Rodolfo Ranni: sus vacaciones en la Pinamar de los caminos de tierra y sulkis, el teatro y su amor por Tony Bennett
Protagoniza, en la temporada de verano cordobesa, Pacha y Delia, junto a Ana Fontán; con siete décadas de trayectoria, se siente un “afortunado” porque trabajó con “todos los grandes”
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CÓRDOBA.- A los 85 años, Rodolfo Ranni disfruta de las giras y de hacer temporada teatral. Con Ana Fontán protagoniza en Carlos Paz Pacha y Delia (como la última vez), todos los lunes en el Holiday II y a su vez es el director de la obra. El resto de la semana, la dupla recorre diferentes localidades serranas y también la ciudad de Córdoba. “Me gusta salir de gira. La vida es movimiento, hay que mirar siempre hacia adelante”, le cuenta Ranni a LA NACION. Está instalado en un hotel de la capital provincial, por lo que vino sin la familia.
Las vacaciones llegarán “más adelante”, admite y recuerda las de cuando era chico -llegó de Italia a los 10 años-, cuando iba a las “chacras” de un amigo. Le gustaba mucho Pinamar, pero la de antes. “La de ahora no es mi Pinamar”, sostiene. Sus recuerdos de ella son los de una ciudad balnearia más silenciosa, con menos gente. Claro que desde los 15 años, cuando empezó a hacer teatro, prefirió más “estar en el escenario que de vacaciones”.
Con siete décadas de trayectoria, Ranni trabajó con todos los grandes. Con Armando Discépolo, Hugo del Carril, Tita Merello, Luis Sandrini y con muchísimos jóvenes que se ganaron su lugar en la escena con los años. Reflexivo, el querido actor asegura que siempre está dispuesto a “aprender y seguir adelante” y que no piensa en retirarse, sino en seguir disfrutando de su oficio.
En el 2000, Ranni hizo su primera temporada de verano en Córdoba y desde entonces regresó varias veces, “tantas que ya perdí la cuenta”. Dice estar “encantado” de pasar estas semanas en la provincia: “Los cordobeses son muy teatreros, disfrutan, al igual que los visitantes. La gente es súper generosa. Nos espera en la puerta del teatro, nos dan su cariño”.
Pacha y Delia es un texto de Guillermo Camblor que cuenta la historia de una pareja separada hace 20 años que se reencuentra y que se enfrenta al interrogante de qué pasa entre ellos después de tanto tiempo.
-¿Todavía le gusta salir de gira?
-Me encanta. La vida es movimiento, hay que mirar siempre hacia adelante. Las giras permiten conocer distinta gente y lugares aun cuando estemos poco tiempo. Se anda por rutas y las de Córdoba son muy buenas, un ejemplo para el país. Ir y venir te mantiene joven y así la cabeza funciona de otra manera. En la rutina es distinto.
-¿Por qué esta obra?
-Camblor la escribió hace 15 años para Cecilia Milone y para mí, pero no la pudimos hacer por cuestiones de tiempo y de trabajo y siempre me quedó en la cabeza. Ahora hice la adaptación y la dirijo. La producción convocó a Fontán, a quien no conocía. Es magnifica y estoy muy contento de trabajar con ella.
-¿Por qué Camblor la escribió para usted?
-Porque siempre se necesita una cara para un personaje. Como escritor me pasa y eso facilita mucho al autor. Uno piensa en un actor, en una actriz. Después, sino se da, se modifica, pero cuando se piensa en determinadas características es más simple escribir.
-Fontán debe ser de las pocas actrices con las que no había trabajado…
-Tengo la fortuna de haber trabajado y de trabajar con grandes actrices y actores. Empecé de muy chico, llevo 70 años actuando y he estado con los más grandes como Milagro de la Vega, Sandrini, Merello, Del Carril, Discépolo. He tenido la enorme fortuna de que me convocaran a trabajar con ellos. Era un pibe y era parte del grupo independiente que después fue el que fundó el Teatro Payró. Aprendíamos trabajando y mirando. Que te dirija Discépolo equivale a clases de teatro por cinco años.
-¿Se daba cuenta entonces de que trabajaba con los más importantes, era consciente de eso?
