Pessoa, entre sus poemas
"Informe Pessoa - Fado y poesía de Portugal" , espectáculo concebido y realizado por Santiago Kovadloff en relatos y lectura de poemas, junto a Marcelo Moguilevsky (vientos, voz, piano y percusión) y César Lerner (en piano, acordeón y percusión). Anteayer, en Clásica y Moderna, Callao 892
Nuestra opinión: excelente
Como "un arma cargada de futuro", la definió Rafael Alberti. Más drástico, más porfiado, más implacable, Aldo Pellegrini proclamó: la poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, y abierta de par en par para los inocentes, aunque esta especie humana -la de los inocentes- se encuentra hoy francamente en plena extinción, soterrada por la inmisericorde mundialización y por sus cómplices: la posmodernidad, la cibernética, la televisión.
Por esto, es una gloria que en estos días el prestigioso pensador Santiago Kovadloff nos regale, liberado del "prestigio del tedio" (Borges dixit) este "Informe Pessoa", que es poesía de Portugal, junto a la proyección del fado (la música de la identidad lusitana) en los aerófonos, el acordeón, el piano y el canto de dos genios de la música popular argentina llamados Marcelo Moguilevsky y César Lerner.
Es que de pronto, desde este breve y encantador espacio de Clásica y Moderna, el fantástico trío del verbo iluminador y la música inaugural, se nos aparece como si estuviera exorcizando lo prosaico, lo chabacano, la tontería, la banalidad que apestan.
Entonces, ¡bendito seas, Fernando Pessoa, poeta de Lisboa! ¡Bendita tu proteica índole poética! Con tus heterónimos (Alvaro de Campos, Ricardo Reis, Alberto Caeiro y el escabullidizo Alexander Search) que birlan y se burlan de lo consabido; de los convencionalismos lingüísticos y de los presuntuosos significados, al declarar una nueva relatividad idiomática: la que dicta tu poesía de la pesadumbre.
Esto es lo que instala Santiago Kovadloff, filósofo antihéroe de la solemnidad, al volver los pasos sobre este tímido y solitario poeta portugués, que destila su crónica melancolía, su lúdico escepticismo, sus diatribas humorísticas contra la apariencia que cultivan sus presuntuosos colegas, su burla de los efímeros convencionalismos, su cántico de redención a la pura naturaleza. Kovadloff lee en su atril, como en rueda de amigos cómplices, los poemas de Pessoa, y traza una leve semblanza del vate lusitano, sin otro énfasis que el que requieren ciertos vocablos de peso, o el que convoca al juego de las filosas y sutiles ironías.
Sucede en "Oda marítima", "Cumpleaños" y "Tabaquería", de Alvaro de Campos; "Odas" y los poemas "XX" y "¿Dónde está el misterio de las cosas?", de Alberto Caeiro, y "Autopsicografía", del propio Pessoa.
Kovadloff goza, desenfadado, y transmite sin empaque catedrático los contenidos descarnados encerrados en las imágenes y pensamientos de Pessoa, que vivió pobre, con un solo amor frustrado, casi en el anonimato, y que tras su muerte, en 1935, se convirtió en el poeta portugués de mayor proyección universal del siglo XX.
Pero el mayor encanto de la noche está en el engarce, en la simbiosis de la palabra y el fado. Cada verso libre, cada pasaje verbal dicho minuciosamente con la voz queda de Kovadloff va de la mano o alterna con la música ciudadana de Portugal (una especie de sugerido y elemental tango porteño), transfigurada por el piccolo (flautín) o el clarón (clarinete bajo) de Marcelo Moguilevesky, y el piano o el acordeón de César Lerner.
Fado-tangueras
Moguilevsky-Lerner, tejieron antes portentos con la judía música klezmer. Hoy los pergeñan en sutiles simbiosis fado-tangueras, de alucinantes hallazgos. Su musicalidad alcanza cumbres de genialidad al enriquecer unas células de inocencia melódica y rítmica hasta hacerlas trepar en alas de suprema originalidad.
Nuestro tango se cuela obstinada, inexorablemente, en sus tramas. Y aquello que en definitiva parece sonar a milonga, ha partido también del meollo del fado. Incluso si uno cree percibir, por entre sus pliegues, los sorpresivos latidos de rasguido doble. En tal magnífica metamorfosis, suerte de sincretismo musical no buscado, irrumpe el otro costado del encanto.
Lo libertario de Pessoa se ha dado la mano con la pródiga fantasía de los músicos. Nuevamente, el magnífico trío poético-musical de Kovadloff-Moguilevsky-Lerner nos ofrenda sabiduría y musicalidad. Mientras tanto, Pessoa pide: "Déjenme en paz, no quiero nada, nada somos; no me traigan estéticas, no me importan las rimas, no me hablen de moral; si tienen la verdad, ¡guárdenla! Todos los ocasos se fundieron en mi alma..."
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