Suar la vio en Teatro x la identidad y la llevó a la televisión, pero ahora está transitando su primera obra de teatro comercial, junto a Peto Menahem y Lizi Tagliani
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Se llama Anita Gutiérrez y es una de las protagonistas de Los bonobos (de miércoles a domingos en el Teatro Lola Membrives), de Laurent Baffie, dirigida por Alberto Negrín y Chamé Buendía. Allí es parte de un elenco que integran Peto Menahem, Campi, Oski Guzmán, Lizi Tagliani y Manuela Pal. Toma clases de actuación desde los 11 años, por consejo de su terapeuta, y lo que empezó como un juego se convirtió en su oficio. Hija de médicos, en su familia deseaban que siguiera sus pasos. Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Y si bien trabaja desde hace veinte años, su primer personaje con continuidad fue en el 2011, en la telenovela Herederos de una venganza. Los bonobos es su primera obra de teatro comercial. ¿Quién es esa chica? En diálogo con LA NACION, la actriz relata sus inicios en la actuación y cuenta que está escribiendo una comedia que habla sobre la maternidad, tema que la conmueve porque, a sus 37 años, decidió no recorrer ese camino.
–Estrenaron Los bonobos antes de la pandemia y volvieron cuando se pudo, más de un año después. ¿Cómo es subirse al escenario y ver al público con barbijos y risas que se oyen más tibias?
–A un mes de estrenar, en 2020, tuvimos que bajar el telón y nos quedamos con sinsabores y muchas ganas. Todos estábamos con el proyecto inconcluso, ninguno sintió que había cerrado un ciclo. Esperábamos este regreso y si alguno tuvo otro proyecto, lo desestimó. Al principio había incertidumbre justamente por saber qué iba a pasar con el barbijo. Estábamos preparados para escuchar menos risas y fue una sorpresa porque la gente responde muy bien y la sensación es que necesitamos reírnos todos, divertirnos. Se ríen y nosotros escuchamos perfectamente; ésta obra es un ida y vuelta, y la risa nos potencia un montón. La verdad es que veníamos preparados para un teatro de guerra más o menos (ríe), porque pensamos que con el barbijo la gente iba a estar más tibia. Y nada que ver. El sonido de la risa nos da más fuerzas y nos hace entender que la gente tenía tanta necesidad de divertirse como nosotros.
–¿Cómo funciona el equipo de trabajo? Todos vienen de la mano del humor.
–Todos estamos relacionados al humor pero venimos de escuelas muy distintas: Lizy (Tagliani) viene de un mundo, Manuela (Pal) aporta otra cosa, Oski (Guzmán) viene del clown y la improvisación, Peto (Menahem) tiene un humor único y Campi viene de hacer sus personajes y unipersonales, y yo hice mucho teatro under. Esta es mi primera obra comercial, de miércoles a domingos.
–Sos la menos famosa del elenco, cómo te posiciona esa particularidad?
–Ya había trabajado con todos, y los conocía, salvo a Lizy. Peto fue quien me recomendó para esta obra. Estoy acostumbrada a ese derecho de piso interno que hay que pagar porque muchas veces estuve en lugares de mucha exposición. Éste es un grupo de trabajo muy afectuoso, respetuoso y que se complementa mucho. Cuando entré no lo podía creer y decía ‘uau... voy a venir de miércoles a domingos a un teatro de calle Corrientes’. Sin embargo ya había trabajado mucho en el under y, de alguna manera, es la misma materia aunque con otra exposición. Me sentía preparada para aguantar el ritmo, porque no es lo mismo hacer under y esperar toda la semana para subirse al escenario y darlo todo, y si fallas con algo te quedas muchos días con la espinita. Acá hay revancha tras revancha y es un trajín de entrenamiento que es espectacular. Y capitalizo todo.
–¿Cómo te acercaste a la actuación?
