A punto de estrenar su espectáculo Un ritual, en el que celebra sus 40 años de trayectoria, la voz de Gran hermano y protagonista de tantísimos musicales pasa revista a su carrera y habla de su relación con Nacha Guevara y Valeria Lynch
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De niño tuvo la bendición de que su padre le legara cual mantra un consejo para toda la vida: “haz siempre lo que te haga feliz”. Y desde entonces Rodolfo Valss lo cumple a rajatablas. Por eso, a los 16, luego de monopolizar, reunión tras reunión, la atención de familiares y amigos con su interpretación de “Presente”, de Vox Dei (que se acompañaba en guitarra), se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música y su vida cobró otro sentido. “Hasta entonces lo mío era un pasatiempo, no sabía que se podía estudiar canto”, comenta el protagonista de Calle 42, Eva, Annie, El hombre de La Mancha, La Bella y la Bestia, Los Miserables, Chicago y Sunset Boulevard, entre tantísimos musicales, y Premio Konex 2001 y 2011. Luego, a los 19 años, abandonó los estudios formales de medicina y psicología y más tarde un trabajo muy bien remunerado en una empresa constructora internacional para iniciar una carrera teatral con mayúsculas. El primer paso, sin embargo, fue por casualidad.
“Un día iba caminando por la avenida Corrientes junto a un compañero y justo pasamos por la puerta del teatro El Nacional. Él, cansado de escucharme hablar sobre música, me empujó literalmente adentro y me encuentro en medio de una audición, la de A Chorus Line. Yo no sabía ni de qué se trataba pero avancé en la cola de postulantes como un robot y terminé cantando ‘Old Man River’ para el maestro Díaz Vélez. A diferencia del resto, me dejaron cantar todo el tema y, al final, escuché a alguien decir: ‘que bonitinha voz tem você'. ¡Era Maria Creuza!, la esposa del pianista. Después, claro, cuando tuve que dar la prueba de baile en el escenario, todo fue dramático, o más bien desopilante... era Niní Marshall bailando ‘La muerte del cisne’ en Yo quiero ser bataclana. Todos iban para un lado y yo para el otro, no pegaba un solo paso. Obviamente no quedé, pero cuando me estaba yendo cabizbajo del teatro me agarró un asistente de Alejandro Romay, quien desde las sombras del pullman me había escuchado cantar, y me preguntó: ‘¿te interesa sumarte al ensamble de El diluvio que viene (el musical que hacía un año batía récords de público en esa misma sala)? Yo no sabía qué significaba el ensamble ni El diluvio… pero dije que sí y así empezó mi carrera”, relata el actor. Hoy, a exactos 40 años de aquel momento, decide mirar hacia atrás por primera vez y auto homenajearse a través de un espectáculo titulado Un ritual. La celebración comenzará mañana y proseguirá los siguientes siete jueves, siempre a las 20, en el Teatro Border (Godoy Cruz 1838).
Paradójicamente, el show producido por Fábrica de Artistas –la fundación patagónica que trabaja en torno al arte de la inclusión y que suele contar con Valss en su staff de profesores– no contendrá temas de los musicales en los que intervino. “Esta es la primera vez que voy a llevar adelante mi propio libreto, no quiero cantar lo que me imponen los argumentos de otros, como me sucedió con las comedias musicales a lo largo de los años. Esta vez sólo quiero cantar lo que tenga ganas de hacer. Habrá un poco de tango, otro tanto de jazz y baladas. Ahora quiero hablar de mí, de mis gustos más personales y de mi historia, porque este libreto es sin dudas el reflejo de mi vida”, explica y adelanta: “Un ritual abrirá con la primer canción que canté en público, que fue ‘Summertime’, en un acto del Conservatorio de Música. Después, cuando recuerde el momento en que conocí a Astor Piazzolla, interpretaré ‘Balada para un loco’. O sea, a cada anécdota, le sucederá un tema. Por eso, cuando relate lo que significó para mí trabajar junto a Roberto Goyeneche en el music hall Tango Tango, acometeré ‘Melodía de arrabal’; y a la hora de sintetizar en un solo tema la influencia de mi padre en mi vida aparecerá ‘Adiós Nonino’. También hablaré de mi encuentro con María Elena Walsh a través de ‘El viejo varieté' y contaré por qué nunca antes canté ‘Honrar la vida’, si bien Eladia Blázquez me ofreció su canción insignia para que lo hiciera”.
¿Y es absolutamente seguro que Un ritual no incluirá al menos un par de estrofas de algún tema de un musical? “Bueno… hay algo guardadito por las dudas, por si el público lo exige a gritos (risas)”, admite generando misterio. En algunos segmentos del espectáculo, que durará 70 minutos, Valss estará acompañado por un par de alumnos (distintos en cada función), a los que se niega a llamar así “porque descubrí que la palabra proviene del terminó latín aluminé, que significa ‘sin luz’ y no creo que ninguno de ellos carezca de ella ni que yo, como profesor, sea un iluminado. Ellos, para mí, son colegas, muy jóvenes por cierto, pero colegas, a los que quiero pasarles la posta”, resume humildemente, haciendo gala de su reconocida ética de trabajo.
