Pasolini, Caravaggio y Laura Betti, en un encuentro ficcional que rescata la pasión por el arte
El dramaturgo Jorge Palant y el director Enrique Dacal provocan este encuentro revelador en una interesante obra teatral
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Dos intensos creadores, uno proveniente del cine y el otro de las artes plásticas se encuentran en escena de manera extrañamente sorpresiva. Pier Paolo Pasolini y Caravaggio, seres sumamente creativos y, a la vez, dos personalidades muy controvertidas, dan forma a la nueva pieza del dramaturgo y director Jorge Palant. La cabeza de Goliat: Pasolini/Caravaggio hombres del claroscuro, tal el título de la obra, propone un cruce entre las vivencias de ambos artistas en las que se combinan ciertas cualidades que no solo definieron sus conductas sino, además, sus estilos de trabajo.
El director Enrique Dacal y el dramaturgo y director Jorge Palant se conocen hace tiempo y hasta compartieron algunos proyectos como Judith y Siempre estamos en mayo. Ahora vuelven a cruzarse en un escenario, en este caso en el teatro Tadrón, para construir esta nueva experiencia que propone un imaginario encuentro entre ambos artistas italianos. Se estrenó el sábado pasado y el elenco está conformado por Coni Marino, Néstor Navarría y Marcelo Sánchez.
“Como suele suceder de repente –explica el director Enrique Dacal–, uno lee una obra y al término de la conversación con el autor que te la está explicando y a quien vos le estas criticando algunas cosas, resulta que quedaste absolutamente comprometido con la temática, con lo que se estuvo escribiendo y vos mismo te decís al termino de esa conversación, ‘tengo un proyecto’. Fue así. No fue ni un sueño largamente acariciado, ni un tema especialmente buscado, se trata de un material que apareció. Me lo propuso Palant y teniendo en cuenta que es un autor con el que tengo una relación anterior, hemos trabajado otros materiales, compartidos algunas aventuras teatrales, acepté”.
El tema sin dudas no es menor. Dacal repara en principio en lo que significó para su generación la producción de Pier Paolo Pasolini y utiliza palabras como curiosidad, admiración, respeto, intriga. Solo el teatro puede tener la posibilidad de que Pasolini se junte con Caravaggio en escena y, por supuesto, la imaginación de Palant. Lo cierto es que en la La cabeza de Goliat ambos estarán frente a frente a través de una entrevista televisiva desarrollada, en los años 70, por alguien también muy emblemático en esa época. La actriz Laura Betti (intérprete de películas como Teorema o Novecento) será la encargada de conducir un reportaje a Pasolini donde aparecerá Caravaggio. La historia tiene un por qué. Según se ha escrito, cuando murió Pasolini se encontraron, entre sus pertenencias, unos textos en los que él reflexionaba sobre la obra del pintor.
“En realidad la pieza se centra en el paralelismo de sus vidas – explica Dacal-. Ambos murieron trágicamente. De Pasolini tenemos la certeza, la certificación de que fue asesinado, supuestamente por un amante. Pasolini era un homosexual convencido, apasionado y arriesgado a quien mata un joven. No sabemos si sus razones fueron sentimentales o si fue un sicario porque la otra cualidad de Pasolini era su característica absolutamente marxista y católica, así como suena, y de constante desafío al poder mafioso de Italia y lo que significaron en ese momento los negociados de la democracia cristiana con las grandes petroleras. Todo el mundo convulsionado de los años 70. Se supone que algo de eso tiene que haber pasado para que alguien se apropie de la mano de algún sicario que, pasando por amante, lo mata en un estacionamiento en Ostia”.
Caravaggio era también un homosexual declarado, quien fue perseguido por la iglesia en el 1600, no obstante su constante producción de imágenes religiosas, algunas de ellas bellísimas como El descenso de la cruz o como La cabeza de Goliat que le da título a la obra y además de eso era un ser frívolo para su tiempo. En toda pendencia en un boliche de la Roma de aquel entonces estaba mezclado. Tuvo múltiples detenciones y también terminó asesinado, aunque no hay pruebas de esa situación.
“Pero era también una figura agitadora y muy molesta –explica el director– para el statu quo de la época. Y en cuanto a lo estético, esto está abordado en la obra, era bastante parecido el uso del enfoque, del color, del claroscuro. En Pasolini en un cine que iba a contracorriente de la industria, heredero del neorrealismo, y en Caravaggio quien en pleno barroco italiano también contradecía esas reglas”.
Enrique Dacal comenta que ambos son exponentes de determinado tipo de personas, artistas, que conoció a cierta altura de su vida y que están en franca extinción. “No conozco –dice– y es un déficit mío, creo que no existen nuevas personas, nuevos actores en el amplio sentido de la palabra actor, con el compromiso emotivo y social de Pasolini y Caravaggio en su momento. Me parece que son figuras que pueden aparecer en un teatro que para mi está en franca extinción pero es el único que se hacer”.
Formado en la década del 80 y luego de desarrollar una vasta carrera teatral, básicamente como director, Enrique Dacal reconoce que en el mundo actual cada vez hay menos sustancia que posibilite al espectador acciones que los lleven al análisis, a la reflexión. Y lo ejemplifica diciendo que en la actualidad los contenidos se desinflan con mucha violencia y suma rapidez.
“Uno ve el cine de Pasolini hoy día –explica– y, después de luchar por no quedarse dormido y, entiéndase lo que digo, descubre que le pone en funcionamiento algo que se está durmiendo en la propia existencia en los tiempos que corren. El poder de análisis, el misticismo en el exacto sentido de la palabra. Esos estilos de actuación sin velocidad, sin videoclip, sin noticiosos informativos que se llenan de celulares y de cámaras de seguridad mostrando 45 veces como arrastraron a una señora que fue atropellada por una moto. Esa frivolización es demoledora. Caravaggio y Passolini fueron dos frívolos pero eran seres que albergaban en su otra mano esa necesidad de preguntarse por la trascendencia desde el punto de vista político, místico, religioso, social”
Dacal recuerda que en los años 70 estudiaba en el Teatro de la Fábula, ambiente por el que circulaban figuras como Julio Tahier y Eduardo Pavlosky, entre otros referentes de la época. En cierta oportunidad fue al cine a ver Muerte en Venecia, de Luchino Visconti, y le resultó una película muy aburrida. Volvió caminando hasta el bar que estaba ubicado frente al teatro y le comentó esta situación a algunos de sus compañeros. Uno de ellos quedó muy asombrado y lo acompañó caminando hasta su casa explicándole los valores del film. “Y ahí me di cuenta –relata el creador– que si te dormís viendo a Pasolini es porque te convencieron que lo social pasa por otro lado, que la salud pasa por otro lado, que las cosas que tienen que importar también pasan por otro lado y no es así. La vida no es un divertimento constante. No nacimos ni para sufrir ni para estar riendo todo el día. Algo nos tiene que diferenciar como seres vivos para ser seres humanos”.
Para agendar
La cabeza de Goliat: Pasolini/Caravaggio hombres del claroscuro
Tadrón Teatro, Niceto Vega 4802
Sábados, a las 18.
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