–Empecé a estudiar actuación de chica, con Hugo Midón, por una vocación muy fuerte, pero inconsciente. No estaba segura de querer profesionalizarme, pero me sentía como pez en el agua; el teatro era un espacio que me vibraba muy bien. Llegué por recomendación de mi terapeuta (ríe), porque tenía algunas complicaciones, algo así como ataques de pánico. No me gustaba el colegio, me sentía un poco inadaptada. Tenía amigos y sociabilizaba, pero en el espacio del teatro había algo muy natural, sentía una comodidad que no encontraba en otros lugares. Enseguida me recomendaron para el casting de una película que iba a dirigir Norma Aleandro y que finalmente no se hizo, Dios duerme en Buenos Aires. Quedé preseleccionada y no estaba segura de querer trabajar, pero también tuve una crisis. De alguna manera, el teatro me era natural pero no sabía si quería trabajar de eso. Pasaron los años, me profesionalicé, y mi primer trabajo en tele fue Herederos de una venganza, en Canal 13, adonde llegué porque estaba haciendo Teatro x la Identidad y Adrián Suar y Griselda Siciliani fueron a ver la obra y él me propuso ser parte del elenco de la novela. Hace diez años salté del under a hacer una tira durante más de un año. Antes había hecho personajes chiquitos en televisión, pero esta vez tenía una historia propia, y la gente empezaba a reconocerme en la calle. Ese sabor de mundo nuevo ya lo tengo incorporado y me ayudó porque le puse energía.
–Tu vocación era fuerte…
–Muy fuerte, a pesar de las puertas que me cerraron. Muchas veces estuve a punto de hacer un proyecto y, por alguna razón, todo quedaba en la nada. Sin embargo tengo tenacidad y si no se daba ese proyecto, era otro. Para mí era lo mismo. Entonces, mi crecimiento se dio de forma natural y a fuerza de trabajo.
–¿Y cómo fue darte cuenta que la gente empezaba a reconocerte?
–Después de Herederos… hice un unitario musical en Telefe al que no le fue bien. Ahí entendí cómo eran las cosas, porque cuando entré en la tele pensé que era una rueda de trabajo. Y cuando se cortó tuve una gran decepción. Pero volví al teatro under y seguí trabajando. En esta profesión hay que combinar la tenacidad y el azar. Una cosa lleva a la otra y el motor siempre está en uno mismo. Ya estoy preparada para que las cosas puedan fallar. Y soy todo terreno porque en pandemia no hubo teatro y volví a la publicidad, por ejemplo.
–¿Siempre te ganaste la vida actuando?
–Sí, y di clases en la escuela de Hugo Midón: de teatro, coreografía y zapateo americano, porque soy bailarina también. Siempre me las rebusqué para trabajar en algo relacionado al arte; la docencia y la danza me enseñaron mucho. Di clases a niños y adultos, y ahora dejé porque no me da el tiempo.
Anita Gutiérrez vive con su pareja, Pablo, que se dedica al comercio exterior. Por estos días empezó a grabar Teta y metralleta, una comedia de ocho episodios con producción de Sebastián y Nico Mellino, protagonizada por Fabián Vena, Anabel Cherubito, Hernán “Curly” Giménez y un actor senegalés. Y desde hace cuatro años está trabajando en el guión de la comedia @mamita, junto al productor Hernan Tchira y otros dos autores, Lucas Bianchinni y Martin Vatemberg. La maternidad es un tema que la atraviesa. “Es probable que no sea madre. Tengo 37 años y estoy en esa edad de ver qué pasa con la maternidad. Por otra parte, creo que un proyecto propio, de alguna manera, me va a poner en el lugar de artista porque no aparece la voz propia.
–¿La decisión de no ser madre está tomada?
–En realidad, a los 20 años pensaba que iba a ser madre. A medida que fui creciendo me di cuenta de que ese deseo nunca apareció. Hay que aceptarlo y eso también es un duelo, no porque vayas a arrepentirte pero es una decisión.
–Los bonobos muestra tres primeras citas a ciegas, ¿pasaste por esa experiencia?
–Hace cuatro años tuve una cita a ciegas con mi pareja, Pablo. En realidad una amiga en común nos hizo de celestina, de una manera muy sutil, porque sino ninguno de los dos iba. Entonces ella me dijo: “¿te molesta si viene Pablo?”. Y a él lo mismo: “¿te molesta si viene Anita?”. Y fuimos los tres al cine. Desde ese día no nos separamos nunca más.
–Las primeras citas pueden funcionar entonces…
–Sí, claro. Lo que me gusta de Los bonobos es que mi personaje es totalmente opuesto a mí: yo no quiero tener hijos y Bea solamente piensa en ser madre. No creo en la familia como institución y ella sueña con casarse. Casi me conmueve lo que le pasa a Bea, trato de entenderla, de no juzgarla a pesar de que es muy diferente.
–No te casaste ni te vas a casar…
–¡No! nunca. Jamás soñé con el vestido blanco.
Para agendar
Los bonobos
De Laurent Baffie
De miércoles a domingos, en el teatro Lola Membrives, Corrientes 1280.
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