Préstame tu sueño es un poema teatral de amor filial
Sobre el escenario, un padre y una hija juegan, como en un partido de tenis, a decirse con ternura y hasta con cariñosos reproches lo que nunca se dijeron en la realidad
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Autora: Florencia Aroldi, con textos de Norberto Aroldi. Dirección: Antonio Célico. Intérpretes: Anahí Gadda, María Ibarreta y Manuel Longueira. Vestuario: Ana Nieves Ventura Escenografía: Agustín Justo Yoshimoto Iluminación: Lali Alvarez Música: Santiago Faryna Sala: El Victorial (Piedras 720) Funciones: domingos, a las 19 hs. Nuestra opinión: muy buena
La autora Florencia Aroldi, hija de Norberto Aroldi, poeta, guionista, escritor, actor (autor de la recordada El andador, que hizo Tita Merello en cine con Jorge Salcedo y en teatro, con el mismo Aroldi), y de la actriz María Ibarreta (la inolvidable Mariángeles, la rubia a la que todos adoraban en los teleteatros de los 70 y 80), creó una pieza que podría calificarse de “poema teatral” de amor filial. En esta pieza, Aroldi hija mezcla realidad y ficción para hacerle un homenaje a su padre, fallecido en 1978, a los 46 años, cuando ella tenía cuatro años.
En Préstame tu sueño, una actriz, Anahí Gadda, estupenda, magnífica, en su interpretación, hace el papel de Florencia, a los treinta y pico. La obra comienza cuando ella regresa a su casa desde el trabajo. Agotada y mientras observa una caja en la que hay almacenados recuerdos, libretos y objetos de su padre, Norberto Aroldi, él se le aparece en escena. En este encuentro imaginario, en el que ambos dialogan, la madre en la vida real de la autora, María Ibarreta, también asoma en escena, o se la escucha a través del contestador telefónico, en el que le dice a su hija, que quiere hablar con ella para terminar de arreglar unos temas referidos a la familia. A través de esos diálogos ficcionales, que reflejan la supuesta relación que la hija podría haber tenido con su padre, la pieza emociona, despierta sonrisas y hasta provoca que se le escape alguna lágrima al espectador al recordar al Flaco Aroldi, al que comparaban con Jean-Paul Belmondo por lo “feo”, pero simpático y “entrador”, como buen porteño.
Personificado por Manuel Longueira, el Aroldi de ficción se hace “vivo” en la memoria del espectador a través de ese estilo directo (como el del Aroldi verdadero), en ese hablar del que se desprendía una continua pulsión de vida a la cual el actor le provee de un histrionismo y una versatilidad física y emocional que impresiona. El personaje sensibiliza al público con ese estilo arremetedor, de contagioso optimismo, de ponerle la otra mejilla a las tristezas o las dificultades a través de los diálogos con su hija en la pieza, a la que intenta convencer que va a ser escritora, como él. Ella, la Florencia de ficción, lo niega y discute con su padre. Por instantes se le llenan los ojos de lágrimas cuando lo mira de frente y lo observa a partir de un profundo silencio y de saber que ese ser con el que dialoga y recrea es de ficción, como ella, pero ambos personajes juegan como en un partido de tenis a decirse con ternura, hasta con cariñosos reproches, lo que nunca se dijeron en la realidad. Lo concreto es que aquella presunción que tenía el padre de que su hija iba a ser escritora, se cumplió. Florencia Aroldi, hoy (la que observa sentada en un rincón de la sala, en silencio a los personajes por ella creados) es una reconocida y muy premiada autora teatral y directora.
Con esta pieza, que es un homenaje a su padre, al que Astor Piazzolla le escribió y compuso el tango Flaco Aroldi, la dramaturga pone en boca de sus protagonistas frases, palabras que hablan del amor fraternal, de la familia, del observar la vida con una visión optimista, con ese “siempre a pesar de todo”, que conocemos tan bien los argentinos.
En este mar de vivencias que intercambian padre e hija, en el que faltaría más tiempo dramático para que ambos pudieran decirse todo lo que necesitaban y el tiempo para él se le terminó, “Perderte fue perder mi infancia”, le dice la Florencia adulta a este Aroldi que se le aparece en escena.
En el espacio escénico elegido de El Victorial (en el que todavía parecen resonar los ecos de la pieza Tamara, un gran éxito de los 90, que dirigió Pablo Sodor), con sus amplios pasillos, puertas vidriadas de marcos muy altos y arañas que iluminan el ámbito con sus muchos brazos de bronce, Prestame tu sueño es como un gran homenaje a la familia argentina, tan típica en su hablar directo, frontal, en el que se desnudan caracteres intensos, pero que esconden una ternura infinita.
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