El humorista estrena una nueva comedia, Mi madre, mi novia y yo, dirigido por Diego Reinhold
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Muchos lo descubrieron en Kitsch TV, como se llamó el sketch de humor que hacía en dupla con Sebastián Wainraich en Duro de domar, el late night show que conducía Roberto Pettinato. Desde entonces, Sebastián Presta ganó popularidad gracias a la impronta de un humor muy personal, entre los más teatrales de los comediantes locales. Tal vez por eso, antes que comediante o humorista, le gusta definirse como un actor común, un actor normal: un “actor base”.
Lo cierto es que además de actuar, Presta es de ese grupo selecto de artistas que imprimen su opinión en la actuación, claramente inclinado a la comedia. Así como Ulises Dumont impregnó a su trabajo de una poesía que trascendía lo que hacía –siempre con una angustia urbana a punto de explotar que incide en cualquier personaje–; o Federico Luppi es el paternal, que si te daba una palabra es una palabra, sin importar si hacía de asesino serial; la violencia comprimida de De Niro o el destino trágico de Brando... la marca de Sebastián Presta es su cara de preocupación constante.
Entre sus mejores trabajos como comediante se destaca Préstico, una fórmula de sketchs cortos que combina situaciones de la vida cotidiana y personajes como La abuela cocainómana; El doctor prejuicio; El placer de ser incorregible y el hombre sorprendido por Las cosas que no te van a pasar en la puta vida que llegaron a acumular casi 30 millones de reproducciones en Youtube, se popularizaron en las redes sociales y trascendieron a otros países de habla hispana. Así las cosas, en 2016, luego de ganar un Martín Fierro por su labor humorística en Duro de domar, se quedó sin trabajo. “Venía trabajando en la productora hasta que nos echaron a todos, así que empecé a hacer teatro. Por suerte ganó el actor”, reflexiona.
La buena noticia es que el próximo 6 de enero, subirá a escena en el Paseo La Plaza con Mi madre, mi novia y yo, comedia dirigida por Diego Reinhold, en donde se pone en la piel de Fernando, un eterno solterón a punto de presentar su novia (Victoria Almeida) a su avasallante madre (Graciela Tenenbaum). La noche traerá sorpresas y secretos revelados, que en medio de situaciones disparatadas, llevarán a cada uno de ellos hasta el límite.
“Fernando es un hombre de 43 años que, desde hace 43 años, vive muy cómodo con su madre en Lomas de Zamora. A su madre nunca le cayeron bien ninguna de sus novias, pero hace seis meses Fernando se enamoró de una mujer muy independiente, muy madura, muy inteligente que, a su vez, tampoco sabe que él vive con su madre. La obra transcurre en la cena de Nochebuena, cuando le contarán que se van a vivir juntos en enero”, anticipa.
Además, este 2021 grabó El primero de nosotros, una ficción para Telefe dirigida por Pablo Vásquez y Pablo Ambrosino a estrenarse el próximo año, donde hace del marido de Mercedes Funes, una de las protagonistas junto a Benjamín Vicuña, Jorgelina Aruzzi, Paola Krum, Luciano Castro y Damián de Santo. La trama gira en torno a un grupo de amigos que recibe una mala noticia sobre el estado de salud de uno de ellos. “Fui por tres meses, gustó el personaje y el contrató duró hasta casi fin de año. Fue una experiencia hermosa, por el guion, por los compañeros y por el despliegue que había. Un lujo. Creo que es una de las ficciones más importantes que hice”, apunta.
Nacido en Capital y criado en el Palomar, cuenta que su padre era almacenero y su negocio se llamaba Despensa Poroto Juniors. Es el tercero de tres hermanos, en su casa se veía mucha tele y a él le encantaba. “Con mis padres no iba ni al cine ni al teatro. No salíamos prácticamente. Tampoco había ni tantos libros ni tanta música. Era mucha tele, creo que no hubo otra cosa”, rememora.
