Comenzó en un circo en su infancia, donde dormía en las butacas; vendió miel y suscripciones de revistas, después se dedicó a boxear hasta que llegó al mundo de la actuación; tuvo varios romances pero con uno lo llevó a una suerte de cancelación, que rompió a fuerza de popularidad con La familia Falcón
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La escena es icónica y, por aquella época, hasta podría decirse un sello de hombría. Hoy resultaría machista y hasta un tanto extravagante. Dos hombres en la cantina El cocodrilo, rodeados de malandrines, prostitutas y borrachos, se confiesan entre tangos y alcohol. Uno le dice al otro: “No tome más, va a quedar nocaut”, a lo que el otro responde: “Déjeme, estas cosas se olvidan con un buen trago”. “Lo que sobra son mujeres” agrega el primero, y concluye el que tiene el corazón roto: “¿Usted sabe lo que era esa mujer para mí? Ya terminó amigo, ella y todas las demás son iguales. Y yo hago mal en afligirme…”. En ese preciso momento comienza a sonar la melodía de “Tomo y obligo”; el que canta es nada menos que Carlos Gardel y el que escucha la pena de amor es Pedro Quartucci en el film Las luces de Buenos Aires, dirigido en 1931 por Adelqui Migliar. Sin duda, el film que catapultó al actor de origen circense y exboxeador al estrellato. Claro, Gardel ya era Gardel y ahí ofició de rey Midas.
Pedro Vicente Ernesto Quartucci nació el 30 de julio de 1905 en el barrio de San Cristóbal. Hijo de los actores Ángel Quartucci y Jacinta Diana, dio sus primeros pasos en la profesión siendo un niño, en el circo de la Compañía Podestá, que estaba ubicado en Venezuela y Maza, a escasos metros de la vivienda familiar. Con tan solo cuatro años, Pedrito, como lo llamaban por aquel entonces, comenzaría a ejercitar su cuerpo hasta convertirse en acróbata y contorsionista. Era el benjamín del staff, el que dormía en las butacas mientras los adultos ensayaban sus actos y el que se paseaba alocadamente entre los trapecistas, músicos, magos y payasos. Una noche de 1909, mientras su madre realizaba la performance del segundo acto, se escondió en la cola del suntuoso traje que tenía la actriz, apareció en escena y comenzó con sus locuras, las cuales generaron la mayor ovación de la velada. Allí comenzaría su exitosa carrera actoral, aunque en el medio alcanzaría la gloria deportiva, la acusación mediática, la cancelación y el regreso a la fama.
El inicio formal de su carrera actoral llegaría de la mano de Pablo Podestá, cuando éste se independiza de la compañía familiar y contrata a los Quartucci para irse de gira por la provincia de Córdoba con el espectáculo Música criolla, donde Pedrito, ya con cinco años, salía vestido de malevo, con un bigote pintado con betún y bailaba un tango. Era el momento clave del sainete y todos le auguraban un futuro enorme. En una entrevista a la vieja revista Radiolandia, años después Quartucci reconocería: “Pablo (Podestá) me permitía hacer de todo, me quería como a un hijo. Por malcriado, arruiné muchas piezas. Me gustaba transformar escenas dramáticas en cómicas, escudándome en la libertad que me daban los directores”. Pero su gran oportunidad surgió cuando reemplazó a Olinda Bozán, quien abandonó el papel de “El pibe” en la obra Los muertos de Florencio Sánchez. Su destino, aunque no llegaba a los 10 años de edad, ya estaba encaminado.
Su salto al cine se dio en 1915 con el film Mariano Moreno y la Revolución de Mayo, de Enrique García Velloso, pero sería con Hasta después de muerta, película muda y dirigida e interpretada por Florencio Parravicini, que tomaría más protagonismo. Un rol destacado que aún no le daba estabilidad económica y por ello sustentaba sus estudios vendiendo suscripciones para la revista Semanario porteño; trabajo que complementaba con la venta de miel particular. Pillo, con la escuela de la calle y explotando al máximo sus dotes de improvisación, a la miel le agregaba grapa para ofrecerla incluso, como remedio para la ronquera. Hoy se diría que Quartucci era multitasking.