–¿Qué fue lo más extraño que te pasó en la profesión? ¿Haber reemplazado de un día al otro al protagonista original de Calle 42 (al actor Duilio Marzio) y estrenar vos en ese rol?
–Eso por empezar, claro, que fue terrible, porque yo no soy de los que escuchan un tema y ya se lo aprenden de memoria, no... tengo una pésima memoria. Así que fue una experiencia altamente estresante. Pero conté con el colaboración inconmensurable de Violeta Rivas (que era la figura femenina principal del musical), una compañera muy amorosa, que me ofreció pasar la letra a toda hora en su camarín. Pasé de tener un papel más pequeño, el de Bert Barry, a tener que aprender de golpe muchísima letra y canciones, en fin, todo lo correspondiente al papel de Julian Marsh; ya que Duilio –luego de sufrir un ataque de celos por el cartel, las fotos de la marquesina y por cómo estaba dispuesto el saludo final– había decidido intempestivamente abandonar la obra tras dos meses de ensayos. Pero después, cuatro o cinco años más tarde, viví un episodio que, si lo cuento, nadie me lo va a creer: ¡fui el mozo de Liza Minnelli!
–¿Cómo que fuiste el mozo de Liza Minnelli?
–Resulta que yo estaba haciendo El jorobado de París , el musical de Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler, en el Luna Park, y un día me preguntan si no me molestaría prestar mi camarín –que al parecer era el mejor del estadio– para que lo ocupara una figura internacional, que venía a hacer unos shows en nuestros días off. En cuanto me dijeron de quién se trataba, respondí: “¿qué?, por supuesto que sí, es más, vengo y le limpio el camarín con la lengua”. Y así casi hice, porque me instalé en el pasillo para ver si lograba conocerla. Todo era muy frustrante hasta que, de repente, salió un asistente y, en un pésimo castellano, preguntó si había algún mozo cerca que hable inglés. Yo inmediatamente dije que sí, porque soy bilingüe, y me enviaron al bar de al lado a comprar siete aguas y siete cocas light. El tema es que yo soy muy torpe y además nunca había llevado una bandeja, así que tardé como dos horas en volver: me temblaban las manos, las piernas y todo lo que se te ocurra. Cuando ingresé al camarín y la vi a Liza, primero quedé congelado y, luego, cuando constaté que le estaban cortando un pedazo de tela del vestido para hacerle un dobladillo, me tiré al suelo para llevármelo, y juro que lo guardo hasta el día de hoy. A los dos shows siguientes seguí asistiendo en calidad de mozo, hasta que al tercero (de los cinco que tenía programados) me acerqué a Liza y le confesé la verdad: ¡se mató de risa y, a partir de ahí, pasé a ser, para ella, Rudolph!
–¿Cuáles son las obras y los personajes que recordás con más cariño?
–Por todas las obras y los personajes que hice guardo un gran amor, porque los elegí, no es que los hice obligadamente. Nunca hice por hacer. Cada vez que me llamaron para audicionar, primero investigué sobre la obra y recién después, si me interesaba, me presenté. Sino, no. Porque, ojo, yo no sé nada de musicales, no soy público de musicales, no viajo a Broadway a ver espectáculos. Por eso cada vez que me convocan a una audición voy casi virgen con respecto al personaje que me ofrecen, y no me ha ido tan mal así, ¿eh? De los papeles que finalmente acepté hacer, el más importante sigue siendo Mario, el hombre de pueblo de Eva, porque fue mi primer protagónico y porque la gente aún me sigue pidiendo que cante sus temas. Ese personaje y esa obra (de Nacha Guevara, Pedro Orgambide y Alberto Favero) me han llenado de premios, aplausos y afecto. ¡Y de cuánto afecto! Aún recuerdo cuando vino a ver la obra Julie Christie, irrumpió como loca en mi camarín, se me colgó encima como un koala y me dijo que se quería casar conmigo. También me vino a saludar Whoopi Goldberg, quien me comentó que además era cantante y que le encantaría hacer un dúo conmigo. Y si tengo que elegir otro papel, elijo el de Sunset Boulevard, el mayordomo Max Von Mayerling, el último que interpreté, porque se trató de una criatura completamente distinta a mí, un ser rígido, inexpresivo, muy para adentro; todo un desafío desde lo actoral. Yo soy exactamente lo opuesto, si te quiero te lo demuestro sin tapujos.
–Hablando de Eva, ¿cómo fue trabajar con Nacha Guevara?
–Nacha es una mujer que sabe todo, está en el escenario, en el medio de una escena y, de golpe, se da cuenta que la luz número 72 no prendió bien, o que mientras que promedia una canción que ella misma está cantando la tuba, allá abajo, entre la orquesta, desafinó. Tiene el radar prendido todo el tiempo. Eso, en el día a día de trabajo, puede ser tan maravilloso como complicar las relaciones. Nacha es una mujer complicada. De todos modos, debo admitir que la segunda vez que hicimos Eva, veintidós años después de haberla estrenado, nuestra relación fue distinta. Porque le dije que yo ya no era el nene de años atrás, cuando recién empezaba. “Esto lo hago por amor y no por plata, así que ante la menor sensación de hostilidad yo me voy”, le dije. Y ella me respondió: “perfecto, vos sabés que soy un combo…” (risas). Cuando finalmente hubo un momento de tensión se lo marqué y ahí terminó el asunto.
