Irma Ferrazzi conoce los cinco papeles de Brujas, la comedia récord del teatro argentino, y, en caso de necesidad y urgencia, sube al escenario para cubrir la ausencia de alguna de sus figuras titulares; historia de una actriz que es “suplente de un seleccionado”
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“Creo que es un caso único en el mundo, ¿debería entrar en el Guinness?”, se pregunta Irma Ferrazzi. Razones no le faltan, ya que su trabajo en la obra Brujas es, indudablemente, poco usual. Cada noche, se alista para suplantar a cualquiera de las actrices protagonistas que, por fuerza mayor, puede llegar a ausentarse y no cumplir con su compromiso en la sala del Multitabaris porteño.
Ferrazzi es una suerte de alter ego de Nora Cárpena, Moria Casán, Graciela Dufau, María Leal y Luisa Kuliok. Y también lo fue de Susana Campos y Thelma Biral, quienes formaron parte del elenco fundacional de este espectáculo que, con algunas breves interrupciones, lleva 34 años en cartel. Que quede claro, la actriz conoce al dedillo la letra de cada uno de los personajes y, como un bombero voluntario siempre listo, sale a escena en caso de necesidad y urgencia.
En el mejor de los casos, Ferrazzi se entera de antemano si debe reemplazar a alguna de las protagonistas; otras veces, si las circunstancias así lo determinan, tan solo minutos antes de levantarse el telón; y no faltó la noche en la que, en medio de la función, debió subir al escenario para salvar las papas del fuego ante una compañera que tuvo algún percance durante la representación.
“Todo comenzó en 1992, cuando Guillermo Bredeston me convocó para hacer el reemplazo de Graciela Dufau, quien interpreta a Ana, una jueza de la Nación”, rememora. Entonces la pieza iniciaba su segundo año a sala llena y con dos funciones diarias. Conversar con Irma Ferrazzi es meterse de lleno en la historia de un fenómeno. Anécdotas le sobran, conforman su “libro de memorias” dentro de la compañía.
Con inteligencia y ubicación, pero sin desmerecer su rol fundamental y necesario, deja en claro que “siempre conservé mi lugar, sabiendo que soy suplente de un seleccionado; pero también sé que soy irreemplazable”.
La sociedad conformada por Carlos Rottemberg y Guillermo Bredeston era la responsable de la producción de la pieza -dirigida por Luis Agustoni- que se convertiría en uno de los hitos del teatro nacional, aunque su autor, Santiago Moncada, era español y rubricó su texto bajo el nombre Entre mujeres.
Cuando Ferrazzi fue convocada por Bredeston, la actriz -que vivió siete años en Perú- venía de protagonizar la versión que se había hecho en Lima con dirección del argentino Osvaldo Cattone y en donde ella interpretaba el papel de Luisa, en nuestro país realizado por una descollante Moria Casán. Indudablemente, Brujas estaba en su destino.
-¿Cómo recordás aquel primer reemplazo de Graciela Dufau?
-Me vistieron con su ropa, estilo Chanel, pero yo estaba muy acomplejada porque se me veían las rodillas, a las que suelo tapar, porque siempre las percibí más grandecitas de lo que tendrían que ser; pero la mente estética me ayudó.
-¿Mente estética?
-Sí, uno puede sentirse mal, tener un grave problema, pero sube al escenario y siente esa libertad única, lejos de los malos pensamientos.
-Para aquel debut, ¿habías podido ensayar lo suficiente?
-Tuve en solo ensayo con Luis Agustoni, el mismo día de la función. Recuerdo que Nora (Cárpena) me agarraba del brazo y me indicaba los lugares del escenario donde me tenía que parar. Además, hablaba en un idioma un poco raro, porque venía de Perú y ya tenía la tonada incorporada, pero mezclada con el porteño.
Una sorpresa
Luego de cumplir con ese primer reemplazo, Bredeston le propuso continuar. “Me dijo que me quería para la temporada de Mar del Plata”. Durante años, Brujas alternó sus inviernos en el Ateneo porteño con el Atlas marplatense. “Tenés que aprenderte los otros cuatro personajes”, le indicó el productor.
La actriz no salía de su sorpresa, aunque corría con una “ventaja”, ya que, por haber hecho la comedia en Perú y reemplazado en Buenos Aires a Dufau, conocía la letra de dos de los roles. Para el verano de 1992 “solo” debía aprenderse tres personajes más. “Arreglemos el dinero y arrancás”, la conminó el marido de Nora Cárpena. “Dije que sí, pero con terror. Creo que, en ese momento, Guillermo Bredeston era consciente de lo que era capaz de hacer y que ni yo misma sabía. Era asumir una gran responsabilidad y con semejantes actrices, porque Brujas siempre se hizo con estrellas”, sostiene Ferrazzi, quien reconoce “he sido y soy fan de todas ellas”.