A los trece años se anotó en un curso de actuación que había en el barrio, y a los 17, la tía de un vecino lo llevó al teatro por primera vez a ver Los Macocos. Quedó fascinado. Enseguida empezó a estudiar actuación con diferentes maestros y a los 20 entró a trabajar de cadete en Cablemundo, frente a la cancha de River. “Trabajaba de las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde, y de seis a doce me quedaba a aprender lo que era producción porque me gustaba más eso que ser cadete. Muy poco tiempo después se fue un operador de video y me pusieron a mí”, recuerda. Dos años después se fue a trabajar de asistente de cámara para el programa Gente que busca gente, en América, y seis meses más tarde pasó a ser asistente de producción.
“Ese fue mi primer monotributo. Empecé a crecer como productor y fui dejando el teatro. Pero más adelante, ya en Duro de Domar, con Sebita Wainraich empezamos a hacer Kitsch TV, que duró cuatro años y era muy bizarro. Así retomé la actuación hasta dedicarme solamente a hacer sketchs de humor”, sigue Presta.
También hizo shows para Comedy Central, llegó el estreno de Bruto, su primera obra de teatro; y Entre ella y yo, con Soledad García, hasta que cayó la pandemia y lo puso en modo pausa. En el transcurso también participó en películas como Me casé con un boludo, La última fiesta o Decime qué se siente, la venganza –un film brasilero donde hacía de mecánico-; y algunas ficciones en la TV.
–¿Con Soledad García trabajaron juntos durante varios años, qué los llevó a separarse?
–Con Soledad no nos separamos, estamos más juntos que nunca. Pasa que hicimos la obra de teatro Bruto, hicimos una segunda temporada de Entre ella y yo, y ya habíamos decidido que una tercera no íbamos a hacer juntos, que íbamos a trabajar un poco distinto en teatro, en redes siempre trabajamos juntos porque nos encanta. De hecho, estreno el 6 de enero y nos ponemos a trabajar con Sole el material nuevo para las redes. Lo que pasó es que Soledad este año fue mamá, hace tres meses que nació Sasha y se dedicó a su bebé, pero en enero se reincorpora. Sole y es mi amiga, mi hermana, no nos vamos a separar nunca.
–Con una mirada retrospectiva: ¿cómo te forjó el oficio de actor todos estos años?
–El actor se fue haciendo de a poquito. Los otros días encontré una foto de mi primera clase de teatro en el barrio, yo tendría 10 años. Después conocí a Los Macocos y empecé a estudiar con Martín Salazar y Luis Agustoni, hice pequeños cursos con otros profesores, gente muy interesante, incursioné en la tele, el teatro, y hasta el día de hoy hay un crecimiento increíble. Estudiar me sirvió para darme herramientas; grabar muchos los sketchs y subir mucho al escenario fue muy importante. La pandemia también me permitió bajar un cambio y conectar porque realmente estaba en una nube de pedos, muy acelerado, y hoy por hoy puedo disfrutar mucho más. Estar bien de la capocha suma muchísimo.
–¿Cómo sos frente a un director? ¿Cómo construyen el espectáculo?
–Me hincha las pelotas trabajar con directores, no me gusta mucho que me dirijan, pero estoy aprendiendo y respetando eso, porque es fundamental. En el caso de la ficción de Telefé había dos directores muy buenos, quizá yo ya tenía una idea y ellos, conociendo la historia global, me decían: ‘Sebas no, acá bajá, es mucho, más chiquitito’, y aprendí de escucharlos, fue una muy buena experiencia. Diego Reinhold, que también es un excelente director, me marca muchísimo, y lo que me gusta es que me hace tocar otras teclas interesantes, porque, por lo general, uno va a lo que ya sabe.
–¿Qué es el humor para vos?
–El humor es “un gran invento de Dios”, y tiene la capacidad de modificar la realidad, cambiarle el día a alguien y para algunos hasta es sanador.
–¿Quiénes son tus referentes?
–Te podría decir que el humor de Alberto Olmedo me gustaba mucho, Chespirito haciendo El Chavo del 8... Todo lo que hacía Roberto Gómez Bolaños me encantaba. O Cantinflas, otro mexicanote y Franco Escamilla, que es de ahora. Pero también Benny Hill, Ricky Gervais, Larry David, Seinfeld, Diego Capusotto es un genio, el gordo Casero cuando hacía Cha Cha Cha me parecía muy divertido... Acá hay un montón de comediantes muy buenos, como Juampi González, Natalia Carulias, Fernanda Metilli, Fer Sanjiao, Pablo Fábregas, Sebastián Wainraich, Roberto Moldavsky, y si vamos un poco más atrás, Antonio Gasalla, Tato Bores, Juan Carlos Calabró, Luis Landriscina o Les Luthiers, y seguro me estoy olvidando algunos.
