y de la manipulación de títeres, concreta esta propuesta tan original.
La libertad es otra de las ideas fuertes. Segismundo, recluido, se parece a un hombre-fiera, un alma reprimida que anhela la luz. Qué sucede en esa cárcel donde ha crecido este hombre, cómo transita su vida fuera de ella cuando logra salir, cuál es el destino que se ha dibujado para él. A partir de esta situación, el director de la obra, Gustavo Manzanal, propone una mirada que le da valor a lo representado. El resto, como dice el propio Calderón, es sueño, imaginación, deseo.
Merece una mención especial la inclusión de muñecos que cobran vida de la mano del actor, quien es, también, titiritero. Tanto el trabajo vocal como el corporal son destacables en la puesta en escena, cuya interpretación sorprende en las sutiles modulaciones y en la delicada y precisa manipulación de los objetos.
La música aparece en momentos puntuales. No se trata de una música incidental, de apoyo, sino que se monta sobre las acciones e incluso se extingue a la vez que estas sufren un freno. Tiene capacidad de relato y metáfora, que se expresa al mezclarse con el cuerpo del actor y con el resto de los instrumentos escénicos.
¿Por qué nos interpela esta obra 383 años después? La idea de que la realidad es virtual planteada en el Siglo de Oro español se sostiene y de modo exacerbado en nuestros días: si antes la superioridad pudo ser divina, hoy podría tomar los ropajes de la fascinación tecnológica. En cuanto a la posibilidad de ser libres, aparece el paradigma de cómo lo instituido nos sujeta pero, también, subyace la idea de que existe una potencia interior que nos ayuda a sobreponernos.
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