-¿En cuantas funciones te has subido al escenario para hacer reemplazos?
-La obra lleva más de 4000 representaciones y yo, en este momento, voy por las 649.
-Al igual que lo hace Carlos Rottemberg con sus espectáculos, llevás tu propia estadística.
-La importancia que ese número tiene para mí es que significa las veces en las que he ayudado a solucionar un problema y eso es lo que me gusta. Me gratifica poder ayudar reemplazando a estos monstruos sagrados de la escena nacional y la televisión; aunque, una vez que me subí al escenario, ya me siento protagonista, pero sé muy bien que soy una suplente.
-En escena, cumplís con un rol protagónico.
-A veces, la gente no lee el cartel que se coloca en la puerta, donde se anuncia que una de las protagonistas no estará y que seré yo quien la reemplace, entonces me ha sucedido que, a la salida, me llamen por el nombre de la actriz a la que suplanté.
-¿Cómo es eso?
-La gente asocia cada papel con su actriz titular. Cuando yo tenía el pelo castaño y me tocó reemplazar a Thelma Biral, se ve que los espectadores me veían parecida, porque me saludaban pensando que era ella. Ahora soy rubia y, hace dos noches, luego de cumplir con el papel de Graciela Dufau, dos chicas gritaron en la calle “Graciela, Graciela”. No sé por qué me di vuelta, sería la intuición, porque me estaban saludando a mí. Habían quedado chochas con la obra, pero les tuve que aclarar cuál era mi nombre y que era la suplente. Eso me divierte mucho.
-¿Sos amiga de las otras actrices?
-No, pero en el teatro somos las mejores compañeras. Y, como en cualquier trabajo, si llegasen a surgir diferencias de opiniones que no tienen que ver con lo teatral, jamás se dice nada que pueda alterar la cordialidad.
-A lo largo de los años, se produjeron algunas peleas entre actrices del elenco. Dos de ellas, por ejemplo, pasaron meses sin hablarse.
-Jamás vi peleas.
-Sí las hubo. Una actriz le recriminó a otra que hacía “contraescenas” durante sus parlamentos.
-Eso me lo cuentan los periodistas.
-Sos una dama.
-No te voy a mentir, esto es una familia teatral y, como en toda familia, hay disparidades y desacuerdos, diferencias políticas y religiosas, pero en Brujas nada de eso se lleva al teatro, siempre hay respeto por la otra y mucho compañerismo.
-Nunca trascendió un solo escándalo.
-Jamás y es el espectáculo con mayor convocatoria de público, con lo cual, es mentira que los escándalos venden entradas.
Para alquilar balcones
“Recorrimos dos veces el país, desde La Quiaca hasta ver los pingüinos en Ushuaia”. Las anécdotas de Irma Ferrazzi se suceden una tras otra. Es mucho tiempo de formar parte de un staff estelar y variopinto. Y, si bien casi todas fueron rosas, no olvida aquel verano de la década del 90 cuando, haciendo gira por la Costa Atlántica, Susana Campos sufrió un accidente. “Se había armado una especie de tablado y, en medio de la función, ella retrocedió más de lo necesario y terminó cayendo detrás del escenario. En ese momento, yo me encontraba en la platea, justamente vestida de blanco, como su personaje; así que Nora (Cárpena) me hizo subir, luego de preguntarle al público si deseaba continuar viendo la función, sin Susana Campos y con una actriz reemplazante”.
Luego de aquella traumática experiencia que dejó secuelas en el físico de Campos, Ferrazzi continuó cumpliendo con la gira y la actriz titular solo haciendo las funciones de los días lunes en el teatro Corrientes de Mar del Plata, entonces una muy bella sala que era propiedad de Carlos Rottemberg.
En aquella temporada, Moria Casán no fue de la partida y su rol lo cumplía Norma Pons. Leonor Benedetto, Marta González y Selva Alemán fueron otras de las actrices que conformaron algunos de los elencos de la obra ante la baja de las “titulares” que se involucraban en otros proyectos.
Durante los últimos tiempos de la pandemia de Covid-19, lógicamente con las salas ya funcionando -aunque con aforo reducido-, Sandra Mihanovich se subió a la titularidad del staff reemplazando a Graciela Dufau. Más allá de los nombres que se fueron sucediendo, siempre estuvo Irma Ferrazi lista para cumplir con su misión: “Suele pararme detrás de la escenografía, viendo la obra, atenta a lo que pueda suceder”.
