Reaperturas efímeras y performances callejeras: cómo impacta la segunda ola de Covid-19 en los teatros del mundo
Desde hace meses, los teatros del mundo están intentando encontrarle la vuelta a cómo volver a la actividad en tiempos de pandemia que se desató en marzo y que implicó el cierre de todas las salas. Lógicamente, no se trata de una decisión que puedan tomar las directores o directores de las salas, sino que dependen de las decisiones gubernamentales que, a la vez, deben tener en cuenta las evaluaciones de los especialistas sanitarios. El efecto de este verdadero tsunami es un camino cargado de marchas y contramarchas que no conoce límites regionales.
El famoso Teatro de Ópera de Sydney, Australia, vuelve hoy a la actividad después de estar cerrado desde marzo. Lo hace con una versión de la opereta La viuda alegre, elección un tanto sugestiva para los tiempos que corren. Claro, será con las particularidades del caso: el aforo es del 75 por ciento. En tren de comparar, el aforo permitido en nuestro país es del 30 por ciento. A la famosa sala australiana, esa que aparece en todas las postales de la ciudad, el público debe asistir con mascarillas. Es que un reciente brote en la ciudad más poblada de Australia, que hace unos meses era símbolo de éxito frente al coronavirus, obligó a las autoridades a endurecer las restricciones. Por eso, desde el sábado, se decretó que se deberán usar máscaras en el transporte público y en lugares cerrados.
Las idas y venidas son parte de la lógica de esta "nueva normalidad". A miles de kilómetros de allí, en el corazón de Europa Central, la Staatsoper de Viena, otro de los grandes coliseos líricos, abrió a mediados de 2020 con riguroso protocolo, pero la segunda ola del coronavirus obligó a un cierre inmediato. De hecho, el típico y tradicional concierto de Año Nuevo a cargo de la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la dirección de Riccardo Muti, se ofreció sin público. En la vecina Alemania, el gobierno que encabeza Angela Merkel decretó en noviembre el cierre de toda la actividad ligada al ocio nocturno, la vida cultural (desde museos a salas de conciertos, cines y teatros) y la gastronomía (bares y restaurantes solo pueden vender desde entonces comida para llevar) ante la llamada segunda ola de coronavirus.
A este lado del Atlántico, a diferencia de las grandes salas públicas y privadas de algunos países europeos, las salas tomaron decisiones radicales. El Met de Nueva York reafirmó su cierre hasta septiembre próximo, mientras Broadway está cerrado desde marzo último y se especula que volvería a la actividad en mayo. "Con casi 97.000 trabajadores que dependen de Broadway para su sustento y un impacto económico anual de 14.800 millones de dólares para la ciudad, nuestros integrantes están comprometidos a reabrir tan pronto como las condiciones nos lo permitan", señaló la presidenta de la Liga de Broadway, Charlotte St. Martin, en octubre. Serán al menos catorce meses de oscuridad para sus marquesinas.
Al sur de la gran ciudad norteamericana, el panorama es similar. Claro que, como en todos lados, la actividad escénica intenta encontrarle al vuelta a la caótica situación. Siete tiendas de Lincoln Road, la popular vía peatonal de Miami Beach considerada como una de las calles comerciales más caras de los Estados Unidos, se han transformado en escenarios en los que se desarrolla la obra Los 7 pecados capitales. De los 250 locales de la arteria comercial, la crisis económica hizo cerrar a casi el 40 por ciento de ellos. La compañía Miami New Drama estrenó el mes pasado una obra para pocos espectadores en locales comerciales vacíos. Cada una de las siete obras, de máximo 15 minutos de duración, es interpretada por actores que se encuentran adentro de los negocios ahora vacías y un grupo de máximo 10 espectadores los mira a través de la vidriera desde la calle. Los diálogos se escuchan a través de unos auriculares que se entregan antes de que comience la función. En la famosa arteria está el Theatre de Lincoln Road que, claro está, no tiene actividad puertas adentro.
La reacción artística ante el cierre de teatros fue, y sigue siendo, una de las tantas opciones creativas se fueron experimentando en las calles de diversas ciudades del mundo. Lo hizo el teatro Royal Court, de Londres, en noviembre, con lo que llamó como "Living Newspaper", un diario de la Covid que se realizaba en la puerta del teatro; lo hizo, en Buenos Aires, el colectivo Escena junto a la Revista Mu en diversas acciones perfomáticas que tuvieron lugar en la fachada de teatros alternativos. Lo llamaron Poéticas del cuidado para un arte futuro.
Del otro lado del Cordillera de los Andes, se inició en Chile una nueva versión del Festival Santiago a Mil, el encuentro escénico de mayor transcendencia de la región sudamericana. Lo hará, como es de imaginar, en modo pandemia. Lo cual, implica una gran variedad de propuestas, más de 150 obras, en las que conviven lo presencial con el formato híbrido. Bajo este protocolo curatorial, el festival chileno abrió con un homenaje al desaparecido actor, dramaturgo, coreógrafo y director Andrés Pérez, con actividades transmitidas por Facebook Live que tuvieron lugar en distintos escenarios de la ciudad. Entre los artistas argentinos programados que presentarán sus experiencias figuran Lola Arias, Fernando Rubio; una experiencia sonora de Aliana Alvarez Pacheco y Florencia Lavalle, y una intervención creada por la coreógrafa y bailarina Luciana Acuña y el cineasta Alejo Moguillansky. Dos días atrás Luciana contaba en las redes sociales: "Santiago de Chile está en cuarentena, los fines de semana no se puede salir, hay toque de queda todos los días a las 2 y, sin embargo, el festival se hace igual. Nuestra danza apocalíptica estará en las paredes y en las pantallas. Mañana se proyectará en las torres de San Borja y la gente que vive allí la verá desde sus balcones. Ese pequeño público casual, será nuestro gran público".
Así como Andrés Pérez fue una figura de vital importancia en la renovación escénica chilena, el Teatro El Galpón, de Montevideo, es el verdadero emblema de la actividad del teatro independiente uruguayo. El pasado 7 de diciembre el consejo directivo de la sala, en concordancia que lo que sucede del otro lado del Río de la Plata, tomó la medida de suspender sus actividades. "Teatro El Galpón fue un activo protagonista por la reapertura de las salas teatrales en el primer período de la pandemia (...) A pesar del perjuicio económico que supone para la Institución detener sus ensayos y suspender las actividades, el Consejo Directivo, en nombre de todos sus integrantes, ha resuelto priorizar, una vez más y como siempre, la salud de todos los ciudadanos", dice el comunicado de la sala.
En todos las ciudades del mundo, las marchas y contramarchas en los teatros se ha transformado en la constante. Y en todos los lugares parece haber un único director de escena que realmente mueve los hilos de este traumático rompecabezas: el coronavirus.
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