Cambió de vida radicalmente y hoy, con dos obras, se afianza como una gran artista de los escenarios porteños
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Desde hace diez años la actriz, directora y dramaturga Merceditas Elordi concentra su actividad escénica en la ciudad de Buenos Aires. Nacida y formada en Mar del Plata, la creadora decidió relacionarse con la labor teatral cuando tenía 34 años. Hasta entonces su universo se desarrollaba en diversos ámbitos académicos donde ejercía su profesión de bióloga.
En algún momento ella necesitó escapar de ciertas situaciones difíciles que atravesaba en su vida, le recomendaron que se conectara con alguna labor expresiva. Una amiga la contactó con el docente Fredy Vergolini, dueño de la sala Los cuatro elementos de Mar del Plata, y allí descubrió su vocación teatral.
Al comienzo no le resultó sencillo adaptarse a su núcleo de compañeros. Ella tenía 34 años y el resto de los alumnos estaban entre los 18 y 21 años. Pensó que con ese grupo solo podía componer personajes de madre, suegra, directora de escuela. Después descubrió que, “como los personajes son infinitos” también sus posibilidades de interpretación serían infinitas.
Actualmente la actriz se destaca en la pieza La fundación, de Susana Torres Molina, que se presenta en la sala La Mueca, bajo la dirección de Federico Nanyo y donde comparte elenco con Alejandro Botto, Ángel Blanco y Daryna Butryk. Hasta hace pocas semanas se la pudo ver en Burguesa, de Alfredo Allende, en el Teatro Sarmiento. Una versión muy libre de El burgués gentilhombre, de Molière, que se reestrenará el mes próximo en el Cine-Teatro El Plata, de Mataderos.
“La fundación es un texto brillante –reconoce la intérprete–. Torres Molina ha creado una situación en tiempo real donde, tanto los actores como los espectadores, vamos entrando en una trampa. La historia gira en torno a un matrimonio joven que quiere adoptar a un hijo, no por las vías legales, sino a través de esta fundación. Yo recreo a Amalia, una mujer grande, muy firme en sus convicciones, muy católica y que está convencida que lo que están haciendo en ese lugar está bien. Algo también maravilloso aparece en este texto en el que los personajes no son malos, aunque lo son. Como actriz defiendo a mi personaje porque es una mujer que cree en lo que hace firmemente. No tengo nada que ver con ella pero lo interesante es permitirse, aun en lo que no es políticamente incorrecto, indagar y jugársela”.
En contraposición, Burguesa le permitía desplegar su capacidad de comediante. Allí interpretaba a una mujer que, en tiempos del gobierno de Onganía, intentaba formar parte de un country muy exclusivo aunque no estaba preparada para eso.
“Esa adaptación tiene todos esos ritmos característicos de la comedia, el vodevil –explica Merceditas Elordi– Entradas y salidas, puerta que se abren y se cierran, sale un personaje, entra el otro; todo es muy vertiginoso. La experiencia con los espectadores fue maravillosa. Solo hicimos un mes de funciones y está previsto reponerla en el Teatro del Plata sobre fin de año. Mientras hacía los dos espectáculos disfruté mucho de esa extraña situación de terminar un domingo haciendo una comedia y al día siguiente meterme en un drama. Ese es mi trabajo de actriz. Me producía una enorme satisfacción poder desvestirme de un personaje para vestirme del otro y que no se tiñan”.
–¿Por qué decidís integrarte al campo teatral porteño?
–Hay una cuestión familiar. Mi marido y yo nos conocimos en forma virtual, en 2002. Yo en Mar del Plata, él en Buenos Aires. Y estuvimos ocho años de novios viajando los fines de semana. Llegó un momento en que eso era muy agotador. Mis hijas crecieron. Una ya se había ido a vivir sola, la otra tenía edad como para hacerlo. Y tenía ganas de venir a Buenos Aires a explorar. Si bien venía trabajando mucho en Mar del Plata me parecía que en Buenos Aires iba a encontrar otras posibilidades. Pude hacerlo, actualmente convivo con mi marido y la verdad es que todo se armó muy bien (como él es arquitecto hace la escenografía e iluminación de sus obras). Corrí un riesgo grande porque perdí mucho. Yo soy bióloga. Mientras estuve en Mar del Plata trabajaba en colegios, en la universidad, tenía cátedras. Era Secretaria de investigación de la Facultad de Ciencias médicas y actuaba. Cada vez que pasaba el tiempo, la actuación iba ocupando un lugar más importante en mi vida. Entonces iba dejando algún colegio, no podía hacer todo. Llegó un punto en el que tenía que dar un salto y me ayudó mucho Mariano Moro porque además trabajé con él. Estando en Mar del Plata hice un unipersonal suyo y eso me empujó también. De hecho llegué a Buenos Aires y lo primero que hice fue poner ese trabajo acá, Porque soy psicóloga. El haber tenido la posibilidad de trabajar con Mariano también me dio ese empujoncito que necesitaba.
