A 31 años del estreno de la obra que los consagró, los directores conversaron con LA NACION antes de las funciones en el Movistar Arena; a corazón abierto repasaron la historia compartida, los desencuentros personales y las anécdotas del musical que fue una bisagra del género, semillero de talentos y que puede llegar a Broadway
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“Cuando le produje Las dulces niñas a mi madre (Ana María Campoy), fue un fracaso económico rotundo que me dejó inválido, imposibilitado de salir adelante. Así que recuerdo que, un 15 de febrero, se me ocurrió llamar a Tito Lectoure, a quien no conocía, para que me produjera una obra de teatro escrita por mí”. Pepe Cibrián comienza desandar el camino iniciático de Drácula, el emblemático musical que se estrenó el 29 de agosto de 1991 en el Luna Park y que durante los próximos 6, 7 y 8 de octubre tendrá su despedida de Buenos Aires en el estadio Movistar Arena. “Drácula se convirtió en un clásico como ‘Cambalache’”, define Cibrián sin medias tintas.
“Siempre se habla del fenómeno, pero no tanto de lo artístico en sí mismo. Más allá de que fue todo muy vertiginoso y que sentíamos que era la oportunidad de nuestras vidas, hay un lugar de profundidad de donde salieron las letras y las melodías, creo que por eso perduran en el tiempo. Si escucho La Boheme o Nessun dorma, te conmueven una y otra vez”, reflexiona Ángel Mahler, creador de esas partituras tan bellas como complejas de Drácula que ya forman parte del acervo cultural argentino. Pepe Cibrián reconoce esa virtud de la música, por eso reconoce: “El lenguaje de Ángel es universal, el mío está atravesado por el idioma”.
Pepe Cibrián y Ángel Mahler construyeron una marca a partir de una sociedad artística que, en algún momento, también fue comercial y que hasta incluyó un distanciamiento personal prolongado. Hoy, a 31 años del estreno de Drácula, la obra musical que se convirtió en un referencial título del género que marcó un punto de quiebre en el país, se reencontraron para conversar con LA NACION. La charla tiene un sabor especial ya que no solo se trata de desandar el camino de Drácula y pensar en el futuro, sino también de pensarse a ellos mismos, luego de la sonada separación.
“Hemos sido únicos en la posibilidad de encontrarnos, de ser pares. Ahí es donde pienso que lo que hicimos nos va a trascender, como la obra trascendió a (Giacomo) Puccini”, grafica Mahler convencido de la envergadura del musical creado por él y Cibrián que tuvo seis temporadas en el Luna Park (hasta entonces jamás una obra de teatro se había presentado en ese mítico rincón porteño), cinco giras nacionales, dos temporadas en el Ópera de Buenos Aires y un verano en Mar del Plata y otro en Villa Carlos Paz.
Los números estremecen. Este año, la pieza nuevamente colmó el Luna Park durante varias noches y realizó una tournée por gran parte del país, siempre a sala llena y en espacios importantes. Preámbulo de lo que será la puesta en el Movistar Arena y la futura temporada de verano en una sala marplatense.
Treinta músicos y cincuenta artistas en escena (actores, cantantes y bailarines) forman parte de esta versión que es producida por el propio Mahler y que cuenta con Hernán Kuttel como repositor de la versión original de Cibrián.
En el elenco actual se destacan los nombres de varios intérpretes históricos como Juan Rodó, Cecilia Milone, Josefina Scaglione, Mariano Taccagni, Laura Silva y Pehuén Naranjo. Aún con 31 años de historia, el espectáculo recibió, por la versión de la reposición, varias estatuillas en la reciente entrega de los Premios Hugo, el galardón que premia al teatro musical.
Obertura
“Le pedí la entrevista a Tito Lectoure sin saber qué le iba a ofrecer, se me ocurrió ahí mismo. No había leído la novela, solo sabía que era un tipo chupasangre. Evidentemente, le conté la idea con mucha pasión”, reconoce Pepe Cibrián, padre del musical argentino por cuyas obras, semillero de talentos, han pasado los más destacados representantes del género.
En ese tiempo, el Luna Park ya no ofrecía boxeo y se alquilaba para diversas actividades, aunque el teatro, aún, no estaba contemplado en el histórico predio de Corrientes y Bouchard. “Lo que le pedíamos, Tito nos lo daba”, recuerda el director, quien, junto con Ángel Mahler, es responsable de obras del género como Las mil y una noches, Otelo, El Jorobado de París, Dorian Gray, el retrato y El Fantasma de Canterville.
