Querer tenerlo todo y sentir que hay muy poco
Estas cosas que se dicen y que son tan extrañas / Libro y dirección: Macarena Trigo / Intérpretes: Fernando Del Gener y Jimena López / Asistencia de dirección: Delfina Oyuela / Músical: Fernando Del Gener / Luces: Lucas García / Funciones: jueves, a las 20.30 / Sala: Espacio 33 / Duración: 50 minutos / Nuestra opinión: muy buena.
Preferimos amar a ser amados." Lo escribió Carson McCullers en la nouvelleLa balada del café triste. Así explicó la asimetría del amor, lo definió como una experiencia desigual, compuesta por el amante y el amado. Cada uno proviene de regiones diferentes: el amado es en muchos casos un estímulo de un amor solitario. En la obra de teatro Esas cosas que se dicen y que son tan extrañas, el libro de McCullers está apoyado en la cama de una habitación de hotel. Ese universo sobre la desesperación del amor, su destino inútil y su tendencia al fracaso se despliega en una estética teatral difícil de encasillar, entre canciones, monólogos y diálogos de dos personajes que quieren amar, pero no se miran de la misma manera. ¿Será eso posible?
No es casual que la mezcla de géneros que tiene el espectáculo escrito y dirigido por Macarena Trigo lo hagan un tanto inclasificable, porque así lo fue también la obra de Carson McCullers, quien, entre relatos, un tono autobiográfico y novelas cortas, despistó a los que quisieron ubicarla en un único estilo y en el marco de ciertos "padres" literarios.
"Mirábamos el hielo, pero sabía que no estábamos mirando lo mismo", dice la mujer de la obra de Trigo, una escritora que ganó un concurso sobre cartas de amor y el premio era un viaje a El Calafate para dos. Lo invitó a él, al destinatario de sus cartas, un hombre que se deja escribir, aunque no entiende por qué es objeto de tanto amor y no sabe qué hacer con eso. "Nunca hice menos para enamorar a alguien en mi vida", reconoce el amado, en un momento. Y, sin embargo, ella lo ama de una manera que no la deja pensar, pero que le permite escribir frenéticamente, le escribe a él, les escribe a partes de su cuerpo, se obsesiona y se lo dice. Él recibe todo, con desconfianza y distancia. No quiere opinar. Escucha.
La relación se empieza a conocer por los diálogos, pero también por cortes temporales en la acción y en los que los personajes le hablan al público, en una especie de monólogo interior. Un recurso propio de la narrativa y que se explica con la conexión hacia la literaria que tiene el universo poético de Trigo. Pero además aparecen las canciones: juntos o separados, los personajes les dan música y voz a sus emociones y ese desconcierto que viven con respecto al otro. La música funciona, en este caso, como una forma más de entender ese amor idealizado y utópico de ella y el escepticismo de él. Influye en la emoción del espectador y funciona como una nueva forma de comunicación y de relatar.
Fernando Del Gener y Jimena López transitan todos los estados que propone la obra y funcionan en escena con una verdad que se apoya en el vínculo que existe y han construido entre ellos. Con pocos elementos en el escenario (alcanza con una cama, un banquito, una guitarra y no mucho más), la propuesta de Macarena Trigo trabaja con los destellos de lo que es la construcción del amor. "Nos inventamos esto que somos", dicen. Y tratan de entender cómo se llegó hasta ese hotel, por qué se hacen tantos esfuerzos por amar aunque no funcione, por qué en algún momento se llega a maldecir la buena suerte de encontrar un amor. De esa necesidad de querer tenerlo todo y sentir que lo que hay hasta ahora es muy poco, Macarena Trigo ofrece instantáneas teatrales que iluminan ese desconcierto y luego se vuelven efímeras. Como el teatro y como el amor.
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