Raquel Ameri protagoniza un potente unipersonal en el que una mujer pelea por reconstruirse luego de una tragedia familiar
Escrita por Natalia Villamil y dirigida por Mariano Stolkiner, Rota sube a escena en la sala El Extranjero, del circuito alternativo porteño
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Rota es la historia de una reconstrucción. O del deseo profundo de llevarla a cabo después de una gran tragedia. La protagonista de esta obra que se acaba de estrenar en El Extranjero es una mujer que lucha por rearmarse luego de un suceso terrible: su hijo se suicidó después de matar a la novia. ¿Cómo convivir con ese peso? ¿Cómo continuar un vínculo familiar después de ese desastre? Son algunas de las preguntas que plantea este unipersonal escrito por Natalia Villamil, dirigido por Mariano Stolkiner y protagonizado por Raquel Ameri. “Tengo una linda anécdota –señala la actriz–. Mi hija de 6 años me preguntó porque la obra se llama así y yo le contesté que la mujer que la protagoniza había vivido terribles sufrimientos y que por eso su vida estaba rota. Entonces ella me dijo: “Ah, yo pensé que era rota de rotar”. Y así nomás me hizo cambiar el punto de vista: asumirse rota puede ser un punto de partida para la transformación. Quien se anima a caer, a romperse de alguna manera, está dispuesto a cambiar. Pienso en una imagen de Demian, la novela de Herman Hesse: un pájaro rompiendo el cascarón y la idea de que para crear un mundo hay que romper un mundo. La mujer que interpreto en esta obra tocó fondo, pero ese fondo la catapulta hacia el empoderamiento”.
Actriz, clown y bailarina, discípula de Guillermo Angelelli, Ameri tiene una larga trayectoria en la actuación y la danza, es docente de entrenamiento corporal para actores y fue premiada –y muy elogiada– por su excelente trabajo en Millones de segundos, obra de Diego Casado Rubio que también se consolidó en El Extranjero y donde encarnó un papel muy difícil: un adolescente transexual con síndrome de Asperger. “Yo estuve rota cuando a los 20 años tuve que despedir a mi hermano, que murió muy joven –confiesa ahora–. El mundo se me hizo añicos. Pero ese duelo también me dio inmensas alas. Y también estuve rota cuando la violencia de género me había despersonalizado y fui juzgada porque, para salir de ese lugar, como dice Clarissa Pinkola Estés en el último capítulo de ese gran libro que es Mujeres que corren con los lobos, tuve que aplicar la ‘ira bien direccionada’, esa que te transforma en una fiera que saca uñas y dientes para salvar su vida. Y ahí recuperé las alas, como la protagonista de Maléfica (risas)”.
Un unipersonal siempre supone un gran desafío para un artista. Más que exigencias mayores que una obra con elenco nutrido, lo que plantea es un esfuerzo más concentrado, explica la actriz. “Sos el único foco de atención para los espectadores. El gran partenaire en un unipersonal es el público, a diferencia de lo que sucede con un elenco con más actores y actrices. El estado de disponibilidad que yo tenga para compartir ese instante único e irrepetible con ese conjunto de seres expectantes también únicos e irrepetibles es clave. Mi desafío es ser vulnerable en el sentido de la permeabilidad, para que la obra no consista únicamente en repetir una partitura precisa y exacta. Lo que me llena de mariposas la panza es mi relación con la platea. Y en este unipersonal en particular hay que tratar de llevar al público de viaje por la noche oscura del alma de una mujer que reconstruye su tragedia buscando empatía y comprensión”.
En el proceso de construcción de esta obra Ameri trabajó mano a mano con Mariano Stiolkiner, director experimentado y fundador y responsable principal de El Extranjero, un espacio ineludible del circuito del teatro alternativo porteño. “La gran fortaleza de Mariano es su búsqueda estoica de no ir por el camino más llano, evidente y literal –opina la actriz–. Siempre trabaja las tensiones entre la textualidad y la puesta en escena, los caminos para interpelar al espectador y para abrir interrogantes, más que para ofrecer respuestas. También rescato su coraje para adentrarse en esta obra como varón hijo del patriarcado que está dispuesto a deconstruirse, aun cuando tiene conciencia de que está en ese rumbo sin tener un mapa a mano”.
Ameri también identifica una buena época para las actrices y destaca el trabajo de colegas a las que honestamente admira. “Es un momento muy hermoso para nosotras porque hay una sonoridad profesional que a mí me conmueve –asegura–. Somos una tribu potente, y unidas somos más fuertes. Hay colegas brillantes como Iride Mockert, una actriz que siempre hace temblar el piso, que te despeina el alma cuando se planta en el escenario, Valeria Lois, que tiene esa potencia de las mujeres que pueden mostrar sus heridas, sus cicatrices y al mismo tiempo reírse a carcajadas, y Lorena Vega, una potra de las tablas que literalmente te lleva al galope sobre su lomo. Hay muchas actrices-diosas que están copando la escena porteña. De todas ellas me nutro”.
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