Ese ejercicio también se convierte en un repaso de guion. Su “disco rígido” almacena cinco libretos y se activa de acuerdo al rol que le toca interpretar. “He estudiado mucho, la he vuelto loca a mi madre. Vivíamos en un monoambiente y me encerraba en la cocina para pasar la letra”.
-¿Nunca le hiciste decir a un personaje la letra de otro?
-Jamás, por eso, no puedo estar detrás de escena leyendo, charlando o mirando el celular, tengo que estar muy atenta.
-¿Te tocó ingresar a mitad de alguna función?
-Sí, reemplacé a Thelma (Biral) y a Graciela (Dufau), cuando ambas se descompusieron en la mitad de la obra. Una noche, salieron las cinco de escena y volvieron a entrar en fila, pero ya sin Graciela y conmigo suplantandola. La gente vio que faltaba una rubia y había entrado una castaña. La obra siguió como si nada.
-¿Nunca le avisan al público este tipo de eventualidades?
-Sí, en general, cuando se para una función, es Moria (Casán) la que le cuenta al público qué está sucediendo y explica que seré yo quien continuará con el espectáculo. Una vez, estaba reemplazando a Thelma Biral y, en medio de la función, se descompuso Graciela Dufau.
-¿Se canceló la función?
-No, como esa noche estaba en la platea Sandra Mihanovich, que ya había debutado con su rol alternativo, Moria (Casán) le pidió que subiera al escenario.
-¿Subió?
-Por supuesto, pero, mientras se cambiaba y maquillaba en el camarín, nos sentamos todas en el escenario y Moria (Casán) comenzó a contar anécdotas del espectáculo. Era un programa de televisión conducido por ella.
-¿Es cierto que, a lo largo de los años, fueron testigos del fallecimiento de espectadores?
-Sí, una vez, un señor se descompuso en la platea, así que lo llevaron al foyer para atenderlo y fue allí donde murió. Tuvimos un cadáver en el hall durante muchos minutos, pero, por suerte, se lo llevaron antes que terminara la función.
Cuando la obra se estrenó, en la ya lejana década del 90, los tiempos sociales eran otros, así que el beso entre dos de los personajes causaba revuelo: “Una noche, dos monjas se levantaron y se fueron y, más de una vez, algunas mujeres gritaron ‘¡asquerosas!’”.
Su camarín acompaña la particularidad de su trabajo. En los percheros descansa su vestuario, “suelo usar unas prendas de marca que me regaló Moria (Casán)”. La actriz llega al teatro cada tarde y se peina y maquilla para salir a escena, aún cuando, al menos de antemano, no deba reemplazar a nadie. “Estoy lista, al igual que el resto de mis compañeras, aunque no me toque subir a escena”. Sin dudas, se trata de una performance de lo más inusual y donde prima el orgullo de la posibilidad y no la frustración de no actuar todas las noches.
A la hora de repasar anécdotas, recuerda aquella noche en Santiago del Estero cuando Nora Cárpena la buscó especialmente: “Cuando ingresé a su camarín, la vi pálida, me asusté mucho, porque ella es un ombú, una madera que no se rompe jamás. Cuando le pregunté qué le sucedía, me contó que era fóbica a los murciélagos y que la sala estaba llena de estos bichitos. Yo también les tengo terror, pero igual tuve que salir a escena, chillaban sobre nuestras cabezas”.
“Irma, vestite”, es el santo y seña de los asistentes. Y luego llega el nombre del personaje que le tocará interpretar. Y, como decía un recordado actor argentino, la actriz apela al “me pongo la gorra y salgo”.
Juntas, pero no revueltas
-¿Qué dirías de Graciela Dufau, la primera actriz que reemplazaste?
-Es un cisne, etérea. Es una actriz que nunca hará el papel de la misma manera, es una profesora de teatro arriba del escenario. Y es una gran cómica, no sólo hace llorar a la gente.
-¿Cómo es tu relación con Nora Cárpena?
-Tenemos un vínculo familiar. Si me tiene que decir algo que hice mal o bien, me lo dice. No sé si ella sabe que la quiero tanto, pero es que cuando la veo, también lo estoy viendo a Guillermo (Bredeston).
A la hora de pensar en Moria Casán también la siente una suerte de “directora” de sus interpretaciones: “Me ha dado tips que he utilizado y han resultado una bomba. Es quien te dice ´que linda estás´, ´que bien estuviste´ y también te marca los errores con mucha calidez. Puede decirte que separes una frase en dos partes y, cuando lo hacés, resulta un éxito. No sólo es una gran compañera, sino una confidente”.
-¿Cómo definirías a María Leal?
