Potencia Gutiérrez: sarcasmo, humor corrosivo y una potente sensibilidad en el último gran estreno para 2023 del Cervantes
Con Miranda de la Serna y Viviana Saccone en los roles protagónicos, la colorida obra gira en torno a dos hermanas que anhelan cumplir sus sueños, inmersas en una temporada de carnaval litoraleño
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Potencia Guitiérrez. Autora y directora: Maruja Bustamante. Intérpretes: Miranda de la Serna, Viviana Saccone, Maite Rodríguez Chietino, Emiliano Figueredo, Alfredo Staffolani, Bel Gatti y Agustín Rittano. Ensamble: Belén Pasqualin, Alessia Dinamarca, Potter, Antü Sueldo Linares, Gisela Salvo, Rosana MY Pintos (Ropsy). Escenografía: Cecilia Zuvialde. Vestuario: Gustavo Alderete. Iluminación: Verónica Alcoba. Diseño sonoro: José Ocampo. Coreografía: Eugenia Roces. Sala: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: jueves a domingos a las 21. Duración: 120 minutos. Nuestra opinión: buena.
La primera imagen de la obra Potencia Gutiérrez le hace honor a su título. Ni bien se levanta el telón irrumpe en el escenario la fuerza. Una murga hace sonar sus tambores, los colores del carnaval invaden el espacio. Un carrito de comidas aparece entre palmeras, banderines, plumas y líneas fluorescentes que definen el lugar. La energía se contagia y esa escena inicial anticipa que la obra tendrá de todo. Algo de eso es la síntesis de lo que sucede en el último gran estreno del año del Teatro Nacional Cervantes, con esta pieza escrita y dirigida por Maruja Bustamante.
El texto que esta prolífica directora estrenó en el Cervantes es el resultado de una residencia creativa en el Royal Court Theatre, de Londres, y un merecido reconocimiento de una artista que ya tiene más de 20 años de recorrido, con algunos hitos muy recordados en el teatro independiente como Paraná Porá, Adela está cazando patos y Las casas, entre algunas de su vastísima producción. Actriz, directora, autora, productora y docente, en su carrera la cuestión de la diversidad de género, la lectura no binaria, la discriminación, la violencia doméstica y el abuso patriarcal son temas fundantes, que se desarrollan entre el sarcasmo, un humor corrosivo y momentos de profunda sensibilidad.
Y este es el mundo que explota en Potencia Gutiérrez, que gira en torno a la vida de dos hermanas: una bastonera campeona con deseos de tener su propia escuela de baile y su hermana rapera que sueña con cambiar el mundo. Potencia busca equilibrar los focos de tensión y Serena está dispuesta a comenzar la revolución. Juntas se enfrentan al mundo patriarcal del carnaval con todos los condimentos de un culebrón: un hombre amenazante que extorsiona a la madre, un empresario que se hace el bueno, pero que esconde intenciones de explotación feroz de los recursos naturales de Corrientes y una madre impune que nunca termina de definirse si quiere proteger o entregar a sus hijas al peor destino.
Una característica de este texto y del espectáculo en general es la multiplicidad de relatos: hay una matanza masiva de yacarés, un intento de abuso sexual, varios romances en puerta, golpizas, una sospechosa venta de una curtiembre, manifestaciones sociales, un concurso en un carnaval, coimas, entrevistas en la prensa y una madre bastante perversa y poco empática, que no sabe cómo cuidar ni hacerse respetar.
Escribir un texto que abre tantas líneas es complejo y atractivo a la vez: exige al espectador una mayor atención, pero se puede caer en la trampa de que las cuestionen se enuncien pero nunca se desarrollen, justamente por su condición de inabarcable. Y esto sucede por momentos en esta obra, en la cual los personajes titulan sus problemáticas pero no logran profundizar, ni darle matices y contenido a lo que sucede. Un ejemplo: la madre de Serena le grita “gorda” en cada momento a su hija, y si bien como público podemos ver lo violento de la escena, nunca se termina de generar una reacción, no se llega a conocer el dolor que le provoca y cómo afecta en su vida las agresiones constantes que recibe.
Entre las tramas y subtramas de esta obra, hay momentos que se cocinan por capas y sutilezas, como el incipiente amor entre Serena y Popi que crece en dulzura, en medio de la hostilidad. Otro gran aporte de Bustamante es la diversidad de su elenco, entre el ensamble musical, con los redoblantes propios del carnaval, la introducción del rap, de la mano de la actriz Maite Rodríguez Chietino, que pasa del show musical al diálogo teatral en varios momentos, la comparsa y un cruce de disciplinas escénicas que aportan matices y versatilidad a la escena. De la playa y el río, al living de una casa y un puesto de comida, el universo del litoral, el modo de expresarse y la opresión de los pueblos en los que todos se conocen y no hay muchos lugares dónde esconderse, comienza a sentirse.
Miranda de la Serna en el personaje de Potencia tiene una gran presencia escénica en los momentos dramáticos y en el trabajo colectivo, para crear el universo de su dualidad, entre dejarse enamorar por el statu quo de su pueblo y escuchar los reclamos de su hermana, a quien la une el amor de sentirse la una para la otra.
La gran maquinaria de la sala María Guerrero del Cervantes se despliega para el desarrollo de esta obra. Esto incluye la plataforma giratoria del escenario que es tomado para el despliegue escenográfico de Cecilia Zuvialde, quien en cada nueva obra en la que trabaja el espacio muestra una mayor pericia e imaginación para crear una paleta propia de texturas, colores, niveles y fondos de escena potentes.
Potencia Gutierrez crea retratos del intento de ascenso social de dos chicas que quieren salidas a lo que parece un destino escrito en una familia de mujeres, de clase media baja. El espectáculo plantea pinceladas de esos días calurosos de carnaval, cómo son los vínculos entre amigos, las charlas, la relación con la madre y las figuras amenazantes. Sin resolución ni salida concreta, el viaje es el carnaval en sí mismo, esos días locos en los que el orden se puede poner en jaque, y el mendigo, apenas por una noche, puede jugar a ser rey.
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