Raúl Taibo: "Por el estrés, padecí tuberculosis"
Faltan dos horas para el inicio de la función de Perfectos desconocidos, la versión teatral, adaptada y dirigida por Guillermo Francella , de la película Perfetti sconosciuti de Paolo Genovese, que se convirtió en un éxito de taquilla internacional y que también contó con su versión española a cargo de Alex de la Iglesia. La platea del Teatro Metropolitan Sura, en penumbras, se convierte en el sitio propicio, casi un refugio, para la charla con Raúl Taibo , quien, en las últimas horas, se integró al elenco de la pieza en reemplazo de Alejandro Awada, que debió apartarse del proyecto por problemas de salud. "Ensayé solo cinco días y salí al escenario ni bien terminamos la última pasada. Además, no fueron cinco días completos porque tengo otras actividades paralelas, pero, por suerte, conté con la ayuda de mis compañeros para poder estrenar, de lo contrario, hubiese sido imposible", explica el actor a LA NACION, aún sorprendido por el desafío emprendido. "No tuve mucho tiempo de estudio y a la obra la vi en video".
A pesar de los signos de cansancio, se lo ve distendido, de buen humor, amparado en esa imagen física que parece detenida en el tiempo. El envase de galán no se fue. Sin embargo, el interior del actor lo muestra plantado, sólido, transitando una madurez en la que volvió a apostar por la paternidad y aprendiendo a convertirse en abuelo, una experiencia inédita para él. "Cambiar es la vida misma", dirá este hombre que reiterará varias veces la palabra "sobrenatural". Es que Taibo está conectado con una vida interior intensa. Haciendo pie en la realidad, pero no dejándose fagocitar por la vorágine y, mucho menos, por determinadas reglas del "deber ser" que le impone, a veces, la industria del entretenimiento a una figura como la suya, que supo liderar audiencias televisivas con telenovelas muy exitosas y generar suspiros en las jovencitas que lo seguían como a un rock star.
El poder de los secretos
-Ingresar a un elenco ya conformado y estrenado, no es tarea sencilla, ¿cómo transitaste la experiencia?
-Perfectos desconocidos es una obra coral, así que era complejo insertarme. Pero me siento bendecido por el apoyo de mis compañeros.
-¿Por qué dijiste que sí?
-Me pareció sobrenatural el ofrecimiento de Guillermo. Yo estaba un poco retirado, así que volver a una obra consagradísima, con actores re grosos y bajo su dirección, era una propuesta sensacional. Esta obra es un experimento humano, de laboratorio, de lo que sucede en el mundo actual, así que cuando la comencé a ver en video, no podía parar de mirarla. El vínculo de cada personaje con el otro es la clave y eso hace que el espectador se involucre mucho. Lo que muchos no saben es que ésta es la única obra de teatro sobre Perfectos Desconocidos. En la puesta, Guillermo se basó en el film italiano, que es el original. Para mí, es un desafío monumental. No sabía si estaba listo, pero confié en todo lo que había hecho antes como actor y en el porqué me habían convocado.
-"Saliste al toro", como se dice en la jerga teatral. ¿Cómo te acompañó el director ante la premura de tener que subir al escenario con tan pocos ensayos previos?
-Guillermo fue fundamental desde su dirección, como también lo fue la red de contención que tejieron mis compañeros. Lo de Guillermo tiene que ver con lo sobrenatural. Me encuentro con un director meticuloso y generoso. Tiene aprecio por la obra y conoce tanto el material que conoce la letra de cada personaje. Y sabe lo que quiere de cada uno de ellos.
-No habían compartido trabajos, pero ¿habían tenido algún tipo de vínculo previo?
-¡Sí! Nos cruzamos bastante, tenemos amigos en común, hemos charlado mucho, compartido cenas. Me ha escuchado decirle cosas muy profundas.
-¿Con qué tenían que ver esas reflexiones?
-Con lo íntimo, con lo privado.
-Perfectos desconocidos los ligó desde otro lugar. Sumaron roles.
