Pánico y locura en Mar del Plata: cuando los galanes despertaban pasiones en el teatro
Durante los `70, Guillermo Bredeston, Rodolfo Bebán, Claudio García Satur y Arnaldo André fueron las caras de de la etapa de “los galanes” que tuvo su segunda versión años después
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Entre 1974 y 1977, en medio de tiempos políticos sumamente complejos para el país con la vuelta de Perón, su muerte y el comienzo de la dictadura militar, la temporada teatral de Mar del Plata estuvo denominada por una serie de comedias protagonizadas por los galanes de la época que venían de encabezar las grandes telenovelas del momento. La serie de obras de “los galanes” -así se las denominaba en los medios-, se inició en la temporada 1973/1974 cuando Claudio García Satur, Rodolfo Bebán y Guillermo Bredeston protagonizaron Cada vez me gusta más, con libro de Abel Santa Cruz y dirección de Eduardo Vega. Las 900 butacas del Teatro Provincial explotaban de gente: se cuenta que la única forma que García Satur tenía de entrar o salir del teatro era subido a un camión de bomberos para poder ordenar el caos de fanáticas que querían tomar contacto con él.
Satur venía de hacer Rolando Rivas, taxista, la telenovela de Alberto Migré que paralizaba al país (y no es metáfora). En la primera temporada de esa pieza clave en la historia de la televisión argentina, Satur hacía pareja con Soledad Silveyra quien, finalizada esa temporada, decidió alejarse de la serie. En la segunda temporada, su pareja de ficción fue Nora Cárpena, esposa en la vida real del actor y empresario teatral Guillermo Bredeston. Satur y Bredeston, todo un pionero de las temporadas de teatro marplanteses, ya habían trabajado juntos en televisión. El terceto de la obra en Mar del Plata que abrió el ciclo se completó con Rodolfo Bebán, el galán de la telenovela El amor tiene cara de mujer, de mediados de los 60, que venía de hacer en televisión Malevo, una historia de guapos escrita por Abel Santa Cruz. Ahí trabaja junto a Gabriela Gili, pareja de Bebán desde fines de los 60 y madre de sus tres hijos, quien falleció en diciembre de 1991. Los tres galanes compartían escenario con Mariana Karr, Érika Wallner, Ámbar la Fox, Estela Molly, Marcos Zucker, Elena Sedova y la misma Gabriela Gili. La revista Antena, en una nota de tapa, los anunciaba como los galanes que marchaban al frente de las recaudaciones. Así era.
En los setenta, los tres actores -que a lo largo de su trayectoria no siempre estuvieron asociados con la comedia- trabajan de galanes según el modelo de una época no regida por la estricta métrica de esos hombres de cuerpos esculpidos en gimnasios. Si se quiere, la empatía era el signo de seducción. Y como reconoció algunas vez García Satur en un reportaje, si bien la televisión les daba una inmensa popularidad, el dinero estaba en el teatro (claro, dato no menor, si el proyecto funcionaba en la boletería). Bien, en este caso, Cada vez me gusta más funcionó. Y mucho. Tanto que, ya pensando en el título de la siguiente temporada, cuentan que se armó una especie de cábala que se repitió durante varios años: los siguientes títulos de las comedias siempre tuvieron 5 palabras y una de ellas debía ser la palabra “más”. A juzgar por los resultados, la cábala funcionó.