A la primera reunión con el arrendatario del estadio, Cibrián fue solo: “No le pedí el Luna Park, cómo se me iba a ocurrir semejante cosa. Quería que fuera el productor en un teatro de doscientas localidades”.
Cibrián y Mahler recuerdan que Tito Lectoure agendaba las fechas programadas del Luna Park en una especie de anotador, ya que no tenía computadora, y que el único elemento tecnológico de su oficina era un viejo televisor que funcionaba muy mal. A veces, el trabajo manual trae buenos resultados, aún en la era de la modernidad.
“Nos dijo: tengo cuarenta fechas libres entre la programación que incluía a Frank Sinatra, Julio Bocca o Liza Minnelli”. Cibrián le consultó a Lectoure cuánta gente cabía en el estadio ambientado como sala teatral, estremeciéndose ante la cifra de cinco mil localidades, algo superior a la sala de solo doscientas butacas que anhelaba el creador del unipersonal Marica. “Nunca me asusté, a pesar de que venía de meter ocho personas en la obra que hacía con mi madre”.
“Cuando entré al Luna Park vacío sentí una sensación muy particular, inhibía”, reconoce Ángel Mahler. “Antes del estreno, cuando salí de la oficina de Lectoure hacia la que teníamos con Ángel, la sala vacía estaba iluminada con luz de ensayo. Ahí la vi realmente, por primera vez, en toda su magnitud”, rememora Cibrián.
En el proceso de escritura, el dramaturgo respetó la historia hasta la participación de la Condesa. “A partir de ahí tiramos todo a la m… y seguimos con una historia libre. La Condesa está por cábala”, sostiene Cibrián.
La pareja creativa se conoció cuando Pepe Cibrián iba a estrenar Calígula en Los Teatros de San Telmo, cuya música era de Martín Bianchedi. “Necesitaba un arreglador de la obra de Bianchedi y alguien me recomendó a un joven que trabajaba en una empresa de música muy importante. Lo contacté, le llevé un casete, le pregunté si le interesaba, y me dijo que sí. Ese joven era Ángel. Cuando tuvo listo el trabajo, me lo hizo escuchar en su Renault 12″. Corría 1983 y Cibrián contaba con 34 años, 12 más que Mahler.
–Más allá del éxito, el camino nunca es fácil.
Ángel Mahler: –Miro para atrás y me parece inmenso lo que hicimos, pero en el momento no nos dábamos cuenta.
Pepe Cibrián: –Cuando murió Lectoure, le plantee a Ángel que no podía ser que nos exigiéramos hacerlo siempre para más de tres mil personas, pero debo decir que el talento empresarial es de Ángel, quien, además de ser un artista creativo, puede cumplir con esa otra función. Yo, en cambio, tengo un talento emprendedor.
–¿Cómo era Tito Lectoure como productor?
Mahler: –No hubo nadie igual. No se metía, nos dejaba crear con libertad. Fue el único productor que me dijo que no pusiera 25 músicos, sino 38. Con él, el rédito económico llegaba después de la búsqueda artística y eso es algo que no siempre se entiende. Cuando murió en 2002, pensé que nadie mejor que nosotros podía defender nuestra historia y seguir adelante con nuestros sueños.
Cibrián: -A Ángel le gusta lo grande y a mí también, aunque yo podría estar en el teatro de (Javier) Daulte con sesenta localidades.
Ángel Mahler hoy pasa gran parte del año viviendo en las cercanías de la ciudad de Miami, razón que lo llevó a pensar en la posibilidad de montar Drácula en los escenarios norteamericanos, a partir de una traducción al inglés realizada por Marcelo Kotliar: “Sería interesante una gira, no me moriría si la obra no llega a Broadway, aunque lo vamos a intentar”.
–Con el diario del lunes es más fácil explicar el suceso. Sin embargo, Drácula, a priori, es un personaje oscuro y perverso.
Mahler: –Sí, pero en nuestra versión aparece la historia de amor.
Cibrián: –Francis Ford Coppola lo hizo después. Si hubiese sido al revés, hubieran dicho que nos copiamos de él. Acá vinieron productores norteamericanos y se llevaron material filmado.
Mahler: –Hay cosas llamativamente parecidas, pero a mí, particularmente, esa versión no me gusta.
–Entonces, una historia con un personaje que distancia a la gente, ¿qué secreto tiene?
