Llega Come from Away: el hit de Broadway que cuenta lo que ocurrió en un pueblito de Terranova durante el atentado a las Torres Gemelas
El musical retrata un hecho real ocurrido en la remota localidad de Gander, donde debieron aterrizar 38 aviones de pasajeros cuando Estados Unidos cerró su espacio aéreo; los 7000 extraños convivieron durante cinco días con los locales, y su contacto cambió la vida de todos
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Cuando en la mañana del 11 de septiembre de 2001 tres aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el mundo quedó prendido a radios y pantallas que narraban lo que sucedía allí, en medio del horror. Las escenas del atentado, con sus casi 3000 muertos y sus desesperadas búsquedas de sobrevivientes, absorbieron de tal modo la atención que difícilmente alguien se haya preguntado qué estaría sucediendo en esos mismos momentos en otro lugar. Come from Away, la obra que el sábado 4 de junio estrena en el Teatro Maipo, responde esa pregunta a través de una historia real: cuenta lo que pasó en Gander, una remota localidad canadiense que por aquellas horas recibió a los pasajeros de 38 aviones que fueron desviados hacia allí cuando la emergencia hizo que los Estados Unidos cerrara su espacio aéreo. El musical testimonial de Irene Sankoff y David Hein que debutará bajo la dirección de Carla Calabrese, con banda en vivo y quince actores en escena, estaba listo hace dos años cuando la pandemia se interpuso en su camino inaugural, pero finalmente el público nacional podrá conocer la historia de aquella pequeña población que le abrió las puertas de sus casas a casi 7000 extraños, durante cinco días, en uno de los momentos oscuros de la humanidad.
“Come from Away es otro enfoque de lo que pasó, que fue brutal, en las Torres Gemelas, en el Pentágono… Esta historia lo que hizo fue cambiarme la perspectiva”, reflexiona la actriz Melania Lenoir, ya envuelta en el traje de capitana de uno de los aviones que aterriza en Gander. “¿A cuánta gente más le cambió la vida y nosotros nunca lo pensamos? –se pregunta–. Porque nunca se habló de la gente de esos aviones y nunca uno se puso a pensar en eso tampoco. Yo tenía 19 años ese día, estaba volviendo del Conservatorio y recuerdo haber escuchado comentarios en el camino, en el tren y, de repente, llegar a mi casa y no poder creerlo. Pero siempre estuvo centralizado en esa historia. Esto muestra otra perspectiva y me parece que es interesante entender que fue mucho más grande y que, como cualquier historia, tiene otros vértices y otras aristas. Me acuerdo que después de lo que pasó había todo un miedo a volar y cambió muchísimo nuestra forma de viajar, para siempre. Yo nunca en mi vida supe que hubo gente que estuvo cinco días lejos de su casa, esta obra me abrió la cabeza”.
Calabrese, que además de la dirección es parte del elenco de la obra, adelanta una aclaración que le interesa hacer sobre Come from Away: “Es verdad que la historia se desencadena por lo que pasó y porque los aviones terminan en este lugar, pero una vez que están allí, todo lo que se ve en la obra tiene que ver con lo que pasó en Gander. No estamos hablando del atentado. Estamos hablando de qué es lo que la humanidad encuentra cuando todo parece oscuridad. En un momento, el alcalde de Gander dice: ‘Conmemoramos lo que se perdió, pero honramos lo que encontramos’. Porque uno no vuelve a ser el mismo cuando descubre la luz que hay en el peor momento de su vida”.
La pieza canadiense –que Calabrese y Marcelo Kotliar adaptaron para la versión vernácula– fue un verdadero éxito tanto en Broadway, donde recibió una nominación a los Grammy y siete a los Tony, como en el West End londinense, donde fue reconocida con cuatro premios Olivier en 2019. Y según cuentan quienes la realizan, la versión argentina que produce The Stage Company tiene para ofrecer un espectáculo artístico atravesado por experiencias que van más allá de lo teatral. El actor Edgardo Moreira es quien refiere esta dimensión enseguida: “Mientras estábamos ensayando, me impactaron mucho las imágenes que Carla nos mostraba de cómo su marido estaba trasladando desde Ucrania a los refugiados. O sea, la gente que es responsable de esta obra está haciendo en la realidad lo que hacemos en el escenario. Nosotros estamos dando un mensaje que está respaldado por una creencia que se manifiesta en acciones. No es discursivo, es real. Y creo que lo que va a percibir la gente en la platea, aunque no lo vea, es que esto tiene una profunda convicción en todos los que lo estamos haciendo”.