-Es muy divertida, es como una niña mujer. Durante su primera temporada en Brujas, cuando cumplí años, me regaló una Tablet, porque, por decisión propia, no tengo televisor, y, cada vez que la reemplazo, me trae un regalito; esa generosidad también la aplica para validar mi trabajo. Cuando me agradece por haberla reemplazado, le digo que no me tiene que agradecer nada, ya que es mi obligación hacerlo.
-¿Luisa Kuliok?
-Es la más nueva, nos estamos conociendo. Es muy bella, adorable y una excelente actriz.
-¿Cómo es tu vínculo con Carlos y Tomás Rottemberg, los productores de Brujas?
-Carlos Rottemberg es un Dios y ahora también lo es Tomás, su hijo; ojalá se multiplicaran como las flores y hubiera muchos Rottemberg en este país, por lo creativo y productivos que son.
Tampoco ahorra elogios para Fernando Baier, “luego de la partida de Luis Agustoni, quedó en su lugar, es un director muy groso, tiene autoridad” y también menciona con afecto a Galo Soto, el histórico asistente de Moria Casán que las peina y maquilla a todas.
Algo en común
La confianza que Bredeston había depositado en ella para ingresar al plantel de Brujas tenía un justificativo sostenido en una historia de unión casi familiar. “Era mi padrino artístico, me conocía desde que yo era chica”. El vínculo se remontaba a los tiempos en los que la actriz formaba parte del elenco vocacional Martín Coronado, que dirigía Juan José Bredeston, padre de Guillermo, en Concepción del Uruguay, la ciudad entrerriana de donde todos ellos eran oriundos.
“Me llegó a ver Norita (Cárpena), porque ella acompañaba a Guillermo, ya siendo padres de sus hermosas hijitas”. En ese terruño, Ferrazzi debutó en radio siendo una niña, participando del ciclo El rinconcito de los niños. “Me paraba en un banquito para llegar al micrófono”.
Recibida de maestra, la actriz se radicó en La Plata, donde comenzó estudios de abogacía y locución, pero lo suyo era la actuación. Guillermo Bredeston ya era una estrella consagrada y fue quien la convocó -como años después haría en Brujas- para realizar pequeños papeles en televisión. Cuando le había llegado la oportunidad de un protagónico, una amiga no le transmitió un mensaje y perdió la chance de presentarse en una audición. “Aquel papel lo hizo Cristina Alberó, hubiera sido mi oportunidad de tener un gran cartel”.
Entre Argentina y Perú, Ferrazzi interpretó obras de Alfonsina Storni; trabajó en Los árboles mueren de pie junto a Eva Franco; fue parte de las comedias Taxi y Extraña pareja, esta última junto a Amelia Bence; se subió al escenario para acompañar a Nati Mistral y llegó a ser dirigida por Eber Lobato. En la escena oficial, formó parte de varios elencos en el Teatro San Martín, pero mantiene una asignatura pendiente “aún no trabajé en el Teatro Nacional Cervantes”.
Creencias
Cuando Ferrazzi habla de “mente estética”, sostiene que “es una de las mentes que descubrió mi filósofo y científico preferido que es L. Ronald Hubbard”. Se refiere al autor que fundó la creencia en torno a la Cienciología a la que adhiere la actriz, al igual que celebridades como Tom Cruise y John Travolta.
-¿Cómo llegás a esta disciplina?
-Susana Campos marcó un antes y después en mi vida. Además de ser una gran actriz y una persona a la que le tenía mucho respeto, ella me hizo conocer a L. Ronald Hubbard.
-¿Cómo fue?
-Nada es casual. Yo estaba muy deprimida y, a pesar de cierta distancia que ella imponía, me acerqué a su camarín.
-¿Con qué finalidad?
-Fue insólito, ella se sorprendió al verme. Me saludó con afecto, ya que era muy respetuosa, y yo aproveché para contarle que había leído que Shirley MacLaine había ido tras sus vidas pasadas a través de una terapia puntual. Entonces le pregunté si conocía a algún psicólogo que me pudiera regresar a vidas pasadas porque sentía que me estaban pasando cosas con las que no estaba de acuerdo. Me sentía triste y se lo atribuía a la influencia de esas vidas.
-¿Qué te respondió?
-Me dijo, “tenés que hacer una terapia sin drogas y sin hipnosis”, y me dio el libro Dialéctica, la ciencia moderna de la salud mental de L. Ronald Hubbard. Esa noche no dormí. A la mañana siguiente, ya estaba en la sede de la Cienciología.
-¿Susana Campos adhería a la Cienciología?
-Ella era ciencióloga.
-¿Hay algún personaje de Brujas que te divierta hacer más que otro?
-No, todos me atraen por igual.
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