Con su carrera actoral en franco crecimiento, Quartucci y su familia vivían de gira por todo el interior del país. Eran los albores de la década del 20 y por aquellos años, la figura del boxeador Luis Ángel Firpo acaparaba todas las miradas. Y el 14 de septiembre de 1923 para Pedrito sería revelador. La recordada pelea entre Firpo y Jack Dempsey cambiaría sus planes momentáneos. Si bien el argentino perdió en la recordada Pelea del Siglo, entusiasmó tanto al fornido actor que se anotó en un campeonato local teatral. “Así como se hacía campeonatos de fútbol entre las compañías teatrales, también se hacían de boxeo porque era un deporte que estaba de moda. Todos queríamos ser Firpo”, recuerda el mismo Quartucci en un libro que él mismo editaría muchos años después. En ese campeonato participaron las compañías el Apolo, el Argentino y la Comedia, mientras que por Podestá, enviado por Antonio -hermano de Pablo- participó Pedro Quartucci. No solo resultó ganador en todos sus combates, sino que ganó el torneo de novatos, sénior y hasta el Sudamericano, logros que lo llevaron directamente a participar de las Olimpíadas de París en 1924. Tenía 19 años y, entrenado por el uruguayo Armando Marcelo Usher, alcanzó en el torneo la medalla de bronce al vencer al belga Jean Devergnies, convirtiéndose así en el primer argentino en lograr una presea en un torneo olímpico. Su meteórica carrera como boxeador contó con apenas cinco combates profesionales, los cuales venció en tres, con una sola aparición en el mítico Luna Park, la derrota frente al español Luis Rayo. Una fractura en su mano lo alejó definitivamente de los cuadriláteros, aunque siempre continuó vinculado al deporte que le dio fama internacional. Muchos años después, ya como presidente de la Casa del Boxeador, Quartucci fue quien organizó todo para que la Federación de Box, ubicada en Castro Barros 75, le realizara el emotivo y multitudinario velorio al Mono Gatica. De su exitoso periplo pugilístico quedó su libro “No había embudo” (1955) [el cual se consigue en 2024 en internet por 617 mil pesos].
Su regreso al mundo artístico se dio como cantor, bailarín de charleston y actor en el Teatro Maipo en 1928, año en que Hipólito Yrigoyen asume por segunda vez la presidencia de Argentina tras un aplastante triunfo en los comicios. La obra se llamó Au revoir Dollie et Billie y contaba con su protagónico, junto con las hermanas Pinillos, Perla Greco y las estelares Dollie y Billie. En una de las funciones el teatro ardió en llamas y, si bien no se lamentaron víctimas fatales, las 300 personas evacuadas se salvaron milagrosamente de una sala que quedó destruida en su interior. Tal era el sucedo de la obra, que la misma continuó sus funciones de manera provisoria en el Teatro Porteño.
Amores furtivos
Por los años 30, Quartucci ya era toda una celebridad argentina. Ya no era Pedrito, ni el exboxeador, más bien un latin lover que conquistaba los corazones de las mujeres y la admiración de los hombres y viceversa. Sin embargo su fama de conquistador empedernido no impidió que se casara con Felisa Bonorino, con quien tuvo un ida y vuelta de infidelidades digno de Alberto Migré. Así, en pleno ascenso artístico, coprotagonizó junto con Carlos Gardel el film Las luces de Buenos Aires. Pese a que su título remite a nuestra ciudad, el rodaje se realizó en París, el cual le dejó un furtivo amor con la bella Joséphine Baker, el cual logró desbaratar la propia Bonorino en sus performances detectivescas. A tal sucedo de taquilla, le sucedieron los films El caballo del pueblo (1935), Jettatore (1938), La tía de Carlos (1946) donde se trasviste para aparentar a la tía de un amigo y Ritmo nuevo y vieja ola (1965) junto con Tita Merello, entre más de 50 películas de la recordada época de oro del cine argentino.