La temporada siguiente, 1974/1975, a la dupla conformada por Rodolfo Bebán y García Satur se le sumó Arnaldo André, el que venía de romper récords y corazones con Pobre diabla, otro éxito de Migré con Soledad Silveyra y con un recordado papel a cargo de la gran China Zorrilla. En el escenario del Provincial el trío de galanes de Somos hombres y algo más actuaba junto a Virginia Faiad, Gabriela Gili y María Valenzuela. Fue, decididamente, otro éxito. “En esa época me rehusaba a ir a trabajar a Mar del Plata porque necesitaba descansar. Pero me convencieron y fui”, recuerda André en diálogo con LA NACION. “Fue un verdadero éxito, con gente desde las 10 de la mañana en la boletería para poder sacar la entrada, con la sala llena de público y con gente, sobre todo mujeres, esperándonos a la salida. Era una fiesta, fueron una seguidilla de noches maravillosas en una época en la que la gente iba a Mar del Plata por 15 días o un mes”, apunta el prestigioso actor que estrenó el 25 de diciembre, en el Broadway de Buenos Aires, la comedia El enganche, de Julio Mauricio, junto a Miriam Lanzoni, con dirección de Osvaldo Laport.
“Te convocaban según el éxito obtenido en las telenovelas. Lamentablemente, como hoy casi no hay ficción en la pantalla chica, eso no les va a suceder a mis colegas jóvenes. Pero aquellos que pudimos estar presentes en esas grandes telenovelas hoy estamos vigentes gracias a ellas”, apunta el actor que expone también el prejuicio que existía sobre el teatro de verano: “Esas obras eran pensadas para Mar del Plata o para giras. En ese momento circulaba la idea de que no se podía llevar a Buenos Aires una comedia ligera y sí una obra de repertorio. Como contrapartida, buena parte de nuestro público en Mar del Plata era porteño”.
A André le ofrecieron continuar, pero no aceptó, intentó transitar su propio camino. Con Bebán volvió a trabajar cuando lo dirigió en Quédate a desayunar, en la que actuaba junto a Eugenia Tobal. Del galán de Malevo recuerda que durante la temporada de Somos hombres y algo más siempre escuchaba la canilla abierta del lavatorio del camarín de Bebán porque a él le gustaba el ruido del agua. Con García Satur volvieron a trabajar juntos en 1999, cuando protagonizaron Extraña pareja, la comedia de Neil Simon que había tenido otra versión en 1984 que protagonizaron Carlos Calvo y Ricardo Darín (“los galancitos” de los ochenta).
En 1975/1976 fue el turno de estrenar Esta noche o nunca más, siempre con texto de Abel Santa Cruz. Ante la partida de André, a la dupla de Bebán y García Satur se le sumó Juan José Camero, quien había pasado por los elencos tanto de Rolando Rivas como de Pobre diabla; el trío de galanes estaba acompañado por Gabriela Gili y Cristina Lemercier. En la temporada 1976/1977, el ciclo se cerró con Es más lindo con amor, en la que nuevamente se repitió la fórmula Bebán-Satur esta vez junto Daniel Guerrero, el locutor de Sábados Continuados, uno de los clásicos programas ómnibus de esos tiempo. Luego de ese debut teatral, Daniel Guerrero pasó a trabajar en varias telenovelas junto a Verónica Castro (Cara a cara) y Linda Cristal (Rossé). En la comedia, último título de estas cuatro comedias de la serie “los galanes”, compartió escenario con Gabriela Gili y Zulma Faid, quien luego se convirtió en su esposa.
Habría que aclarar que durante ese período la cartelera de Mar del Plata reunió a grandes figuras. En 1976, por ejemplo, Mirtha Legrand volvió a la ciudad para protagonizar en el Auditórium la obra Constancia, dirigida por su marido, Daniel Tinayre; mientras Alfredo Alcón hizo Panorama desde el puente o se estrenó en la costa Atlántica La lección de anatomía, en la que alguna vez trabajó Carlos Calvo. En 1977, Federico Luppi y Haydeé Padilla llevaron El gran deschave, un éxito porteño; al poco tiempo, la dupla de actores debió exiliarse. Durante la dictadura, Pepe Soriano presentó en tiempos de los galanes El Inglés, El loro calabrés y Los cuentos del Nono.
