Reflejos para gente de alma sensible
"Reflejos en el agua" . De Alberto Borla. Producción, escenografía y dirección: Federico Palazzo. Con: Viviana Saccone, Graciela Pal y Claudio Garófalo. Interpretación simultánea para sordos: Marlene Llanos, Julieta Espinosa y Juan Manuel Blanco. Luces: Julio Martínez y Federico Palazzo. Música original: Ricardo Renaldi. Asistencia de dirección: Carlos Bertona. Coordinación: Mariano Ruiz. En el Picadilly, Corrientes 1524. Duración: 80 minutos.
"En la vida hay que tener estómago", dice Arminda, el personaje de Graciela Pal. En el contexto de esta obra sencilla resume el pensamiento de sus criaturas y los aconteceres de la historia. Esta no es una pieza para público de lecturas y lenguajes complicados. Es para ese público sensible que todavía se emociona. Es elemental y básica, pero contiene mucha ternura a través de elementos costumbristas que rozan el grotesco y el melodrama. Arminda y sus hijos están refugiados en el techo de su casa, sometidos por una cruel inundación, azote que los tiene tan acostumbrados como hartos. Por lo menos una vez por año deben vivir esa situación y saben que hay otro mundo donde "la gente hace lo que se le canta", según dicen. "Cristo no viene por estos lados", refunfuñan. Ellos esperan. Tienen la esperanza de que pase el bote con "los de la tele", para que los filmen haciendo algún número artístico y así alcanzar la gloria. Es una cotidianeidad chata, despiadada y sin porvenir.
Alberto Borla puso el trazo grueso de esta pieza en sus personajes, que se vuelven más potentes que el texto mismo. A Julio y Amaya la cultura ni siquiera los rozó. Se resignan a un destino impuesto y cantado que parece irreversible. Pero no tienen posibilidades de lucha, optan por la resignación y por encontrar nuevos sabores, tan sencillos y elementales como ellos, que lo reconforten y signifiquen una semilla distinta en su alma. Por su parte, Arminda tiene una gran fortaleza y detesta la debilidad por esa obligación de ser fuerte. Exige demasiado y ansía un destino para sus hijos.
Hiperrealismo
Federico Palazzo impuso a su puesta una tónica hiperrealista que se condice perfectamente con el texto. La actuación también transita por esa misma frecuencia y, en general, llega a muy buen puerto. Es muy interesante la química lograda entre Viviana Saccone y Claudio Garófalo. Reflejan una relación entre hermanos con mucha ternura y realismo. Saccone dota a su Amaya de la ingenuidad necesaria en un papel muy distinto de los que suele hacer en TV. En cuanto a Claudio Garófalo, hace el trabajo más interesante. Dotó a su personaje de los matices necesarios para volverlo rico, en una creación que provoca ternura. Graciela Pal se pliega a ese vínculo y completa un triángulo interesante desde el trabajo en equipo. Tiene que jugar con el papel más complicado. Su Arminda da un vuelco de 180 grados entre un cuadro y otro, y eso lo vuelve difícil a la interpretación. Pero sale con gallardía y oficio. Muy ajustada la puesta de luces y el diseño escenográfico, que dibuja la superficie de la terraza del edificio.
Los miércoles, se realiza una función especial, con interpretación simultánea para sordos con lenguaje de señas. Descuento del 50 por ciento para personas hipoacúsicas.
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