Paraguay: un absurdo musical con una actuación descollante
Un ejercicio autoral y actoral muy valioso, donde se luce Mariano Saborido (Lo que el río hace) en un juego teatral que arranca risas a la platea
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Dramaturgia y dirección: Paula Grinszpan y Lucía Marcel. Intérpretes: Miguel Canevari, Olivia Daiez, Manuela Martinez y Mariano Saborido. Vestuario: Gabriela Gerdelics. Escenografía: Gabriela Gerdelics y Camila Pérez. Iluminación: David Seldes. Música original: Román Martino. Sala: Teatro Astros (Av. Corrientes 746). Funciones: domingos a las 18. Duración: 50 minutos. Nuestra opinión: buena.
Luego del suceso de Las reinas –primero en el off y luego en la avenida Corrientes– el equipo teatral conformado por las actrices, autoras y directoras Lucía Maciel y Paula Grinszpan (esta vez solo como dramaturgas y puestistas) y los productores Martín Giménez y Paula Niccolini van por más. Acaban de estrenar en la misma sala donde se sigue representando aquella obra, el Teatro Astros, otro ejemplo del desopilante humor que cultivan, que bordea las fronteras del género musical.
La historia de Paraguay es absolutamente absurda, no guarda ninguna relación con la realidad pura (salvo por algunos datos geográficos que se mencionan y los mitos que se ciernen sobre la inmigración latinoamericana) y exige del espectador la total entrega al juego teatral.
La trama se desarrolla en un principio en el citado país limítrofe y luego prosigue (tras un breve capítulo en Chile) en los Estados Unidos, potencia a las que las protagonistas Yanina (Olivia Daiez) y Natalia (Manuela Martínez) ingresan de una manera muy particular (y que no corresponde spoilear en esta reseña), en busca de una quimera: un mejor nivel de vida, sobre todo para las mujeres trabajadoras de clase baja. Allí, claro, se encuentran con un panorama muy distinto y también con una jefa que les hace la vida imposible.
Es aquí cuando descolla Mariano Saborido, de elogiada y premiadísima actuación en Lo que el río hace (y que se reveló ante el gran público en la telenovela de época ATAV, Tierra de Amor y Venganza interpretando al diseñador Paco Jamandreu). Si bien compone al comienzo otro personaje (una suerte de gaucho payador travestido), es como Liliana, la explotadora encargada de un estadio de béisbol (y artífice del desembarco de las incrédulas soñadoras en el país del norte) cuando logra arrancar las mayores risas.
De paso, se luce y sorprende como cantante de rango notorio, acompañado simplemente por un guitarrista: Miguel Canevari. Sus compañeras de elenco, aunque también cantan, son menos histriónicas y tienen por finalidad llevar adelante la acción (lo cual hacen muy bien). De a momentos los tres rompen la cuarta pared y hacen participar al público, con palmas y coros, como si se tratara de un espectáculo de café concert o directamente de un concierto.
Paraguay se inscribe en un nuevo tipo de musical nacional, que no respeta las habituales consignas del género. Por ejemplo, no incluye obertura ni primer y segundo acto. Los temas son pocos y, aunque graciosísimos, no aportan demasiado a la historia. Por eso algunos podrían considerarlo más bien una comedia con algo de música, que un musical propiamente dicho.
Tampoco cuenta con un final nítido, como si se tratara de un work in progress que en algún momento podría llegar a completarse, o variar de función en función. Pero se trata de un ejercicio autoral (de creación colectiva, comandada por las citadas Maciel y Grinszpan) y actoral muy valioso por su frescura y originalidad –que seguramente disfrutarán más las audiencias juveniles (siempre más permeables a las nuevas tendencias)– , y que aporta un grado de saludable diversidad en el actual reverdecer de los musicales en la cartera teatral porteña.
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