Mahler: –En el final del primer acto, él va a morder a Lucy y se termina reencontrando con su amor de hace quinientos años. Ahí comienza una historia completamente distinta y el desenlace es soñado. Cuando ves Romeo y Julieta no querés que se mueran, acá tampoco querés que se muera Drácula.
–Es la tragedia griega.
Cibrián: –Los dioses se terminan y, por otra parte, Drácula, que es un símbolo del poder, deja todo por amor. La escena de él con ella, con esa música maravillosa, es sublime.
Mahler: –Y también tiene que ver con lo que vos escribís. Pepe no se da cuenta que tiene incorporada la tragedia de Manuel de Falla y Federico García Lorca. Eso lo tiene en su sangre. Y, en lo que a mí respecta, tengo finales muy incorporados como Tosca o Madame Butterfly. Turandot es un modelo de ópera, tiene todo. Esa influencia está en la partitura de Drácula.
Cibrián: –Drácula es operística, desde el punto de vista de los dioses trágicos.
Mahler: –Pepe, no se si te lo dije alguna vez, pero el leitmotiv se repite 218 veces en distintas formas, lo contó Dolly, mi mujer, en una función en el Astral.
Ángel Mahler tararea esa melodía que está incorporada en el inconsciente colectivo del teatro nacional. Una marca, un sello bisagra con ADN propio.
Cibrián: –Mucha gente sostiene que, si no hay una canción pegadiza, no se trata de un buen musical. Sin embargo, nadie sale cantando Wagner. Cuando se logra lo subliminal, es lo valioso y ahí cuenta la creatividad del músico.
–Aún no contaron cómo fue el trabajo de escritura.
Cibrián: –Fue un vértigo, no tuvimos tiempo de pensar. Mientras yo estaba ensayando, Ángel me mandaba las melodías y, ahí mismo, terminaba de escribir las letras. No se paraba, ensayábamos como locos.
–Durante ese proceso, ¿alguna vez dudaron?
Mahler: –No había tiempo ni para dudar, pero Tito Lectoure llevaba críticos amigos para que vieran los ensayos, aunque no opinaban delante nuestro.
Cibrián: –Se lo decían todo a Tito, pero él dejó que fuera nuestro, fue de un respeto enorme. Una vez nos dijo que lo iban a operar del corazón, ahí sentí una desazón muy grande. Si le pasaba algo, el proyecto se terminaba. Por suerte, todo salió bien y él volvió a ver los ensayos. Nos divertimos como locos.
Mahler: –Con los aciertos y errores, este espectáculo es cien por ciento nuestro.
La producción original costó un millón de dólares y, si bien en algunas temporadas se quitaron algunas escenas, la versión que se verá en el Movistar Arena será idéntica a la que se vio en el estreno en el Luna Park, hace 31 años. “En el elenco hay, por lo menos, 30 chicos nuevos que se sumaron a los nombres del elenco original. Esos artistas vieron Drácula cuando eran muy jovencitos, por lo tanto, llegan con mucho entusiasmo. A Marcelo Amante, el coreógrafo, cuando le consulté si aceptaría estar en la obra, se puso a llorar, me decía que había nacido con esta obra”, confiesa Mahler.
Estás junto a mí ahora
–Estuvieron distanciados bastante tiempo. ¿Cuál fue la razón de la separación?
Mahler: –Cuando nos separamos, en 2016, fue por causa de otras personas, por situaciones externas a nuestro vínculo.
Cibrián: –A mí me agarró en un momento frágil de mi vida, lo cual hizo que esa influencia me haya alejado de él. Eso pasa en las familias.
Mahler: –Obvio.
Cibrián: –Lo amo con profundo amor. Lo he visto crecer, he visto nacer a sus hijos.
Mahler: –Hemos tenido un vínculo de familia, salvo alguna vez que no le atendí el teléfono.
Cibrián: –Eso era mala leche.
Mahler: –No, Pepe, necesitaba un poco de descanso. Los que amamos el teatro, estamos juntos siete por veinticuatro. Aunque estés haciendo otra cosa, estás pensando en la obra, por eso digo que nuestro vínculo era el de familia. Conocí a sus padres, a su hermano...
Cibrián: –Nos hemos contado confidencias de la vida personal, nuestras vivencias.
Mahler: –Aún juego al fútbol, y esto es igual, uno puede pelearse en la cancha, pero luego se enfría y se va a tomar una cerveza con los otros jugadores.
