Pastor alemán. ¿Qué pasaría si, de pronto, alguien descubre que su abuelo bailarín y payaso fue también policía durante la dictadura?
Un biodrama representado por una familia de artistas, los Maurizi, indaga sobre el pasado de “el mejor abuelo del mundo”, algo que descubren casi por casualidad
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Basada en hechos reales, Pastor alemán cuenta la historia de tres hermanos que buscan la verdadera identidad de su abuelo Alberto. Entre recuerdos, cajas, fotos, VHS y cicatrices del pasado, intentarán reconstruir la historia del hombre que los hizo debutar en escena. Sin embargo, la historia da un vuelco cuando un día, la abuela desliza una foto de Alberto con un pastor alemán que dice: “1973. Alberto ingresa a la Policía Federal, División Perros”.
Alberto, el mejor abuelo del mundo, había pertenecido al cuerpo de la Policía Federal durante la última dictadura militar. Aquella revelación será disparador de este biodrama, construido alrededor de la inmensa incógnita que atraviesa su figura. ¿Quién era realmente el abuelo Alberto?
Interpretada por Pedro y Victoria Maurizi, con música en vivo de Diego Maurizi y dramaturgia de Franco Maurizi, quien a su vez la dirige, junto a su compañera Sofía Jaimot, una de las curiosidades de esta pieza teatral es que la misma familia de artistas es la encargada de subirla a escena.
“Mi abuelo Alberto, bailarín empedernido y postergado, insistió y acompañó para que mi mamá pudiera vivir del arte. Ella es bailarina, mi papá saxofonista. Todos nosotros, sus nietos, somos artistas. La primera vez que actué, a los cuatro años, fue de su mano. Él no se perdió ni una de nuestras presentaciones. Jamás. Era el mejor abuelo del mundo. En Pastor alemán, los tres nietos estamos en escena, junto a mi papá, Diego, que toca la música original en vivo con su saxo y clarinete. Mi mamá, Cleria, la hija de Alberto, nos acompaña en la asistencia general y coreográfica en cada una de las funciones. Y Sofía, mi compañera y la mamá del bisnieto de Alberto, codirige la obra”, cuenta Franco.
¿Cómo llegó aquella foto a manos de Maurizi? Fue su abuela. Fue una vez que Franco le preguntó por la historia de su abuelo, ella lo invitó a su casa y, mientras tomaban un mate cocido, hizo aparecer algunas unas fotos inéditas en la familia. Muchas de ellas eran de Alberto actuando de payaso con él, en lugares que ya no recordaba. Y también estaba esa. La foto que detonó el proceso. Muchos años atrás, en medio de una mudanza, la abuela le había dado “todas sus fotos”. Pero esas no. Esas las guardaba. Pasaron los años, la familia creció, y un día, como una granada, aquella pregunta cargada de historias de la infancia volvió para romper todo. “¿El abuelo fue policía? Sí. ¿Pero cuándo? El abuelo fue policía de la federal durante la última dictadura”.
“Mi abuelo fue de la División Perros, entrenaba perros policía. Pudimos averiguar qué, en 1975, participó del Operativo Independencia, en el cerro San Javier, Tucumán (todavía en democracia) y que siguió activo dentro de la Policía Federal hasta 1980. Durante aquellos años no hablaba, era una sombra, según palabras de mi abuela, que lo amenazo con irse con sus hijos si no cambiaba de trabajo. En 1980 cayó preso y salió a los dos años. Pudimos averiguar algunos detalles, otros permanecen ocultos y otros los dejamos en suspenso para cuando vean la obra”, señala Franco Maurizi.
El proyecto nació en 2016 durante la cursada del propio autor y director en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. En un trabajo práctico de filosofía se les planteó un dilema moral, y el recuerdo del abuelo policía vino enseguida. “Yo nunca pude hablar con él sobre esa parte de su historia”, recuerda Franco. Al año siguiente, se les pidió escenificar algo propio, y la historia del abuelo volvió como un flechazo. “Mi familia nunca hablaba de eso, hasta que les mostré ese trabajo”.
Por lo pronto, todo lo que sucede y se ve en la pieza teatral estrenada en septiembre de 2022, en el Abasto Social Club, es una recopilación de relatos, testimonios y documentos propios y de diversas fuentes. Cientos de fotos, programas de festivales, decenas de cartas y dibujitos hechos a sus abuelos; videos, objetos, incluso parte del vestuario del mismo Alberto: sus botas de malambo, su nariz de payaso, el rifle de aire comprimido. Cuenta Maurizi que también consultó en el archivo de la Policía Federal, entrevistó a familiares y amigos. Todo un bagaje de datos y recuerdos que luego volcó a escena a través de “un dispositivo escénico, aventurero, cálido y atrevido”, que les permitió enfrentar aquella gran incógnita alrededor de la figura de su abuelo.
“Al principio fue un cimbronazo. Cada descubrimiento de archivo hacía eco en la obra. Cada ensayo, cada encuentro de la dramaturgia con el cuerpo de mis hermanos, los nietos de mi abuelo, traía una cicatriz nueva al texto. Cada vez que me senté frente al teclado me reí y me rompí un poco. Todo lo que construimos como familia y como artistas se fundó sobre esos cimientos que plantó nuestro abuelo. Poder preguntarnos quién fue él, indagar en su pasado, enfrentarnos a nuestros fantasmas, nos ayudó a comprender y abrazar la ambigüedad y el misterio que nos compone como personas y como sociedad. Mirar de frente, a los ojos, a nuestro pasado es un ejercicio necesario, sobre todo en nuestro país. Un ejercicio para poder construir un futuro”, asegura el director.
El abuelo Alberto murió muy joven, después de luchar muchos años contra el cáncer. Por aquel entonces, Maurizi tenía trece años, y sus hermanos diez y siete, respectivamente. Su muerte marcó el fin de una historia, y abrió el interrogante que impulsó la creación de esta obra creada e interpretada por su propia sangre. “Nos quedaron sus perros, su legado sobre las tablas, su tenacidad y su sentido del humor. También nos queda su oscuridad, la impotencia de no poder arrasarlo a preguntas y una, sobre todo, que nos hacemos también a nosotros mismos, y tratamos de responder cada domingo de función: ¿Vos quién sos?”, concluye Maurizi.
PARA AGENDAR
Pastor alemán
De Franco Maurizi, dirigida por él mismo y Sofía Jaimot.
Los domingos, a las 17, en el Abasto Social Club, Yatay 666. El valor de la entrada es 2300 pesos.
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