–¿Es verdad que te hizo audicionar para volver a trabajar con ella en la nueva versión de Eva, el musical, la de 2008?
–No sólo eso, también me hizo hacer ejercicios. Me decía: “a ver, sentate en el proscenio, ahora acóstate, ahora esto, ahora lo otro, hasta el infinito”. Mientras, el resto del elenco, los músicos y la producción estaban de mi lado. Todos querían que yo fuera Mario otra vez. Todos le decían: “és él, es él, tiene que ser él de vuelta”. Y ella que no, que no y que no. Entonces me hizo pasar por una suerte de vía crucis eterno. Pero, bueno, Nacha es así… y al final aceptó que los demás tenían razón y estuvimos nuevamente juntos haciendo Eva. Y esa vez logré cantar toda mi aria, mi gran momento en la obra, de cara al público. En la primera versión me había obligado a hacerlo de espaldas.
–¿Volverías a compartir un escenario con ella?
–Sí, yo ahora estoy mucho más armado como para poder hacerlo. De hecho, hace un tiempo me volvió a llamar. Ella estaba por hacer La voz humana y me pidió que la ayudara con el texto, necesitaba escuchar al marido o al amante por teléfono. Me dijo: “te necesito porque vos das bien los tonos”, así que me contrató para hablar por teléfono. Después ese trabajo finalmente no llegó a ver la luz, nunca se estrenó, pero terminamos en buenos términos. Es que Nacha es así, vas a tomar un té con ella y es un amor, pero a la hora de trabajar… se pone muy difícil.
–Y con Valeria Lynch, en Sunset Boulevard, ¿cómo fue la experiencia?
–Valeria es un encanto. Es divertida, buena compañera y tiene la mejor de las ondas. Nos lo pasábamos riendo todo el tiempo. Es más, el día que me dieron el Premio Hugo al Mejor Actor de Reparto por la obra, y yo le agradecí desde el escenario lo buena compañera que era, ella se emocionó y se puso a llorar. Yo se lo agradecí porque, a veces, las divas desconocen lo que es el compañerismo…
–¿Qué diferencias encontrás entre trabajar en una producción nacional y en una internacional?
–Para mí trabajar para los yanquis y los ingleses, en las versiones locales de los grandes musicales que vinieron a montar acá, significó una beca. Para ellos los actores son lo más importante de la obra, y te lo dicen. Esto quiere decir que tienen un cuidado y un respeto supremo por vos y tu trabajo. Desde ya no existen los gritos y las faltas de respeto. Siempre te lo dicen todo con una sonrisa, algo que también viví con (el director) Claudio Tolcachir, en Sunset Boulevard. Por ahí en otras producciones nacionales hubo muchos más nervios y gritos, porque algunos creen que gritar es sinónimo de tener y detentar el poder.
–¿Hoy qué lugar ocupa la docencia en tu vida?
–El primero, porque vivo de eso. Antes hacía teatro, algo de televisión y daba clases. A partir de la pandemia vivo sólo de la docencia. Y no me lamento por eso, ser docente me encanta. Por el momento sigo dando clases virtuales. Antes las detestaba, pero cuando empezó la pandemia pedí disculpas al universo por haber pensado así, porque no sólo me permitieron sobrevivir sino porque he constatado que son efectivas, que dan resultado. Trabajo con gente de distintas edades, salvo con menores, porque sostengo que hay que esperar a que hagan el cambio de voz en la adolescencia. Hoy doy clases a gente del todo el país y hasta tengo alumnos en Miami. Algunos son simplemente estudiantes, otros ya profesionales.
–Por último, ¿hoy te sentís más reconocido por tu trayectoria en los musicales o por haber sido la voz de Gran hermano y el couch vocal de Operación triunfo y Talento argentino?
–No me cabe dudas de que soy más reconocido por mi labor en la tele. Y eso me duele un poco. De todos modos son dos públicos distintos… Al de la tele no le importa que vos seas un actor de teatro y a mí eso me apena, no por una cuestión de ego, no porque no me hayan venido a ver en una obra, sino porque eso significa que se han perdido la experiencia teatral, que es hermosa, por quedarse sentados en su casa viendo un reality. Por eso prefiero el reconocimiento de la gente fanática de los musicales, que podrá ser menor en cantidad, pero que es súper amorosa y demostrativa. A la mayoría no la conozco, obviamente, pero me envían mensajes muy afectivos por las redes y me tratan como si fuera su primo. Después de 40 años de trabajo me hacen sentir que soy uno de los actores de musicales más queridos y eso me llena de muchísimo orgullo.
PARA AGENDAR:
Un ritual
Protagonistas: Rodolfo Valss (actor/cantante) y Hernán Matorra (piano)
Teatro Border, Godoy Cruz 1838.
Funciones: jueves, a las 20. Del 5 de mayo al 23 de junio.
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