-Guillermo Francella fue generoso, un padre, un hermano, un amigo. Fue todo.
-¿Fueron duras cinco jornadas de ensayo que tuvieron?
-En algún momento, Guillermo me ha escuchado decirle que estaba limado. No podía registrar nada de tanto estrés encima, por la premura del estreno y por mis actividades fuera de este proyecto. Fueron esquizofrénicos los cinco ensayos, pero me pude abrir, sacarme la máscara y decirle: "Hermano estoy en el horno".
-¿Y qué te dijo?
-Siempre me devolvió lo mejor. Hacía hincapié en lo que hacía bien, rescataba el lugar donde yo me podía parar. No por el halago en sí, sino para sacarme presión y apuntalarme. Ahora comenzará el disfrute y saber lo que voy a decir y hacer.
Perfectos desconocidos seguirá en la calle Corrientes hasta el 25 de noviembre. Luego de un breve receso, el material volverá al escenario del Metropolitan para cumplir con la temporada de verano en Buenos Aires. La obra retrata una cena de amigos, con sus parejas, quienes deciden mostrar abiertamente los mensajes y llamadas que reciban en sus teléfonos, para constatar, de esta forma, que no tienen nada que ocultar. Agustina Cherri, Mercedes Funes, Gonzalo Heredia, Peto Menahem, Carlos Portaluppi y Magela Zanotta, conforman el elenco al que se sumó Raúl Taibo quien, además, integra un jurado de selección de obras para adultos mayores en el marco de un programa de la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires.
-La pieza plantea, en tono de comedia, un tema algo tabú como el de los secretos. Sobre todo, los secretos no contados a la pareja. En tu caso, ¿sos hombre de secretos?
-Depende para quiénes. Para lo público y lo social, tengo muchos secretos. Para mi familia, no. Lo que voy descubriendo y viviendo, lo voy compartiendo con los míos. Ese es el lugar donde uno se abre o pide ayuda.
-Te preservás, un poco a contrapelo del trabajo público que llevás adelante.
-Es que tuve mucho vértigo y exposición desde muy chico. Recuerdo haber estado en una tapa de Radiolandia o Antena en los brazos de mi mamá.
-Naciste expuesto.
-Eso mismo y no es un buen experimento ese. Te requiere de más actividad, de una mirada mucho mayor hacia afuera, en lugar de vivenciar lo que te sucede como niño. Por eso se habla de los derechos de los niños, como, entre otros, el de no trabajar.
-¿Te obsesionó, alguna vez, la frontera difusa entre vida hacia afuera y la privacidad vapuleada?
-Llegué a un momento de tanta exposición que confundí lo público de lo privado. Compartí todo eso y no me fue muy bien. No me funcionó.
-¿Cuál fue el costo?
-Enorme.
-¿Pérdida de pareja?
-Pérdidas de pareja, de casa, de todo. Hasta rupturas con integrantes de mi familia.
-Los ´90 fueron una época de mucho éxito para vos y de una popularidad de esas que atraviesan y sacuden todo.
-Sí, y el costo lo pagó mi salud.
-Se idealiza la fama y el dinero. En tu caso, por lo que decís, fue devastador.
-Por el impacto emocional y el estrés tan fuerte, padecí tuberculosis, que no tenía un origen físico en sí mismo, sino que se manifestó porque me habían bajado las defensas de una manera descomunal.
-Eso se sumó a tus problemas cardíacos.
-Eso comenzó cuando tuve la primera operación, a los 25 años.
-El cuerpo pasa facturas.
-Con el tiempo, me aprendí el diccionario de las enfermedades y cuál es el mensaje de cada una. Si no tuviésemos enfermedades, no nos daríamos cuenta que nos sucede determinada situación emocional.
-Se trataría, entonces, de entender o concebir a la enfermedad como aviso.
-Exacto, como una luz que se enciende. Es la alarma que te avisa que algo anda mal.
-Cuando contrajiste tuberculosis, ¿qué sentís que no podías manejar: la fama, el éxito, el dinero?
