Permitidos: una comedia que mira con simpatía -y algo de reflexión- la cuestión de los celos y las relaciones
Basada en la película de Ariel Winograd y dirigida por Peto Menahem, la obra explora hasta dónde es válida la habilitación de un supuesto segundo vínculo dentro de una pareja
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Permitidos. Autoría: Guion Original: Ariel Winograd, Julian Loyola, Gabriel Korenfeld, Jonathan Kleiman. Adaptación teatral: Nelson Valente. Elenco: Mike Chouhy, Sofia “Jujuy” Jiménez, Rocío Igarzábal, Juan Sorini, Paula Staffolani, Abril Suliansky, Agustín Vidal Rossi. Diseño de Escenografía: Lula Rojo. Diseño de Iluminación: Leandro Fretes. Diseño de Vestuario: Gustavo Alderete (La Polilla Vestuario) Producción General: Rimas Producciones, Florencia Masri, Ricky Pashkus, Alejandro Zaga, Carlos Gorosito, Fernando Sokolowicz, Ximena Biosca, Estanislao Otero Valdez. Dirección General: Peto Menahem. Duración: 1 h 25m. Sala: Paseo La Plaza. Funciones: viernes 20:30 hs., sábados 21:30 hs. y domingos 21:00 hs. Nuestra opinión: Buena.
La palabra “permitido” está asociada tradicionalmente a una cuestión alimentaria. Luego de un sacrificio relativamente extendido en el tiempo, llega el momento del gustito. Un gusto acotado, puntual, para luego continuar con el consabido sacrificio.
En términos de relaciones sexoafectivas la palabra “permitido” tiene otra acepción. En este caso se habla de lo siguiente: existen ciertas personas que funcionan como “permitidos”, en general, se los plantea como tan lejanos que, si alguien alcanza un vínculo fortuito, casi milagroso, no se considera una infidelidad en el contexto de una pareja. El presupuesto que sostiene la habilitación del permitido es la escasa probabilidad de que tenga lugar. Por eso no llega a despertar celos, porque es improbable que ese encuentro se produzca.
La propuesta dirigida por Peto Menahem, que está basada en la película homónima de Ariel Winograd, pone este conflicto en escena. Los protagonistas de este brete son jóvenes y, en principio, ¿de avanzada? ¿evolucionados? Al menos hasta que los planteos hipotéticos se convierten en realidad.
La introducción de la cuestión aparecerá en una conversación de living, con el objetivo de abrir la discusión, dar un bosquejo rápido de los personajes, reconocer su posición para que luego se vaya al núcleo de lo que se quiere desarrollar. Aunque el lector no haya visto la película, fácilmente imaginará lo que sucede: esa persona imposible de la que hablaron de manera lejana e hipotética se cruzará en la vida de Mateo (el que había confesado quién era su permitido en la conversación) y, por supuesto, para llamar su atención tendrá a cargo una acción que lo convierte en héroe sin querer. Esa acción será agradecida por su “permitida”. Y así se desata el conflicto. Luego, Camila, su novia de la primera escena, convertida en ex, también se cruzará con su propio permitido, para que las cosas sean parejas. Con una serie de ingredientes más para hacer más jugosa la historia, desfilan algunos sucesos que van corriendo el eje de la vida cotidiana. Y no es difícil suponer cómo se resuelven porque de una comedia se trata.
Ahora bien, Mike Chouhy como Mateo y Rocío Igarzábal como Camila llevan sus papeles con soltura y logran lo que se busca en primer lugar, divertir a los espectadores. Los respectivos permitidos de cada uno, Sofi Jujuy y Juan Sorini, cubren sin problemas los roles que les toca en suerte. Probablemente el personaje más lúdico sea el de Soledad, a cargo de Paula Staffolani, que, sin duda, tiene mayores posibilidades de lucirse por cómo está articulado y lo aprovecha muy bien.
La escenografía, como la propuesta, también es lúdica, juega con las transformaciones y resuelve los espacios no solo en términos funcionales sino también significantes, es más, toma a su cargo, con la aparición de dos camas simultáneas, el gesto de la parodia.
Por supuesto que también pueden hacerse otras lecturas: en qué lugar se pone a ciertas figuras que las hace devenir inaccesibles, cómo los cuerpos son vehículo arbitrario y hasta ridículo respecto de lo que venden. Incluso se cuelan interrogantes de esos que, en los tiempos en los que opinar de los cuerpos ajenos no está bien visto, causan escozor, como por ejemplo que alguien se pregunte ¿qué le vio?, presuponiendo la ausencia de belleza hegemónica. En fin, hay en la obra toda una serie de cuestionamientos interesantes de cómo se articulan las relaciones en nuestra vida en sociedad. Sin embargo, la oscilación entre lo paródico y las reflexiones sociológicas le dejan más lugar a lo primero que a lo segundo. Está muy bien; es una comedia que pone en primer plano los estereotipos en cierta franja etaria y social, cuyos portadores son mirados con simpatía y algo de indulgencia.
Tal vez despierte preguntas, abra discusiones posteriores; tal vez haya presentado la canción “Rata de dos patas”, de Paquita la del Barrio, a más de un público joven; seguramente habrá desatado bastantes carcajadas. Como siempre, uno se lleva lo que va a buscar, lo que le dan en el escenario y lo que se habilita a sí mismo como espectador.
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