El elenco de Come from Away está integrado por Gabriela Bevacqua, Carla Calabrese, Sebastián Holz, Melania Lenoir, Fernando Margenet, Argentino Molinuevo, Edgardo Moreira, Silvina Nieto, Marisol Otero, Agustín Perez Costa, Pablo Sultani, Silvana Tomé, Manu Victoria, Lali Vidal, Pato Witis, Luli Asad, Agustín Perez Costa y Fátima Seidenari. La dirección musical es de Santiago Rosso y las coreografías de Agustín Pérez Costa.
“Fue muy loco cómo se juntaron las dos situaciones”, explica Calabrese, quien había trabajado como comisario de abordo en LAPA pero que debió sacar su licencia en pandemia para desempeñarse como tripulante de cabina en los vuelos. “Yo estaba ensayando Come from Away, en febrero de 2020, cuando llegó el avión para la ONG Solidaire, que armó Enrique [N de la R. Enrique Piñeyro, su marido). Cuando surgió el cierre de los teatros por la pandemia, llevábamos casi un mes de ensayo y dejamos todo sin saber que nos íbamos a quedar dos años sin hacer teatro. Y en ese mismo momento, Enrique ya quería empezar a trabajar para los rescates de naufragios en el Mediterráneo junto a Open Arms, que es una ONG grande de Europa creada por guardavidas que rescata inmigrantes que vienen de África y naufragan”, recuerda la realizadora sobre cómo se entrelazaron ambos proyectos. “Los estados europeos dan la espalda por todo el problema de la inmigración y yo puedo entender ese problema en cuanto a que es todo un tema saber quién entra y quién sale. Sé que la sociedad está armada para que vos pases por una frontera, pero esta gente está en guerra y sufriendo, sino no cruzaría todo el Mediterráneo sin saber si llegará… Una cosa es cuidar tu frontera y otra cosa es darle la espalda a gente que se está ahogando –reflexiona Calabrese–. Pero los seres humanos siempre nos salvamos unos a los otros y esta gente empezó a hacerlo y como necesitaban apoyo aéreo, Enrique se contactó con ellos. De algún modo, estamos hablando de refugiados en la vida real y, al mismo tiempo, estamos hablando de refugiados en Come from Away. Cuando tenés un interés en pensar lo que se puede hacer por el otro, desde donde uno está y uno puede, esa inquietud se va haciendo cada vez un poco más llamativa y visible. A Enrique le encanta volar y decidió hacer algo que le gusta mientras ayuda, y si nosotros nos podíamos sumar porque justamente no podíamos hacer teatro, nos sumamos y me parece que está buenísimo”.
El testimonio en primera persona no es exclusivo de quien lidera este proyecto artístico: Calabrese invitó a su amiga Melania Lenoir a ser parte de la experiencia y la actriz, que interpreta a la capitana de uno de los vuelos desviados a Gander, espera poder volcar algo de lo vivido en el escenario. “Los vuelos humanitarios me transformaron y me sumaron mucho para entender lo que debe haber significado todo lo que cuenta la obra –explica la artista bonaerense–. Fue una experiencia que me llenó de datos e imágenes para esto que estoy haciendo... En uno de los vuelos que hice de refugiados vi gente asustada, con miedo y también enojada, porque venía de una situación de emergencia. Estoy llena de información en la cabeza y es como si quisiera que este cuento cuente todo eso que tengo… Creo que eso en algún lugar se transpira y espero poder hacerlo de la forma correcta”.
“Yo nunca pensé que iba a ir de tripulante a sacar ucranianos de Varsovia, y me pasó, y los vi cuando dejan sus casas”, relata Calabrese, sobre los vuelos que, cuando inició la guerra en Ucrania, también fueron hasta allí. “Entendés lo que es un refugiado, viste lo que es que las familias estén separadas y no saber dónde está el otro –describe la directora, actriz y productora–. Y eso es un poco también lo que hacen en Gander, lo que se cuenta en la obra, entonces cuando se encara la dirección de estas escenas, se hace desde un lugar totalmente distinto. Nos dimos cuenta, cuando volvimos a ensayar, que teníamos una sensibilidad muy superior. Que todo se había potenciado”.