– ¿Y cómo te recibió Buenos Aires?
–Tengo que decir que Buenos Aires me recibió muy bien. Durante estos diez años trabajé mucho, como actriz, como directora, como dramaturga. Hice muchas cosas. Mi mayor aspiración al llegar era entrenar con Agustín Alezzo, hasta audicioné para poder ingresar a su estudio. Estuve tres años trabajando con él y esa experiencia fue maravillosa. Pero a la par comencé a entrenar también en la escuela de Marcelo Savignone, que es totalmente opuesto. Él me abrió un mundo, me permitió explorar un lenguaje distinto y me incorporó a su elenco. Con el hice obras como Tres hermanas que tuvo una versión bombón en La casona iluminada y después tuvo su versión extendida. Hicimos otras versiones de Chéjov (Un Vania, Ensayo sobre La gaviota y Mis tres hermanas) y fue una experiencia maravillosa. Ahí todo es juego, trabajo físico y agradezco muchísimo todo lo que aprendí con él porque ahora lo puedo volcar en distintas experiencias. Cuando en Burguesa me animo a jugar y me zambullo en una cheslong a nadar, lo hago porque tuve ese entrenamiento con él. Porque soy conciente que el cuerpo, eso que Marcelo tiene tan presente todo el tiempo, tiene que tener ese tono, esa presencia. A veces hay obras, como La fundación, que exigen la quietud, la mirada, la precisión y otras, que te permiten un vuelo físico.
–Actualmente se te reconoce mucho, sobre todo, por tu labor actoral.
–Como actriz me tengo confianza. Vengo trabajando mucho y es cuestión de hacer, de proponérselo, de no juzgar. Hay que ir a fondo con la actuación. Después la dirección es un lugar en el que me siento cada vez más cómoda. Dirigí ya varias obras. Tuve la suerte de dirigirlo a Claudio Pazos en un unipersonal (Magallanes punto cero) y como dramaturga vengo muy bien, trabajando mucho de la mano de Javier Daulte. Un gran maestro. Estoy explorando. Cuando me preguntan, ¿qué sos? Respondo, soy profesional de las artes escénicas, porque a veces estoy dirigiendo, a veces actuando. Este es el año de la actuación.
–Dentro del campo dramatúrgico ¿hay temas que te obsesionan o te interesa desarrollar?
–Es bastante variado lo que escribo pero me gusta mucho todo lo que implica investigar y ahí creo que entra mi cabeza de bióloga. Escribí una obra que voy a empezar a dirigir ahora. Se llama Cuando el chajá canta las horas. Transcurre en 1826. Hice un gran trabajo de campo, de investigación bibliográfica sobre los vocabularios y los modismos de época hasta descubrir cómo se vivía y se comerciaba entonces. Me resulta muy apasionante investigar y escribir sobre personajes reales, que existieron. Tengo una obra escrita sobre tres mujeres científicas, Marie Curie, Esther Lederberg y Rosalind Franklin. Y estoy por estrenar, en Mar del Plata, una obra mía sobre la vida de Cecilia Grierson. Es una experiencia que estuve haciendo y que se dilató porque apareció Burguesa. Ese proyecto me implicó permanecer mucho en Buenos Aires sin poder viajar a Mar del Plata. Pero tengo casa allí. Llevo mis obras en el verano, cuando puedo, para hacer temporada. Sigue siendo mi ciudad y conozco mucha gente y me gusta que puedan ver mi proceso de evolución como artista. Y esta experiencia viene dilatada por todo esto. Disfruto mucho Mar del Plata. De hecho la semana que viene termino la función del lunes y nos vamos una semanita y ahí ensayaré con las actrices allá. Una de mis hijas vive en Mar del Plata y la otra vive en Valencia, con mi nieta.
–¿Si hicieras un análisis de tu proceso en esta ciudad dirías que ha sido muy placentero?
–Fui evolucionando para bien. No tuve períodos de impasse. Siempre estuve trabajando. Empecé, me formé esos tres años. Hice mi primer obrita. Para mi fue todo buenísimo. Seguramente tengo algún muerto en el placard. Pero cada experiencia fue sumando, me fue abriendo puertas, pude trabajar con muchos directores de Mar del Plata. Conocí en esa ciudad a actores, actrices, directores. Antes de venir acá yo ya tenía una carrera. Pero mi punto de inflexión fue mi llegada a Buenos Aires. Empecé con todo. Tomé una gran decisión que fue dedicarme exclusivamente a esto.
Para agendar
La fundación
Dirección: Federico Nanyo. La Mueca, Cabrera 4255. Lunes a las 21
Burguesa
Dirección: Eduardo Gondell. Desde julio en el Cine Teatro El Plata.
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