Se fue un gran maestro
Era un verdadero representante de la vanguardia escénica
Anteanoche murió Roberto Villaneuva. Decididamente, un grande, un director de escena que estuvo unos pasos adelantado a su tiempo; un tipo con una calidad humana intensa; un señor alto que se vestía con ropa llamativa y que cuando llegó de España daba la sensación de venir con toda la vanguardia a cuestas.
Murió Villanueva, a secas. Desde hace un mes, estaba internado en el Centro Gallego y se fue apagando de a poco. Dicen los que estuvieron hasta último momento con él que casi no sufrió. Se había caído en su austera casa del centro que poca gente visitaba. La fractura de la cadera se había complicado con una infección hepática que se extendió al cerebro.
Su último trabajo de dirección fue "La muerte de Danton", de George Büchner. En aquella oportunidad le preguntaron si estaba escribiendo sus memorias. "¿Para qué? -respondió-. ¿A quiénes podrían interesar mis memorias? Escribir uno mismo sobre la propia vida me parece un acto de soberbia desmesurado. En todo caso, las obras que monto hablan sobre mí. Lo que hago habla sobre mí."
Es cierto; su producción habla de una persona inquieta, de un innovador, de un descubridor de talentos, de un apasionado por la mezcla de signos teatrales, de un luchador silencioso.
Había nacido en un pueblo cordobés de tres mil habitantes llamado Hernando. En su provincia natal trabajó como actor, director y autor. Su primer contacto con la escena fue en el Teatro de Arquitectura en donde intervino en la puesta de Jorge Petraglia de "Esperando Godot", de Beckett. Luego pasó a desempeñarse como director en la Comedia de la Provincia de Buenos Aires.
De 1962 a 1967 se instaló en el Instituto Di Tella, el búnker clave de la experimentación artística en nuestro país. Si bien aquello se convirtió en algo imposible de pasar por alto, a él no le gustaba hablar mucho de aquello. O, quizás, su timidez hacía que no le gustara convertirse en un centro de cualquier conversación. En el Di Tella fue el descubridor de Griselda Gambaro. "Tenía que inaugurar la sala y quería hacerlo con un autor argentino nuevo, que fuera con las nuevas tendencias y contra lo que era el arte realista, costumbrista", dijo en otro reportaje hace dos años. Así dio con "El desatino". En 1966/7 dirigió al Grupo Lobos en "Tiempo de fregar" y luego dio a conocer su particular versión de "Timón de Atenas". Más tarde vino "Anastasia querida", con Nacha Guevara.
Fin de fiestas
¿Qué pasó luego de la clausura del Di Tella? "Me quedé literalmente en la calle, con el culo al aire, como dicen los españoles", le gustaba decir. Entonces vino el exilio, como les pasó a tantos argentinos. Primero se fue a París y luego se radicó en Madrid. Allí, por ejemplo, estrenó "La fuerza de la costumbre", de Thomas Bernhard, en el Teatro Español. Aquella fue la primera puesta en castellano de una obra de Bernhard, otro tímido como él. Durante los setenta estrenó "Señorita Gloria", con Marilú Marini, su recordada puesta de "Plauto", su versión libre de "Ubú rey", y "Hamlet".
Volvió luego de la dictadura. Retornó también porque quería ver a su madre que estaba muy enferma (él también estaba enfermo). Hasta se dio el gusto de volver a su pueblo natal que había dejado a los 13 años. "Me dieron las llaves de la ciudad y me alojaron en la suite nupcial del hotel", recordó en otra oportunidad.
Ya en Buenos Aires le llegaron nuevas propuestas para trabajar en salas oficiales y privadas. Vino "Fuenteovejuna", "Los pilares de la sociedad", "Morgan", "Minetti", "El juego del bebé", "Amando y Eduardo" y "Almuerzo en la casa de Ludwig W.", entre otros. Por este magistral trabajo ganó infinidad de premios que guardaba en la cocina de su mínimo departamento. Este año iba a dirigir nuevamente a Alfredo Alcón en "Enrique IV" (ya lo había dirigido en "Las variaciones Goldberg"), pero debido a algunas desinteligencias no pudo ser. Tenía otro proyecto para el Regina, pero tampoco. El día que se accidentó tenía una reunión de producción para otro espectáculo que quedó en la nada y hasta se había anunciado que iba a actuar en una pieza radiofónica.
Lo cierto es que a los 75 años de edad murió el maestro Roberto Villanueva. Sus restos serán cremados hoy en el cementerio Memorial, de Pilar. El teatro lo va a extrañar.
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