-Necesitaba, y necesito, lo íntimo. Y lo íntimo, cuando se está expuesto, no es íntimo, pasa a ser público. Lo íntimo no es solo estar en el baño, tomando una ducha. La intimidad es mucho más abarcadora.
-Un universo de personas cercanas y circunstancias en torno a ellas, por ejemplo.
-Un universo de gente, de aspectos de mí que se involucran y que no aparecen en lo público. Y que, gracias a la actuación, puedo expresar. En Perfectos desconocidos podemos aprender como espectadores a través de este experimento que hacen los personajes. Se puede vivenciar. Algo de esto me sucedía a mí en la crisis entre lo público y lo privado.
-¿Y hoy como te plantás frente a la cuestión de la privacidad y tus espacios más íntimos?
-Cuando le das permiso a lo público, deja de ser privado. Entonces, ahora, la decisión que tomo en mi vida es dejar que lo íntimo no se exponga. A mí me hizo mucho daño mostrar todo. Por otra parte, soy de una generación que aprecia la intimidad. De hecho, en mi caso, valoro más las relaciones de confianza que son auténticas. No podría enamorarme vía Facebook. Cuando mi pareja hizo un viaje en España, estaba angustiado. Quería abrazarla. No me bastaba con verla por la pantalla. Hoy, los chicos sienten que se enamoran a través de las redes sociales. A mi mujer, necesito tocarla, abrazarla, olerla.
Joven madurez
Diferenciado de Raúl Taibo, del actor popular, convive Raúl Jorge Tignanelli, el verdadero nombre de este hombre de 64 años que fue nuevamente padre hace tres con la llegada de su segunda hija."Ser papá es una bendición siempre. La vida me trajo una maestra que se llama Francesca. Una maestra hermosa, brillante, amorosa, con la que aprendo, salgo de mis límites, y sigo apostando a poder amar. Dejar la cabeza y amar", confiesa quien aún no perdió el porte buen mozo que lo catapultó a la fama y que también es padre de Antonella, su primera hija que vive en España y que le dio, hace pocos meses, a su primer nieto. "Aún no lo conozco, salvo por videítos. Me deshago de ternura. Es muy hermoso".
-En la madurez, ¿se disfrutan más la pareja y la paternidad?
-No tuve mucha vida de pareja con Pía, la mamá de Antonella, así que no sé cómo compararlo. Ahora, con mi actual mujer, llevamos seis años juntos. Claramente, nos conocemos más, trabajamos más en nosotros. Yo no soy el mismo padre que fui con Antonella. Soy otra persona, entonces y, en consecuencia, soy otro padre.
-Al comienzo de la charla, comentabas que habías nacido expuesto y eso tiene que ver con la notable popularidad que tenía tu madre, la actriz Beatriz Taibo. ¿Cómo está ella?
-Mamá está bien, retirada hace rato. Se sostiene por ella misma, vive sola, pero está muy asistida porque se rompió la cadera hace dos años. De todos modos, se olvida de usar el bastón, sale a la calle, hace sus compras. Está bárbara.
Beatriz Taibo sufrió, padeció, el horroroso impacto de la muerte de su hijo Marcelo, hermano menor de Raúl. El deceso se produjo cuando el joven, que tenía 39 años, fue arrollado por una formación ferroviaria en el barrio de Belgrano en 2004. A partir de ese episodio, la querida y recordada actriz, se apartó de los medios en busca de recato y poder transitar el duelo a su modo. "Hay una demanda de los medios que a ella ya no le interesa, hacer prensa no le gusta. Además, tuvo un impacto muy fuerte cuando le hicieron una cámara oculta en el cementerio, al año de la muerte de Marcelo, justo el día de su cumpleaños. Ella se vio, vio lo que le sucedía, y entonces decidió no hacer más nada a nivel masivo. Ahí también se evidenció cómo se confunden lo público de lo privado. No había permiso para hacer eso. Por el impacto emocional que le generó, le frenó a ella la posibilidad de darle tanto más a la gente y de cosechar lo sembrado.
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