Pepe Cibrián Campoy: su muy personal regreso al off, los secretos familiares que salen a la luz y la reconciliación con su pareja, Nahuel Lodi
El actor, autor y director estrena en breve el unipersonal Pepe con Pepe, un music hall en el que pasará revista a toda su vida y carrera y le rendirá tributo a sus padres y a las siete generaciones de intérpretes de su familia
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Lejos de los musicales a gran escala, con notorio nivel de producción y elenco numeroso, por los que siempre fue reconocido, Pepe Cibrián Campoy ha decidido que su próximo paso en el teatro sea minimalista: protagonizará un unipersonal en el que sólo será acompañado por un músico (Daniel Pragier) y que prácticamente no contará con escenografía.
No es la primera vez que el actor, autor y director experimentará algo así: ya lo había hecho en Marica, aquel alegato a favor de la diversidad nacido en torno a la figura de Federico García Lorca. Pero en Pepe con Pepe –tal el título del espectáculo que estrenará el 11 de marzo en Timbre 4– irá por más: “Será mi trabajo más íntimo, en el que desnudaré mi alma y contaré todo lo que nunca había dicho sobre mi vida y las generaciones de actores de mi familia que me precedieron. Será un regreso a mis raíces, al teatro off, a los sótanos donde empecé mi carrera y trabajé durante 20 años”, adelantó el co-creador de Drácula, el musical a LA NACIÓN, en una extensa charla en la que también rememoró los altos y bajos de su trayectoria, recordó a sus padres (Ana María Campoy y José Cibrián), confirmó la reconciliación con su pareja Nahuel Lodi, aconsejó en la búsqueda del éxito a los participantes de Gran Hermano, anticipó el futuro del teatro comercial porteño y enumeró sus proyectos a futuro.
–¿Cómo nació Pepe con Pepe? ¿Es una suerte de auto homenaje?
–Sí, es un homenaje a mi historia, a la de mis padres, a la de mis siete generaciones de actores, a mi gente, al teatro. Se me ocurrió porque en breve cumpliré 75 años y me parecía que ya era hora de hacerlo. Y hoy creo que es lo mejor que pude haber decidido. Me resulta muy conmovedor contar vivencias y anécdotas mías y de mis padres de las que la gente no tiene la más remota idea, y que hablan de luchas, de guerras, de matrimonios y de cuestiones muy privadas (pero que no podrían ofender la memoria de nadie, sino no las comentaría). A esta altura me divierte jugar con todos estos recuerdos en vez de aprenderme tanta letra. Aquí hasta interactuaré con la gente y cantaré siete temas que están relacionados con mi historia. Por ejemplo, cuando hable de mi padre y cuente que luchó durante la guerra civil española (participó a los 19 años en la batalla del Ebro), fue antifranquista y debió exiliarse con su familia a México, entonaré “El sueño imposible” del musical El hombre de la mancha, porque él siempre tuvo sueños imposibles.
–¿Qué recuerdos tenés de tus comienzos en “los sótanos”?
–De esa época tengo un recuerdo que hoy me parece muy gracioso. Un día estaban comiendo en un restaurante mis padres y Carlos A. Petit (importantísimo empresario teatral de la escena comercial de aquel entonces) y de golpe llego yo a ese lugar enojadísimo, luego de haber hecho una función para sólo cuatro personas. Empecé a decir: ‘Este es un país de mierda, me voy a ir, no puedo más, estoy cansado de fracasar’. Petit me paró en seco y me contestó: “No, Pepe, vos nunca fracasaste; porque para fracasar primero hay que tener éxito”. Sus palabras me quedaron grabadas para toda la vida y me enseñaron a ser humilde y a volver a empezar, una y mil veces.
-Una muy buena frase...
-Es que esto no todo el mundo lo comprende. Por eso, cuando ahora veo a estos chicos de Gran Hermano… Todos buscan el éxito repentino, pero éste luego se va. Pobrecitos, los suben a un pedestal, les hacen miles de notas y luego, cuando se termina el programa, se caen desde la estratosfera. En cambio, si a mí o a Norma Aleandro de golpe nos va mal –que hemos subido como 48 escalones en la profesión rompiéndonos el culo- nos caemos sólo un poquito, no nos caemos hacia la nada. Siempre nos queda algún recurso para seguir sobreviviendo: podemos salir de gira, hacer un unipersonal, etc. A estos chicos, en cambio, no les queda nada. No empezaron y ya terminan.
–¿Qué les aconsejarías a los jóvenes que pretenden el éxito de la noche a la mañana?
