Perseguir el deseo
Es la gran revelación de Cabaret
"Amo este personaje, es entrañable", dice el actor y cantante Alejandro Paker al referirse al emcee , maestro de ceremonias de Cabaret, que, noche a noche, le posibilita confrontar su capacidad profesional con numerosos espectadores (cerca de 95.000 hasta el momento). A los casi 36 años -está por cumplirlos en estos días- el intérprete disfruta de su trabajo en la comedia musical y se dispone a desandar algo de su vida, según le va reclamando este cronista.
Es que si bien Paker ha participado en diversos espectáculos fuertes en los últimos años - El jorobado de París, Grease, El hombre de La Mancha, El Principito y hasta en Marionetas del pene , entre otros-, ésta es la primera vez que tiene a su cargo un protagónico y, lograrlo, le llevó su tiempo de preparación y mucha investigación.
Antes de audicionar, por ejemplo, se ocupó de su físico: bajó nueve kilos y, para ganar plasticidad corporal, se entrenó haciendo pilates, natación y danza. En el Instituto Goethe se informó acerca de los Kabaret alemanes del tiempo que muestra la pieza y hasta observó muchas fotografías que rescataban imágenes de los personajes prototípicos que daban vida a esos lugares. Finalmente, llegó el turno de conectarse con la posible interioridad del personaje. Y así buscó entre sus emociones (aquí recuerda mucho de lo aprendido en el estudio de Carlos Gandolfo), cuestiones inherentes a la ironía, el humor negro, el sarcasmo, la tristeza, la profunda soledad.
Después obtuvo el lugar que hoy ocupa en el elenco de Cabaret y el emcee le ganó el corazón. Lo define como un ser libre, como un sobreviviente. "Creo que el arte y la expresión lo han hecho un sobreviviente en esos tiempos que le tocan vivir -aclara-. Y el humor lo ha ayudado a sostenerse. Pero tiene frustraciones y lucha constantemente por ser, porque tiene hambre."
Cuenta que su creación "se fue cocinando muy despacio y hasta con magia. La idea era provocar muchas cosas que invitaran a la reflexión y que, a la vez, produjeran rechazo, seducción, enojo y hasta que despertaran bajos instintos".
Cada tarde, cuando Alejandro Paker llega al teatro Astral y, antes de ponerse la ropas del emcee , comparte un rato con las bailarinas del espectáculo. Relacionarse con ellas lo ayuda a entrar en el mundo del cabaret. "Esa es mi manera de romper la rutina -dice-, trato de impregnarme de la cotidianidad del lugar, de buscar la alegría por subir al escenario, por estar ahí arriba otra vez. El segundo acto me pide otra concentración. Es más denso. Los colores del personaje cambian. Allí hago un trabajo muy personal y así aparecen la tristeza y la soledad."
Paker disfruta verdaderamente este proyecto. Su relato afirma ese placer continuamente. Expresa haber logrado un sueño. Y aunque Cabaret le ocupa el 70 por ciento de su vida y eso le preocupa, ha decidido sostener ese camino porque, según afirma: "Esto nunca me había pasado. Sé que estoy descuidando a amigos, a mi familia pero, en verdad, no tengo tiempo físico para dedicarles".
Emcee : un destino
Alejandro Paker comenzó a formarse en Rosario, a los 15 años, y a los 18, su profesor, Lauro Ocampo, lo invitó a participar de un espectáculo - El tutú -, donde tuvo que darle vida a un maestro de ceremonias inspirado en este emcee que ahora crea con más experiencia. "Hoy me doy cuenta de que me faltaba mucha vida para poder transcurrir por todas las emociones de esta criatura." El actor confirma así que la vida es cíclica y "si uno va progresando, es genial porque, finalmente, encontrás lo que buscabas".
Cuenta con cierta melancolía: "Mucha gente me dice «qué bueno que estás en Cabaret », pero si supieran todo lo que ha pasado en este tiempo, en estos años en los que muchas veces viví a mate y pan porque sólo quería vivir de esto. Alquilábamos un departamento entre cuatro, y hubo años en los que tenía que elegir entre pagarme una clase o qué comida comprarme. Han pasado muchas cosas...".
Su llegada a Buenos Aires se produjo en el año 93. Audicionó para El jorobado de París, de Cibrián-Mahler, y quedó. Y nunca más volvió a Rosario. "Recuerdo que tenía muchas fichas puestas en que iba a quedarme. Mi familia me apoyaba pero en algún lugar sentían que iba a volver. Y no fue así. Tenía claro mi sueño, lo que quería hacer. En algún punto me siento orgulloso de mi camino. Elegí estar en este lugar y estoy feliz de que todo haya transcurrido así. Creo que eso me ayudó a tener esta valorización por las cosas que logro."
Hijo de un militar y un ama de casa, su ligazón con la cultura se produjo a través de ciertos intereses del padre. "El era quien traía cultura a casa -comenta-. Me regalaba discos, me hacía escuchar desde ópera hasta tangos, me llevaba al teatro. Aun así, cuando elegí ser actor, mi familia se cuestionaba cuán fuerte era mi deseo."
Hoy la realidad es otra y asoma cada noche sobre el escenario. El emcee le posibilita a Alejandro Paker afirmar aquel deseo, pero también confirmar que los sueños pueden cumplirse. El personaje es muy libre y, seguramente, siempre estuvo convencido de ambas cosas.