Quién es José Guerrero, el joven director y autor que estrena un intenso y poético melodrama en clave queer
Su obra Metrochenta, que inicia su temporada en Timbre 4, obtuvo el Premio Estímulo de Escritura y fue uno de los 4 montajes seleccionados por la última edición de la Bienal de Arte Joven
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“Nadie sabe quien soy. Eso, un poco, me gusta”, suelta apenas se prende el grabador el director y dramaturgo José Guerrero. La afirmación tampoco hay que tomarla tan en serio. En el difuso mapa de la escena emergente, su obra Metrochenta (”una canción de despedida, un melodrama prematuro y lumpen”) obtuvo el Premio Estímulo de Escritura y fue uno de los cuatro trabajos seleccionado por la reciente Bienal de Arte Joven. Desde este viernes, a las 23:30, esta “historia de dos putos que se aman”, como aseguró su creador cuando se presentaron las obras elegidas por la Bienal, hará su temporada en el Timbre 4, la sala ubicada en México 3554.
José vino a Buenos Aires desde Allen, cuidad de unos 20 mil habitantes ubicada en el Alto Valle de Río Negro. Es la Capital Nacional de la Pera. El joven creador cuenta que muy poca gente hace teatro allí, pero que tiene un amigo con el que siempre sueñan con dirigir la ceremonia de apertura de la Fiesta Nacional de la Pera que congrega a toda la gente de la comarca. Durante su juventud también vivió en Viedma, Cinco Saltos y Cutral Co. Tantas idas y venidas tiene su explicación: sus padres son pastores evangélicos y eso implicó que, junto a sus tres hermanos, toda la familia pasara de un lugar al otro. Cuando presentó Metrochenta en el marco de Bienal dijo que, en verdad, no se había ido del pueblo sino que se escapó. “Sí, es cierto -apunta con cierta timidez-. Es reloco porque yo no contaba estas cosas, no decía lo que hacían mis viejos porque me daba cierto pudor. Era algo que me avergonzaba hasta que, con el tiempo, me di cuenta que me había servido un montón. Sobre todo, en lo que hace a mi escritura que debe estar influenciada por todas las veces que leí la Biblia. La escritura fue el modo de confrontar al mandato familiar, diría que me salvó. Mi forma de salir de todo eso fue venirme a Buenos Aires”.
Si bien ya estrenó obras suyas (El borde cerca y La teoría de un Brian), este nuevo montaje parece implicar un salto en su ruta. Por lo pronto, es la primera vez que encara una temporada en una sala clave del circuito alternativo porteño. Pero el momento expansivo no parece abrir todas las puertas. De hecho, no compartió con sus padres el texto de Metrochenta. “Hay ciertos pactos de silencio que no se volvieron a tocar, aunque ellos tengan en claro los motivos por los cuales me vine para acá. Están al tanto de lo que escribo y yo les puedo contar que ese texto es, simplemente, la historia de dos putos. Para ellos, eso es suficiente...”, cuenta apelando a una forma de decir pausada, serena. José Guerrero vino a Buenos Aires hace más de 10 años. “En Allen había conocido a un tipo que hacía teatro acá y, cuando terminé el secundario, me vine. Estando ya instalados acá mis padres se enteraron que estaba en pareja con él y que no solamente me había venido a estudiar. Digamos que les faltaba parte de la información”, apunta casi en tono confesional. En ese mismo tono reconoce que no tiene nada para reprocharle a Allen, a lo vivido ahí.
Cuando llegó empezó a tomar talleres mientras trabajaba en el bar del teatro Anfitrión en donde Noralih Gago se transformaba en Concha del Río (“la más guapa, la más salerosa, la más emplumada, la más linda”). Entre mesa y mesa, fue ampliando y definiendo su búsqueda teatral. Empezó estudiando en el Teatro Bravard, pero el tiempo lo dejó. “La actuación está buena, pero me cuesta mucho hablar. Tartamudeo, me pongo muy nervioso y no la pasaba nada bien. Por eso me anoté en la EMAD para estudiar puesta en escena. Dirigí varias cosas, aunque no encontraba los textos para llevar a escena o la obra que me gustaría ver. Ahí fue cuando me puso a escribir teatro”, dice sin tartamudear. Hizo talleres con Laura Sbdar, Paola Traczuk, Santiago Loza y Andrés Gallina. En todo este tiempo estrenó varias obras que se presentaron en el marco de diversos festivales y encuentros escénicos.
En ese tránsito comenzó a tomar forma Metrochenta, texto que nació como una novela, una novela todavía inconclusa. “Me regustó escribirla, pero era un trabajo muy solitario y yo soy muy inseguro en lo que hago. Por eso tomé a uno de los personajes, el de Metrochenta, para llevarlo a escena. Me llevó su tiempo, casi 2 años, y todavía ahora, en los ensayos, seguimos cambiando cosas”, apunta quien dice ser inseguro pero que, según lo que mostró en las funciones de la Bienal, se juega a pleno con un estilo de escritura sumamente personal, casi de tono poético en medio de una historia suburbana con destellos glam en la cual el personaje de Suspiro evoca su encuentro amoroso y trágico con Metrochenta.