“Pedro Quartucci fue muy mujeriego”, asegura Jorge Lafauci al ser consultado por LA NACION. Es uno de los pocos periodistas que lo recuerda con exactitud por haberlo tratado en persona. Y profundiza en su vínculo con Eva Perón: “Quartucci tuvo dos hijos, pero ninguno con Evita. [Lo del hijo en común] es un rumor total. Puede ser que hayan tenido un romance, pero Evita nunca tuvo hijos” concluye. Lo cierto es que a mediados de la década del 30, Quartucci se hizo muy amigo de Juan Ramón Duarte, el hermano de Eva Duarte y la conoce a ella en el 37 cuando coinciden en la película Segundos afuera. Él ya era una celebridad y ella una tímida e iniciática actriz. Volverían a coincidir en la pantalla de celuloide en 1941 con el film dirigido por John Reinhardt Una novia en apuros. Pero las lunas hacen referencia al romance que mantuvieron entre 1939 y 1940, cuando nace Nilda Quartucci. Confirmado muchos años después que no era hija biológica de la esposa de Pedro, Felisa Bonorino, comenzó a surgir la posibilidad de que fuera la hija no reconocida de Eva Perón. Según los historiadores, ese relato es falaz ya que en 1940 Eva ya tenía ciertas dolencias que desencadenarían en el cáncer que le provocó su muerte en 1952, a los 33 años. El caso se reabrió en 1998, cuando Nilda Quartucci, tras varios intentos en tribunales por conseguir una prueba de ADN de sus supuestas tías, recaló en el living de Mirtha Legrand para exigir su derecho a la propia historia. Sin embargo, nunca quedó claro quién es la verdadera madre de la hija de Quartucci, uno de los secretos jamás revelados de la farándula argentina.
Si hubo una carrera que tuvo de los más diversos ribetes profesionales, esa fue la de eterno consejero de Carlos Gardel. En 1958 llegó al escenario del Teatro Colón para realizar con la compañía estable la opereta de Johann Strauss El murciélago. Su papel del torpe carcelero Frosch lo llevó en aquel año a ser el comediante preferido por el público argentino. Titulo que revalidaría años después cuando asume el papel protagónico de La familia Falcón, una de las novelas más exitosas de la historia de la televisión argentina. Escrita y dirigida por Hugo Moser, lideró el rating de Canal 13 entre 1962 y 1969. La novela marcó uno de los primeros y más grandes PNT (publicidad no tradicional) del espectáculo nacional, ya que el apellido de la familia hacía referencia al automóvil “Falcon” que había lanzado Ford en el inicio de los 60. El elenco lo completaban entre muchos, Elina Colomer, Roberto Escalada, Silvia Merlino, Alberto Fernández de Rosa y Virginia Lago.
Entre las miles de anécdotas de Quartucci, una evocada por el periodista Roberto Di Sandro en el canal Crónica dio cuenta de la vez que el actor se encontró con Pepe Biondi en la Casa Rosada, durante el gobierno de José María Guido y emularon en el mismo Patio de las Palmeras un round de boxeo. Al ritmo de su “Patapúfete”, el humorista trataba de evitar los direccionados golpes que le lanzaba el exmedallista olímpico. Por supuesto, todo en clave de comedia.
Pedro Quartucci murió el 20 de abril de 1983, a los 77 años, noticia que salió en las portadas de todos los diarios y revistas de aquella semana. Su último trabajo había sido en 1981 en el Teatro Alvear, donde una vez terminado su contrato, anunció su retiro de la actividad artística. A la multitudinaria despedida del actor en el Panteón de la Sociedad Argentina de Actores en el cementerio de Chacarita, asistieron Libertad Lamarque, Osvaldo Miranda, Juan Carlos Altavista, Tito Lectoure, Ricardo Lavié, Gogó Andreu y Mirtha Legrand, entre muchísimos otros, además de su viuda, Felisa Bonorino, y sus hijos Nilda y Eduardo.
Para los registros del espectáculo nacional, una verdadera leyenda, con históricas proezas y secretos indescifrables. Coqueteó con todas las cimas, la del deporte, el espectáculo y la política. Marginado del medio durante la época de esplendor de Eva Perón “por no perdonarle lo que tendría que haber sido un romance oculto”, resurgió y batió todos los récords de audiencia con su particular familia de ficción. Hoy, a casi 41 años de su desaparición física, si fuese contemporáneo, alguna plataforma de streaming no dudaría en hacer su biopic.
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