Cibrián: –Fue una lástima nuestro desencuentro, haber perdido tiempo, no sé si se recupera, pero estoy seguro que si yo hubiese necesitado de Ángel, él hubiese estado. Y yo hubiese estado si me necesitaba. No tengo ninguna duda. Cada uno siguió su lucha y, afortunadamente, ahora la seguimos juntos. Somos muy distintos, pero nos hemos divertido, hay algo que nos une que es intangible, no se puede separar. Es como en una pareja, se dio. Como él es más joven, me conocía y me admiraba. Y yo, como quiero todo ya, no me había encontrado con gente así hasta conocer a Ángel.
–¿Se arrepienten del tiempo en el que estuvieron distanciados?
Cibrián: –No me arrepiento, pero sí lo lamento profundamente y me hago cargo de lo que me corresponde. Además, a mí el tiempo se me va acabando, así que eso duele más.
Mahler: –La vida es aprendizaje. Quizá por esa circunstancia, hoy valorizamos tanto este Drácula y el reencuentro es tan fuerte. Podemos trabajar con gente diferente, pero sus letras no son iguales sin mi música y mi música no es igual con otras letras.
–Los espectadores fanáticos se han convertido en una suerte de club de fans.
Cibrián: –Una mujer vio la obra 170 veces. Cuando cumplió 100 funciones, le dimos una placa. No es normal, la mandamos a un psiquiátrico.
Mahler: –Lo más habitual es ver el espectáculo entre cinco y siete veces, siento que es así por los mensajes que llegan a las redes sociales.
A lo largo de más de tres décadas, las anécdotas no son pocas. En una función en el Luna Park, Cecilia Milone se quedó sin micrófono y cantó a cappella: “Saqué a la orquesta y quedó el piano en un pianissimo absoluto. Cecilia sacó su gran vozarrón y fue una de las veces que más la aplaudieron. Siempre la cargamos y le decimos: ‘Ojalá que se te vuelva a romper el micrófono’”, recuerda Mahler.
–Más allá de lo artístico, la obra les cambió la situación económica.
Mahler: –Sí, desde el principio.
–¿Qué se hace con eso?
Cibrián: –Se gasta.
Mahler: –Él disfruta, pero la verdad es que primero pensábamos en la obra, lo otro fue una consecuencia, no nos importaba nada.
Cibrián: –Hasta estrenar no sabíamos cuánto íbamos a ganar. Por supuesto, me cambió la vida, me compré un auto y le saqué la hipoteca a mi casa.
Mahler: –Viajamos.
Cibrián: –Él también comenzó a comprarse casas divinas, pero es más cuidadoso, yo soy delirado.
Mahler: –La vivo a mi manera.
Cibrián: –No digo que esté mal. A mí me gusta mucho gastar, pero, esta vez, voy a gastar menos.
Cuando Drácula se estrenó, la moneda que regía en el país era el Austral. “Argentores tuvo que cambiar el sistema de liquidación de los derechos de autor porque no entraban los ceros en las planillas ni en los cómputos, eso era lo que ganábamos”, recuerda Cibrián. A los pocos días del debut nació la llamada convertibilidad económica que establecía la paridad entre el peso y el dólar en una Argentina con más ficción que lo que se narraba en el escenario del Luna Park.
En los 31 años que lleva el musical en cartel, la Argentina fue gobernada por Carlos Saúl Menem, Fernando de la Rúa, Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño, Eduardo Duhalde, Néstor Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández.
–¿Cómo se perciben en el rol de directores?
Cibrián: –Ángel apoya a sus músicos, les da un lugar especial, trata muy bien a su gente, es como un maestro y hasta un psicólogo. Es un mundo analógico.
Mahler: –Pepe es muy claro, visceral y pasional, buscando que el actor entienda lo que tiene que hacer y pueda sacar su máximo potencial. Él tiene la proeza de haber sacado los personajes con gente inexperta. Ni Juan Rodó ni Cecilia Milone ni Paola Krum sabían el potencial que tenían.
Cibrián: –Tampoco son zonas aisladas, ha habido noviazgos entre el elenco y la orquesta.
–El éxito propio, ¿puede molestar a otros?
Mahler: –La mayoría de la gente o los colegas se alegran, porque saben de nuestra coherencia y cuál ha sido la entrega, priorizando lo artístico. Eso me pone muy orgulloso.
Cibrián: –La mayoría se alegra, porque lo hemos hecho a pulmón, aunque hay gente que nos envidia profundamente.
Agradecimiento: Hotel Sheraton de Pilar.
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