-Para mí era lo cotidiano. Cuando lo pienso digo: ‘la gran flauta, qué fortuna la de haber estado con directores y actores de primera’. A través del tiempo uno va haciendo su propio método. Cuando empecé lo único que existía era el Conservatorio de Arte Dramático. El estilo era el de la escuela española declamatoria. Nosotros aportamos el naturalismo. A mí lo que más me va es el repentismo, pero la clave y lo que importa es que cada vez uno sea mejor, que tenga más nervios el día del estreno y eso me pasa, tengo más nervios que nunca.
-¿Será porque ahora es más consciente que a los 15 años? Igual, a esa edad, la inconsciencia ayuda.
-Claro, uno ahora sabe lo que significa estar arriba del escenario, el compromiso y la responsabilidad que es. De pibe hay un grado de inconsciencia importante, sin eso uno se quedaría mudo. Con Tita (Merello) hice Carolina Paternoster un mes seguido en Rosario. Claro que en aquellos años las temporadas eran así y pasabas de Rosario a Los Ángeles, en California, donde se veía cine argentino. Tuve la fortuna de hacer esa época.
-¿Le pasó trabajar con algún actor o actriz joven y desconocido y decir “este será muy bueno”?
-Con varios. Me acuerdo de uno en especial. Yo había pasado de Canal 13 al 9 para hacer La Nena, la versión de los 90 con Valeria Britos, y se estaba buscando a quien sería el novio. Apareció un pibe y les dije: “éste es. Y será excelente”. Era Mariano Martínez. Pero he trabajado con muchos. Incluso con (Emilio) Disi. Cuando él empezó yo ya había hecho Muchacha italiana viene a casarse y estaba en Matrimonios y algo más y veía que era bueno.
-¿Dónde pasaba sus vacaciones de chico? ¿Las recuerda?
-Vine de Italia con 10 años, en 1947. En los veranos íbamos a quintas o chacras de amigos, pero como a los 15 años empecé a trabajar en las vacaciones prefería estar en el teatro. Sí recuerdo a Pinamar, aunque la de ahora ya no es mi Pinamar...
-¿Por qué no?
-Porque era camino de tierra desde Madariaga. Había que tomar el trencito hasta lo que ahora es la ruta 11 y ahí los taxis que eran sulkis. Las calles no tenían nombres, las casas los tenían y así se llegaba. Es la contradicción del progreso, aquel lugar bucólico y tranquilo no es lo mismo que esta ciudad con mucha gente y movimiento.
-¿Lee cuando está de vacaciones, escucha música?
-Los veranos para mí son de laburo. En marzo casi siempre me voy unos días afuera. Escucho música, mucha. Soy fanático del jazz y de Tony Bennett. A mi nieto de seis años se lo pongo en el auto desde que nació. Cómo será que desde chiquito sube y dice: “pongamos a Tony Bennett”. Es el más grande de los nietos más chicos. Tengo cuatro. Tengo una chacrita y apenas llega pone música. A mí me gusta el jazz, pero también la ópera, mucho Luciano Pavarotti. He cantado jazz de manera amateur.
-¿Qué extraña de no estar en una casa. Le gusta la vida de hotel?
-Estoy solo y no con mi familia, si fuera en una casa mientras hacemos la gira, ellos pueden estar, pero ahora dormimos y salimos a la otra ciudad. A mí me gusta, claro, en un hotel bueno como en el que estoy. Extraño cocinar porque cocino mucho. Mi mujer me pregunta: “¿qué comemos hoy?” y yo le pido que compre tal cosa y tal otra y cocino. En la gira se come poco y a veces por los horarios y porque uno está cansado, lo que se encuentra.
-¿Por qué habría que ver Pacha y Delia?
-Porque es el reencuentro de una pareja después de 20 años, se cuentan sus vidas, hay sorpresas, la gente se ríe, se emociona y hasta lagrimea. Se sienten totalmente identificados. Hay muchos Pacha y muchas Delias y me lo dicen cuando termina la obra y nos encontramos en la puerta.
-¿Usted también se identifica?
-No, en lo personal no. No podría hacerla si fuera así.
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