–¿Cuesta más hacer reír en tiempos pandémicos?
–Es cierto que con el tema de la pandemia y la falta de laburo no hay mucho de que reírse. Si un humorista se tiene que subir hoy al subte o al tren seguramente le cuesta más hacer reír, porque quizá la gente está en otra frecuencia, está cansada, quiere llegar a su casa. Ahora el público que va al teatro y elige una obra de humor para reírse, es porque se quiere reír. Difícil es cuando no te esperan. Pero ahí ya empezás ganando uno a cero.
–Con el crecimiento del feminismo, ¿te sentís más limitado a la hora de escribir sketchs? ¿Qué te pasa cuando ves sketchs de hace cinco años?
–Hay algunos que me encantan, y los festejo y me sigo riendo, y otros los veo, me causan gracia, pero digo uy, nos zarpamos un poquito. En esa época quizás no nos dábamos cuenta, y seguramente hay algunas cositas que hoy no volvería a hacer, pero en su mayoría me encanta Préstico. Lo hicimos con un grupo de compañeros muy talentosos todos
–¿Te planteas tener un hijo?
–Mirá, yo tengo 47 y la verdad es que me encantaría ser padre. Ya es hora. Me da cagazo, veo a mis amigos y compañeros, amigas y compañeras corriendo de acá para allá con los hijos, que el médico, que el colegio, que karate… quizá sea un poquito egoísta. Pero si mi pareja o la persona que amo me llegara a decir que está embarazada, me derrito. Sí, ya es hora. Hoy por hoy soy solo, estoy buscando novia.
–¿Qué hacés en tus ratos libres?
–Veo series, camino, salgo con amigos, duermo la siesta y utilizo la prepaga. Voy a alguna clínica para utilizar mi prepaga, para justificar las 16 lucas que pago, y me hago cosas, viste. Me hago análisis de sangre, voy a visitar al otorrinolaringólogo.
–¿En qué crees?
–Creo que aquel que tiene un cargo político debe hacerse atender en un hospital público, no puede tener prepaga. Y sus hijos tienen que ir a la escuela pública, ya sea el Presidente, un diputado, un concejal, un gobernador, todos al hospital púbico. Y vas a ver cómo cambian las cosas. Porque lo veo muy mal y es muchísimo lo que se recauda. Eso debería ser mejor, y creo que si tuvieran que ir sí o sí a un hospital público cambiaría todo en beneficio del pueblo. Y también, político corrupto, sindicalista corrupto, cualquiera que haga algo mal, contra el pueblo, sea de donde sea, cárcel. Y por supuesto, que haya una Justicia independiente y se pueda demostrar bien, nada de operetas. Creo en eso. Hay políticos que realmente quieren trabajar para el pueblo y hay políticos que quieren hacer sus negocios, y eso tiene que cambiar. Tanto hospitales públicos como PAMI tienen que funcionar mucho mejor para el pueblo
–¿Hacés terapia?
No hago terapia ahora, es carísimo. Estoy bastante estable. Hice mucha terapia y, de hecho, de alguna manera, a mis 23, me salvaron la vida. Lo último que hice fue este año, unas ocho sesiones con un coach, que me ayudaron muchísimo, y ya no estoy haciendo. Y mientras pueda zafar, no voy a hacer.
–¿De qué cosas estás seguro?
–Estoy seguro de que tanto El primero de nosotros, la novela de Telefé, y mi obra de teatro, Mi madre, mi novia y yo, a la gente le va a encantar.
PARA AGENDAR
Mi madre, mi novia y yo. Dirección: Diego Reinhold. Con Sebastián Presta, Graciela Tenenbaum y Victoria Almeida. Estreno: jueves 6 de enero, a las 22, en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza. De jueves a domingos, en la temporada de verano de 2022.
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