–Yo les contaría mi historia, la de un brillante. Yo siento que soy un brillante, pero nunca me olvido que para serlo primero fui un carbón. No hay brillantes sin carbones. El problema de hoy es que todos los chicos quieren ser brillantes, se olvidan que al carbón primero hay que romperlo, luego tallarlo y recién mucho después, si tenés talento y te acompaña la suerte, terminarás convertido en un diamante. No veo muchos jóvenes en el mainstream dispuestos a aprender esta lección. De todos modos existen otros jóvenes que se rompen el alma, son los que están en los teatros alternativos, que es hacia donde va ir todo el teatro.
–¿Qué querés decir con eso?
–Que la calle Corrientes como símbolo teatral va a desaparecer. Porque hoy en día ya no se pueden sostener los costos de una temporada teatral completa, con los gastos de sueldos y publicidad requeridos. Hoy se acepta como un éxito una obra que reúne 2.500 espectadores; antes, hace diez o veinte años atrás, si hacías esa cifra te echaban a patadas. Ahora un fracaso es recién un promedio semanal de 400 personas. Con este cambio de parámetros el teatro comercial va hacia la muerte. Por el momento las salas se sostienen con auspicios de determinadas empresas. Por eso algunos teatros muy respetables ahora se llaman, en segundo lugar, Pupi o Coqui o vaya a saber uno cómo. Mientras tanto hay un auge tremendo de teatro alternativo. Por eso voy a hacer Pepe con Pepe en Timbre 4, un lugar que me enloquece, y porque respeto muchísimo a su dueño, Claudio Tolcachir, al que además me une una hermosísima amistad. Timbre 4 es un galpón, un declive de sillas y nada más; cuando yo era joven era impensable que una figura trabajara en un lugar así. Sin embargo, hoy para mí este lugar es pura magia. Yo haría todo acá: hasta Drácula, el musical montaría acá.
–A propósito, ¿cómo juzgás el desarrollo del género musical en la Argentina, desde la irrupción de Drácula, el musical, en 1991, hasta hoy?
–Han proliferado muchos musicales en el off, en el circuito alternativo, pero en el ámbito comercial lamentablemente a los autores jóvenes no se les da espacio. Se traen obras de afuera, que son copias de copias de copias, que para mí no tienen ningún valor (salvo el de darle trabajo a la gente, que no lo niego y respeto). Pero ninguna tiene creatividad, los repositores obligan a los actores, por ejemplo, a ubicar las manos de las mismas maneras que en las puestas de Nueva York, Japón y Australia. Un horror.
–Dado que Pepe con Pepe también será un tributo a tus padres, contame un poco la historia “no oficial” de ellos...
–Mi papá venía de una familia de actores muy ricos y mi mamá, de una de actores muy pobres. En la España de comienzos del siglo pasado había como distintas calidades de actores, como sectas. Estaban los de clase A, a la que pertenecía mi padre, que eran los únicos que podían estrenar en Madrid (además de trabajar en grandes capitales de provincias). Después estaban los de clase B, que sólo podían estrenar en capitales de provincias. Y por último existían los de clase C, que eran los actores de la legua, a los que pertenecía mi madre, y que hacían lo que podían, pobres.
-¿Cómo era la vida para esos actores?
-Mi madre, por ejemplo, dormía en una valija inclinada con una madera para no ahogarse. Nunca en su vida fue al colegio, porque sus padres iban actuando de pueblo en pueblo. Mamá tuvo que empezar a trabajar a los 4 años para comer, a los 12 murió su madre –que era actriz- por una infección en la rodilla. Eran tiempos de guerra, no había penicilina y debieron enterrar a mi abuela en una fosa común. Al principio quedó al cuidado de su padre, que era apuntador, luego pasó a mantener ella a la familia y a los 16 ya era una estrella. Mi padre, que era 10 años mayor que mi mamá, había tenido una infancia rica pero solitaria, por haber quedado pupilo en un colegio. Luego él quiso ser actor, pero su padre lo obligó a estudiar para recibirse de Ingeniero en Puentes y caminos, hasta que a los 19 se cansó, lo mandó a la mierda y se empezó a dedicar al teatro. En definitiva, mamá y papá provenían de dos mundos muy distintos. Pero luego coincidieron en México, donde él y su familia se habían exiliado y donde ella a los 21 años fue a filmar una película con Tita Merello. Papá era un galán de la puta madre y como tal llegó a filmar con María Félix. Y mamá tenía un contrato para ir a filmar a Hollywood, pero lo rompió para quedarse con él. Así se unieron en la vida y conformaron hasta la muerte una pareja hermosa.
–¿Qué heredaste de cada uno de ellos?