La versión argentina de Come from Away se estrenará en el Maipo con algo más de dos meses de ensayos encima. Es que algo tienen en claro sus hacedores: el tiempo, en esta obra, es fundamental. Se trata de 105 minutos de máxima precisión. La música y el elenco interactúan coreográficamente, dándole volumen a una puesta que se sostiene en lo humano–teatral más puro: los cuerpos y voces de actores y actrices creando múltiples criaturas y espacios, mientras la música celta les marca el ritmo y les aporta potencia. “Todos hacemos muchos personajes y hacemos, al mismo tiempo, todo moviendo sillitas que vamos transformando en un avión, una casa, o una alcaldía. Es un trabajo super arduo como actor, uno de los más difíciles que me ha tocado hacer: esta complejidad de hacer todo al mismo tiempo, de salir y entrar en un personaje y una situación distinta todo el tiempo, requiere mucha concentración”, describe la actriz Marisol Otero, quien espera con alegría el día del estreno.
Moreira vuelve a encontrar conexiones entre el adentro y el afuera de una obra que esperó dos años para reencontrarse con su elenco y ahora quiere conocer al público argentino: “Esto es un relojito. Y es febril porque, además, todo es a pura velocidad. La partitura tiene un tiempo y tenés que entrar cuando te lo pide, para hacer lo que tenés que hacer. El montaje en sí mismo de la obra es un poco lo que plantea la obra: si no hay una organización, una solidaridad entre todos los que estamos ahí, la obra no se puede hacer, así como sin esa misma solidaridad no hubiera podido suceder eso que pasó en Gander y que muestra Come from Away”.
Un significativo regreso al musical
El estreno de Come from Away, más allá de los variados significados que pone en juego, tiene uno muy especial para Edgardo Moreira. Para el experimentado actor significa ni más ni menos que su regreso al musical, género que no visita desde hace más de tres décadas. Una vuelta, además, muy buscada. “Hace tres años empecé a desear hacer un musical y hoy lo estoy haciendo. Estoy disfrutando y aprendiendo un montón”, explica el artista de 70 años, quien atravesó un casting para conseguir su papel protagónico luego de haber tomado clases de canto, tap y piano y tras llevar adelante un sostenido entrenamiento físico para poner a punto su cuerpo.
Moreira –que le dará vida al alcalde de Gander– recuerda con cariño sus únicas dos experiencias en el teatro musical en una trayectoria que este año lo tiene cumpliendo cinco décadas dedicadas a la actuación. La primera versión de la recordada e histórica obra Aquí no podemos hacerlo, en el Teatro Embassy en 1978, fue su gran estreno en el género, mientras que solo unos años después llegaría su segunda y última experiencia allí, de la mano de Rosaluz, una interpretación musical de El príncipe feliz, de Oscar Wilde, dirigida por Agustín Alezzo.
Su regreso de la mano de Come from Away, aunque se lo ve feliz, no es solo disfrute. A días del estreno, el actor porteño también propone una reflexión: “Yo vengo del teatro de texto y siempre percibí que había cierta descalificación al musical como un género menor. Y quiero decir que es al revés: la complejidad, el nivel de disociación, la concentración y el entrenamiento que tenés que tener para poder abastecer las exigencias de la coreografía, de la música, del canto y del texto, son enormes. Es un género mayor y creo que hay que valorarlo como tal”.
La razón más importante de su vuelta al musical –que hoy celebrará cuando suba al escenario del Maipo– es quizá su mamá, a quien Moreira asocia enseguida con su amor intacto por esta forma de lo teatral: “Mi madre, Magda García Robson, fue música y fue la rectora del Conservatorio Nacional de Música y Arte Dramático. Era compañera de Guastavino, de Ginastera y de otros grandes músicos, y yo iba a la casa de esta gente y escuchaba, cuando era muy chico. Después se me dio por el teatro y, cuando me encontré con quien fue mi maestro, Alezzo, ya me metí de lleno en el teatro de texto. A la vuelta del camino, a la edad que tengo, me dieron ganas de volver a aquello otra vez. Es una necesidad irracional, me sale desde adentro, no está muy pensada. Tengo ganas de cantar, de volver a la música, y, con el antecedente de mi propia madre, pienso que por algo viene todo esto… Y, además, porque creo que la música es universal y permite llegar mucho más directo al corazón del otro que la palabra. La palabra pasa por la cabeza, la música llega directamente al corazón”.
Para agendar
Come from Away. De Irene Sankoff y David Hein, con dirección de Carla Calabrese. Viernes y sábados, a las 20.30; y domingos, a las 19.30. En el teatro Maipo, Esmeralda 443.
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