Sebastián Wainraich y Peto Menahem: la cuarentena, la indignación y el bendito humor para ver desde el auto
Sebastián Wainraich y Peto Menahem cuentan que siempre amenazaban con hacer algo juntos en teatro y esta vez les pareció la gran oportunidad. Capricho de soja le pusieron al espectáculo de stand up mechado con algunos sketchs que este sábado estrenaron en el Autocine Mandarine Park, de Punta Carrasco.
Claro que en tiempos de pandemia cada cosa tiene su protocolo, desde lavarse las manos hasta estornudar, y salir al teatro una noche cualquiera no podía ser la excepción a la regla. Aún antes de partir de casa es necesario completar una declaración jurada online y seguir una serie de recomendaciones. A saber: sólo es posible acceder en auto y se permiten hasta cuatro personas por vehículo. Al ingresar, nos controlarán la temperatura y nos pedirán que contemos con tapabocas y alcohol en gel. También se sugiere llegar media hora antes del show.
Una vez en el ingreso, hay que mostrar el código QR enviado como confirmación de la entrada para finalmente acceder al playón del flamante "auto-teatro". Hay que tener en cuenta que no está permitido el descenso de los vehículos y para utilizar los sanitarios hay que prender las balizas. Entonces sí, minutos antes de las 23, la dupla de comediantes sale a escena, entre luces y bocinazos que les dan la bienvenida desde un parking repleto de vehículos: "Dale, dale, dale, a mi derecha, cuidado la columna, ahí va, dale a la bocina, bocina cordobesa, marcha atrás, marcha adelante", le indica el conductor del programa de radio Metro y medio a su compañero de pista, en plan de estacionar un automóvil imaginario en espejo con lo que acaba de suceder debajo del escenario.
Acostumbrados al ida y vuelta que llevan adelante todas las semanas en la radio, con el "Curso de antiayuda", después de muchos años de seguir por escenarios separados, Wainraich y Menahem comenzaron a desandar un show de más de una hora en el que compartieron tres sketchs intercalados por un monólogo humorístico de cada uno.
"Con Peto somos como hermanos, y además de la radio tuvo una participación recontra importante en la serie Casi feliz. Seguimos siendo amigos, viéndonos, hablando y acompañándonos en todo tipo de momentos. Hace mucho que no trabajamos en teatro juntos. Ensayamos a distancia y la verdad que nos divertimos mucho. Atravesamos también la angustia de que parece que no se nos ocurre nada, y después cuando entrenamos, entrenamos, entrenamos, lo vamos encontrando, así que ya tengo un motón de ganas de hacerlo", anticipaba Wainraich el día anterior.
"Extrañaba actuar con Sebas, siempre la pasamos muy bien los dos en el escenario. Hace rato que no hacía monólogos y para esta ocasión tomé como base uno que hacía en Cómico 4, el del mentiroso, porque me daba pie para armar una especie de Frankenstein con otras partecitas que ya tenía y sumarle cosas nuevas. Es muy raro trabajar para autos", señalaba por su parte Menahem.
La rutina del show, inevitablemente atravesado por el coronavirus, comenzó con el reencuentro de estos dos amigos que hace tiempo no se veían en un duelo por ver quién extrañó más al otro. Uno (Menahem), nominado como "el peor imitador de animales del mundo" y, el otro (Wainraich), como "el tipo que baila más como un pelotudo",
El sketch inicial enseguida dio paso al primer monólogo de la noche, a cargo de Peto Menahem, que se presentó como un mitómano, para desde ese lugar comenzar a hilvanar una batería de latiguillos, chistes y bromas alrededor de la mentira y la masculinidad. "Cuando mentimos sentimos que volvemos a casa. Confusión, mentira y doble mensaje… ¡Qué delantera!", lanzaba apasionadamente desde el escenario
El paso del tiempo, los tratamientos anti age después de los cuarenta, la muerte, los clisés del lenguaje, los evangelistas que tocan el timbre el domingo a las ocho de la mañana y las frases de los velatorios que los llevaron a plantearse interrogantes existenciales del tipo "¿Para qué los coches fúnebres van tan lentos, para que parezcan tristes los autos también?", fueron algunos de los pasajes de su entrada.
Con la vuelta de Wainraich a escena se abrió el segundo sketch con los dos comediantes que degustan Capricho, una "bebida indignante" a base de soja que sirve para indignarse, sin dudas uno de los momentos más logrados de la noche. Después de beberla, la indignación provocada porque la bebida no les hacía efecto sería el trampolín para descargar una seguidilla de chistes sobre los "indignados" que ahora sueñan con irse a Uruguay. "¿No te digo que este es un país de mierda? En Uruguay escupís un carozo y crece un árbol, acá escupís un carozo y te hacen una multa, te hacen pagar impuestos", vociferaban cada vez más indignados.
La salida de escena de Menahem dio paso al monólogo de Wainraich, que inspirado mayormente en la cuarentena se despachó con agudas reflexiones sobre estos tiempos de confinamiento. "Estamos del orto, ¿Qué le pasó al mundo? Estamos entre emocionados, contentos y tristes... todo junto. Para mí es una fiesta estar hoy acá, porque no estoy en mi casa, me fui de mi casa, y eso es una noticia extraordinaria. ¡No aguanto más estar en mi casa!", arrancaba el comediante -unos de los principales referentes del stand up en Argentina-, para luego avanzar en un genial monólogo sobre las dificultades que genera la convivencia en cuarentena.
"El clima en casa es feo, feo desde el principio. Le digo a mi hijo 'Buen día' y me responde '¿Qué buen día?, la p`... que te parió"; o "'Estoy haciendo radio desde mi casa', y al principio se impuso una cosa de respeto, de decir 'papá hace radio, y cuando papá hace radio hay silencio en casa'. Bueno, al tercer día mis hijos pasan y me gritan '¡Es una mierda tu programa, papá, la p... que te parió!'. Así estamos viviendo", reflexionaba el comediante, antes de despedirse de un mar de autos junto a Menahem, con una extensa lista de agradecimientos y una última reflexión. "De esta pandemia vamos a salir mejores..., vamos a salir peores, más resentidos, más enojados, más empobrecidos y más embrutecidos".
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