–De ambos la capacidad de lucha. De papá heredé específicamente su ética profesional, que era muy especial. Él era un aristócrata del teatro, una persona muy rigurosa que siempre apuntaba a lo mejor. Y de mi madre heredé el delirio. Ojo, ella, a su manera, también era muy rigurosa: le impedía a sus elencos que se sentaran en el piso con el vestuario del espectáculo. Sostenía que la ropa sólo se podía arrugar durante las funciones, no entre patas, en algún descanso. Y tenía razón: no se me ocurre que un cirujano utilice su bisturí para cortar un bife de chorizo. Sería algo inadmisible. A los elementos de trabajo, y más en el teatro, se los debe respetar y cuidar.
–¿Y qué creés que heredan de vos tus alumnos y los actores de tus obras?
-A los largo de las 57 obras que he estrenado no creo haber generado figura; creo, en cambio, haber forjado actores a los que les he ensañado la leyenda del teatro: el saludar al boletero, al sonidista, al maquinista, a llegar temprano al teatro y con la letra aprendida. Ese ha sido y seguirá siendo mi legado para todos.
–¿Pepe con Pepe incluirá un segmento dedicado a tu vida amorosa?
–Sí, claro, como hablaré de todos los temas de mi vida. Además no tengo nada que ocultar. He amado a gente maravillosa a lo largo de mi vida. Y esa gente también me ha amado mucho a mí. Hoy estoy muy feliz con Nahuel, hemos pasado por turbulencias pero finalmente nos hemos reencontrado y ahora estamos intentando modificar todo lo que podría ocasionar un malestar entre ambos. Sé que hay una gran diferencia de edad, pero a él no le importa y a mí tampoco. Soy de los que piensan que uno tiene la edad del amor del momento. O sea que hoy yo soy re joven y él, pobrecito, re grande (risas).
–¿Es verdad que él participa en la producción del espectáculo?
–Sí. Él está estudiando la carrera de Nutrición, pero en el mientras tanto –y como le encanta el teatro- colabora en la producción de Pepe con Pepe. Es una persona muy inquieta y con muchos intereses. Además se ocupa mucho de sus hijos, que son maravillosos. Tienen siete años y son mellizos.
–¿Los conocés? ¿Te tratan como a un segundo padre? Te lo pregunto porque vos siempre quisiste tener hijos e hiciste mucho por poder adoptar.
–Hasta ahora nos vimos poco. Aún tienen que crecer y hacer su vida, ya llegará el momento de conocernos más. Si bien estuve 15 años peleando para poder adoptar varios niños, y no lo logré, no veo a los hijos de Nahuel como propios. Ni como sustitutos de los que podría haber tenido. No al menos aún. De todos modos no me siento frustrado, creo que de alguna u otra manera soy y he sido padre de muchísima gente. No todos han sido buenos hijos, ni agradecidos, pero está claro que soy una persona paternalista. Pero, ojo, también me gusta mucho ser protegido. Tengo un alma insegura, y siempre fui muy solitario, algo que me viene de la infancia, cuando mis padres –por el fragor de sus carreras– me enviaron medio pupilo a un colegio inglés. Nahuel la comprende y dentro de sus posibilidades me contiene, es un gran compañero, se hace cargo de mi tía (la hermana de mi madre, que vive con nosotros y está postrada en una cama) y de la organización general de la casa.
–¿Cuáles fueron los momentos más arduos que debiste atravesar a lo largo de tu vida y tu carrera? ¿La batalla contra el cáncer fue el peor?
–Sí, al margen de la muerte de mis padres, los más arduos fueron las dos veces que me dijeron que tenía cáncer. Las dos veces fue en la próstata pero en diferentes lugares. Me curé del primer tumor y a los ocho meses exactos me surgió otro en otra parte. Por suerte no tuve que someterme a un tratamiento de quimio, pero sí debí hacer muchos rayos. Recuerdo que iba al Hospital Alemán como si fuese a Disneylandia, más a divertirme que a curarme. Tal vez se trató de un reflejo de negación, pero lo concreto es que me enchufaban a una máquina y yo sentía que su ruido era como el del grillo Pepe del País de Nunca Jamás (de Peter Pan). En mi locura pensaba que me iba a curar la magia de Disney. Hoy obviamente reconozco que me curaron los médicos y que la verdadera magia la generaron las enfermeras que me asistieron con tanto amor y cariño.
–¿Y los más felices?
–Cada vez que encontré el amor. Cuando encontré a Manuel, cuando encontré a Santiago (con quien se casó por civil) y cuando encontré a Nahuel, los tres grandes amores de mi vida. Y también cuando se llenó por primera vez el Luna Park con Drácula, el musical.
