Peter Brook, figura mítica del teatro, montó una versión de La tempestad y con la gran Marilú Marini
A los 96 años, uno de los grandes renovadores de la escena, presentó en Barcelona una versión de Tempest Project, que nació en tiempos de la pandemia
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Hasta Barcelona llegó el mítico director teatral inglés Peter Brook. En el marco del Festival Grec, presentó Tempest Project, que dirigió y adaptó junto a Marie-Hélène Estienne a partir de la versión francesa de Jean-Claude Carrière de La tempestad, de William Shakespeare. Del elenco forma parte la exquisita actriz Marilú Marini. Según las crónicas periodísticas, el maestro salió al escenario del Teatro Lliure de Montjuïch a saludar a la platea y el público se puso en pie para dedicarle una ovación. Es fácil de imaginar esa escena, Brook es uno de las figuras claves de la renovación teatral del siglo pasado. “El resto fue una emocionante lección de teatro y de vida, en su caso, son la misma cosa; al hilo de las conmovedoras palabras de su venerado William Shakespeare. Noche inolvidable, una celebración de la belleza, la poesía, la música y la magia teatral como sólo Brook sabe hacerlo”, apunta la crítica del diario El País que, en otro párrafo, agrega: “Sorprende la gran actriz Marilú Marini recreando un Ariel maduro con un saludable histrionismo que otorga al personaje el vuelo escénico y la gracia de Puck”. En una charla del maestro con la platea, Marilú Marini se ubicó a su lado asistiéndolo todo el tiempo en medio de comentarios que el público agradecía con devoción.
A sus 96 años, una de las grandes renovadores de la escena decidió desplazarse desde Francia hasta la ciudad catalana junto a Marie-Hélène Estienne para presentar Tempest Project, montaje que surgió de un taller impartido en febrero de 2020, semanas antes de que estallase la pandemia. Previo al estreno en Barcelona, el maestro dio una conferencia de prensa que fue reproducida por la gran mayoría de los medios españoles. No pudo responder todas las preguntas debido a su delicado estado de salud y el cansancio por el viaje. Es más, hasta pidió hacer un break para reponerse. Antes de retirarse, dijo casi al pasar: “lo importante es sacar a la luz la esencia, que suele estar escondida, precisamente porque es esencia”.
“Shakespeare es poesía, porque cada palabra tiene sentido”, dijo en esa oportunidad después de haber confesado que entró en el teatro a una edad muy temprana. “A los ocho años monté en un teatro de marionetas Hamlet e invité a toda mi familia. Yo leía en voz alta e interpretaba a todos los personajes. Mi padre, al acabar mi representación, me dijo: ‘Mira, niño, me parece que no serás actor nunca’”, apuntó quien a lo largo de su extensa trayectoria dirigió a Paul Scofield, John Gielgud, Laurence Olivier, Jeanne Moreau, Glenda Jackson y tantos otros.
“Lo esencial de un texto está tapado, hay que buscarlo entre las palabras –explicó durante el encuentro con la prensa–. Me parece simplemente idiota el comentario de alguien diciendo que tal actor ha estado perfecto como Hamlet. No, hay que ser modestos y respetuosos con lo más desconocido, porque una obra no la conocemos nunca del todo”. Según la crónica de El País, Peter Brook se despidió de este modo: “Si alguna vez me siento orgulloso de algo, pónganme bajo la ducha para quitarme de encima todo el peso de la arrogancia”.
Brook nació en Londres, en 1925. El célebre director teatral y cinematográfico se recibió en la carrera de artes en la Universidad de Oxford. Tan sólo al terminar la Segunda Guerra Mundial, en 1945, se acercó al teatro como actor, y así conoció a la que sería su mujer, la actriz Natasha Parry, quien falleció en 2015 a los 84 años. Su puestas de Rey Lear, en un gran espacio vacío; Sueño de una noche de verano, en un gimnasio blanco: o su versión de nueve horas del Mahabharata, que estuvo de gira cuatro años por el mundo; lo transformaron en una figura de referencia obligada.
La última vez que el genial creador había estado el Festival Grec fue en 2011, cuando llevó al escenario de Montjuïc una versión minimalista de la ópera de Mozart La flauta mágica. En la Argentina, se presentó El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, una puesta basada en un ensayo escrito por el neurólogo Oliver Sacks, que contaba con la soberbia actuación de Sotigui Kouyaté y de David Bennent, el actor de la película El tambor, entre otros. Aquello fue durante la segunda edición del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) cuando eran tiempos en los que el festival programaba a las grandes compañías y directores de la escena del mundo. En dicha oportunidad no viajó a Buenos Aires. A finales de los setenta sí había venido para presentar su film Encuentros con hombres notables. Los censores de ese omento oscuro del país se negaron a recibirlo. Una obra suya volvió en 2003, para otra edición del FIBA. Presentó La muerte de Krishna, la última parte de El Mahabharata, espectáculo emblemático en la producción del genial director. Su gran colaborador y escenógrafo por más de 25 años, el arquitecto Jean-Guy Lecat, sí se transformó en un visita frecuenta a esta ciudad. La última vez fue para pensar un proyecto de ampliación y renovación del Teatro Cervantes que quedó trunca.
Como si fuera un círculo, en aquella edición del FIBA que se presentó el segundo montaje de Brook en Buenos Aires Marilú Marini estrenó Los días felices, de Samuel Beckett, dirigida por Arthur Nauzyciel. A tantos años de aquello, ambos hacen esta nueva versión de La tempestad que es la tercera en la extensa trayectoria del autor del libro “El espacio vacío”. La primera había sido con John Gielgud, en la Royal Shakespeare Company; y, en francés con el desaparecido Jean-Claude Carrière.
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