El texto dramático fue elegido para la Bienal y, a los pocos meses, ganó el Premio Estímulo, que organiza la Fundación Bunge y Born, la Fundación Proa y LA NACION. Todo eso fue en el último semestre del 2021, en plena pandemia, mientras José ya estaba pensando reformular lo suyo, buscar otros rumbos. Claro que, en medio del bajón, le llegaron esos reconocimientos, esos mimos legitimadores. Metrochenta ya estaba en proceso de ensayo. En términos formales, la obra es un unipersonal (aunque, como se explicará más adelante, tampoco lo es del todo). El personaje de Suspiro, el que evoca, recrea y llora su encuentro con Metrochenta, lo encara el actor Eddy García, uno de esos intérpretes de una gran fuerza expresiva. Su encuentro con Eddy parece ser otra obra de teatro.
Todas las referencias que José tenía de este actor que formó parte del elenco de Pura sangre, la obra con Griselda Siciliani, lo remitían a Todo piola, un texto poético de Mariano Blatt que dirigió Gustavo Tarrío que claramente tiende puentes con Metrochenta. Pero José no había visto Todo piola. A Eddy lo tenía por las redes, por “cosas de maricas”. La tarde que tenía que cerrar los papeles para presentarse en la Bienal todavía no había hablado con Eddy. Ese día, José se tomó el subte en Pompeya. En su cabeza sabia que tenía horas para presentar la ficha con el elenco completo Claro, le faltaba el protagonista. “El encuentro con Eddy fue medio mágico, aunque suene romántico. Yo estaba medio enroscado con la presentación y, en medio del vagón vacío, en la estación Humberto Primo se sube él. Yo estaba leyendo un libro intentando concentrarme en el texto y lo veo sentado enfrente. Fue una señal”, narra como si fuera una historia ficcional. No se animó a hablarle. Esa misma tarde, una persona de la producción le mandó el texto Eddy quien, a las horas, le dijo que se sumaba al proyecto. Ese día, el mágico cuento tuvo un final feliz.
Ya en pleno proceso de ensayo, José reconoce que fueron construyendo entre todos una red que tiene su sincronía con lo que sucede en escena. “Me gusta pensar que la obra es un grupo de amigos que se juntan para homenajear en clave marica a Metrochenta, el que ya no está. No es mucho más que eso”, sintetiza. Y tiene razón. De tomar en cuenta las funciones que hicieron en la Bienal, Suspiro siempre está acompañado, mimado y abrigado por sus cómplices: por Mantrixa, encargado del diseño sonoro y la música en vivo; por Tomás Corradi Bracco, asistente de dirección; y hasta por el mismo José. Lo cual, por elevación, rompe claramente con el formato de unipersonal porque nunca Eddy (o Suspiro, como se quiera); está solo. Todos ellos son parte del homenaje a este lumpen que conoce a su amigo en un boliche del suburbano. Y partir de ese encuentro, lo marginal, lo político, la atmósfera glam, las referencias visuales que pueden remitir a Pierre Et Gilles (José suma a la película Pink Narcissus, de James Bidgood), el trabajo coreográfico de Virginia Leanza, la denuncia, lo poético, lo trágico y el cambiante vestuario de Uriel Cistaro van armando este juego de capas permanente. Casi al final de esta la trama suena “Historias de amor”, de Fangoria, que no estaba contemplado en el texto original, y que Eddy baila todo montado para su chico que ya no está.
La experiencia de José Guerrero por la Bienal de Arte Joven, esa iniciativa del Gobierno porteño que en la última edición estrenó algunos trabajos escénicos un tanto desconcertantes, le dejó recuerdos diversos. “Fue algo que había deseado. Está buena la visibilidad, la posibilidad de hacer 4 funciones sin tener que rogar a tus amigos que vayan a verte”, comenta. Claro, todo tiene su lado B. “Con respecto de las tutorías, tiendo a pensar que hubiera sido bueno tener gente más contemporánea a mi edad. Yo partí de una propuesta contundente y costó que entraran al proceso. Lo cual, reconozco, no me genera enojos ni nada de esas cosas; pero sí entiendo que la Bienal debería reflexionar sobre cómo apoyar proyectos jóvenes por fuera de cierto paternalismo”, señala este joven creador que, ojalá, alguna vez se pueda dar el gusto de dirigir la apertura de la Fiesta Nacional de la Pera, en Allen.
Para agendar
Metrochenta, dramaturgia y dirección de José Guerrero
Funciones: viernes, a las 23:30
Teatro: Timbre 4 (México 3554)
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