–Sólo unas pocas veces tuviste acceso a la escena oficial, y de esto pasaron ya varios años. ¿Te gustaría ser convocado nuevamente para montar un gran musical en el Teatro San Martín o en el Cervantes?
–Sí, claro, me encantaría. El tema es que no soy de ofrecerme y ellos no me llaman. La primera vez que trabajé en un teatro oficial fue hace 35 años: cuando estaba a punto de cumplir los 40 se me ocurrió que tenía que festejarlos sobre un escenario del Teatro San Martín. Así que lo llamé a Kive Staiff (que por ese entonces era el director del complejo teatral) y le propuse hacer un musical sobre Oscar Wilde. Como me lo rebotó y supuse que no volvería a tener otra reunión con él, de la nada le ofrecí otro sobre las Invasiones Inglesas. A él le encantó, el problema es que no sólo no lo tenía escrito sino que tampoco tenía idea del tema. Después, antes de estrenar, surgió un problema con los maquinistas; pero al final nos pusimos de acuerdo y toda la temporada allí fue una gloria. Más tarde en el Teatro Presidente Alvear hice Aquí no podemos hacerlo, De aquí no me voy y Mireya.
–Después del exitosísimo regreso de Drácula, el musical, ¿volverán a reflotar algún otro musical con Ángel Mahler?
–Sí, pero no con Ángel necesariamente como productor, como ha pasado con el regreso de Drácula, el musical. Yo quiero hacer Calígula, que esta temporada cumple 40 años. Lo he hablado con él y está todo bien. Ahora estoy ocupándome de la pre producción con el productor de Pepe con Pepe, Daniel Macón, que es un santo. Aún no sé dónde, pero a Calígula lo voy a hacer en julio por mi cuenta. También me gustaría festejar los 30 años de El jorobado de París.
–Alguna vez se habló de una segunda parte de Drácula, el musical. ¿Qué hubo o hay de cierto?
–Lo he pensado y lo sigo pensando. Tengo el principio, el problema es que no sé cómo seguirlo. La protagonista de esta segunda parte sería Mina, transcurriría 20 años después y el resto de los personajes estarían todos muertos (risas). Hay un axioma que asegura que las segundas partes nunca han sido buenas, pero, quién te dice…
–En la última década pasaste de ser autor y director a protagonista de tus propios proyectos. ¿Estás logrando en esta etapa de tu carrera lo que te habías propuesto al principio? ¿Fue adrede o se dio casualmente?
–A mí nunca me importó el dinero, lo que yo siempre quise ser es protagonista. Ser reconocido y aplaudido y salir en tapas de revistas. Es un mandato familiar, vengo de padres exitosos. Yo salgo en las revistas desde los cuatro años. Recuerdo un aviso de sidra Real en el que mis padres me sostenían en brazos y yo aparecía con una cara de boludo increíble. La publicidad remataba con la frase: “Y a Pepito Cibrián le gusta la sidra Real”. ¿Cómo no voy a pretender después ser protagonista? En un principio quise ser actor. El tema es que cuando empecé a los 18 años sentí que como actor nunca llegaría a protagonista, ni a triunfar como yo quería; por eso, supongo, que me aboqué al teatro musical, y en calidad de autor y director. El teatro musical en ese momento era como un desierto, todo estaba por hacer. No me equivoqué y a través de este género coseché todos los reconocimientos posibles. Pero luego, con ese background a mi favor, hice hace 10 años Marica y todo lo demás. La paradoja es que me convertí en un actor protagonista a una edad en la que los actores más encumbrados dejan de ser serlo.
–Y después de Pepe con Pepe, ¿qué?
–Ya tengo escritas dos obras. Una es una comedia, que se llama Papá Noel no es mamá, y que es una historia con una mujer y cuatro hombres grandes. Y la otra es un musical titulado Sauna, que transcurre en un sauna gay. Al sauna nunca se lo muestra ni se cae en nada explícito, la obra va por otro lado: intenta mostrar los conflictos típicos de los clientes que acuden a un sauna de este tipo: así aparecen los casados, los tapados, los solteros, las parejas que buscan un tercero.
–Por último, Pepe, ¿cómo quisieras ser recordado?
–Como una muy buena persona y como un hombre muy comprometido con su tiempo y sus ideales. Como alguien que no sólo luchó muchísimo por su profesión sino también por el avance de la sociedad. Me gustaría ser recordado como un hombre que peleó como lo hizo mi padre en la guerra del Ebro.
Agradecimientos: Novotel Buenos Aires.
PARA AGENDAR: Pepe con Pepe, unipersonal de y con Pepe Cibrián Campoy. Teatro Timbre 4 (México 3554). Funciones: sábados a las 22 y domingos a las 20. Entradas: por Alternativa Teatral.
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