Frente a todas esas propuestas de teatro de repertorio y comedias dramáticas, las distintas versiones de estos títulos protagonizados por galanes marcaron una época dominada también por la sinergia entre esas telenovelas icónicas y el teatro de verano. En perspectiva, Rodolfo Bebán, Claudio García Satur, Guillermo Bredeston, Arnaldo André, Juan José Camero y Daniel Guerrero marcaron una época en lo que hace a la temporada teatral de Mar del Plata que, inevitablemente, tuvo sus derivas y hasta tuvo una operación retorno cuando los tres actores que inauguraron este ciclo, en 2000, estrenaron en el teatro Corrientes Los galanes peinan canas.
Los nuevos galancitos: del teatro al fútbol
Así como la serie de los galanes terminó en 1977, a los pocos años vino su segunda etapa que los medios terminaron llamando como la de “los galancitos”. A juzgar por los difusos archivos, esta nueva etapa comenzó en 1981, en el teatro La Campana, sala de la calle Rivadavia con una cantidad de butacas mucho más reducida que el Provincial, la sede del fenómeno de los galanes. Allí se estrenó La vida fácil, protagonizada por Ricardo Darín, Carlos Olivieri, Raúl Taibo y Gustavo Rey, junto a Silvia Pérez y Virginia Faiad. Al año siguiente, sin cábala en lo que hace a los títulos, “los galancitos” se trasladaron a una sala teatral montada en el Club Mar del Plata. El título no se anduvo con rodeos ni metáforas: Los galancitos, locos, lindos y solteros. Allí estaban Darío Grandinetti, Carlos Olivieri, Antonio Caride y Daniel Fanego, entre otros.
Y en eso del traslado de éxitos televisivo al teatro, fórmula que tanto “los galanes” como “los galancitos” aplicaron siempre, tras la excelente repercusión que tuvo la telenovela El Rafa en Canal 9, hizo que Alberto de Mendoza y Carlos “Carlín” Calvo, los protagonistas de aquel éxito, desembarcaran en el teatro Provincial con Engañemos a mi mujer, junto a Silvia Montanari. Si se quiere, fue final de los galancitos.
En 1984, el periodista José de Zer entrevistó a Ricardo Darín en un video que se puede ver por YouTube en el cual también se aborda los prejuicios de la época. Durante la nota, el periodista le remarca a Darín que, a juzgar por sus últimos trabajos, quedaba demostrado que los galancitos también podían actuar. Tras escuchar el comentario, Darín apaga el cigarrillo, lo tira al piso (todo un detalle de época) y toma aire. “Es una costumbre muy argentina la de prejuzgar, a apresurarnos con los juicios y, otras veces, a tardar demasiado. Eso de galancito fue una especie de rotulillo que nos pusieron que hasta me pareció gracioso y fue una manera de diferenciarnos de otros galanes. En ningún momento lo tomamos como algo peyorativo. Lo importante es no detenerse en este tipo de cosas. El tiempo se encarga de demostrar que uno estaba equivocado o acertado”, reflexiona mientras, de fondo y como otro dato de época, en el lugar sonaba “El cóndor pasa”, de Simon & Garfunkel, uno de los temas del momento.
Según recuerda un experimentado productor, el verdadero éxito de los galancitos era más de tapas de revistas de la farándula que de boleterías. Era más lo que sucedía en las puertas de las salas que adentro. Claro que hubo un hecho que generó que ese grupete de locos, lindos y solteros (como el título de una de las obras) saltara de las revistas Antena o Gente a El Gráfico. La cosas se explican de este modo: decidieron formar un equipo de fútbol con fines benéficos que llegó a tener a César Luis Menotti como DT. El 23 de febrero de 1981, se calzaron los cortos Carlín Calvo, Ricardo Darín, Raúl Taibo, Darío Grandinetti, Adrián “Facha” Martel, Diego Torres y Pablo Codevilla (”Imagínate que yo jugué en el equipo de ‘los galancitos’. Yo, petiso, pelado, pecoso y gordo, jugaba con ellos. Era uno más. Lógico que la camiseta 10 la usaban Calvo, Darín o Taibo”, confesó Codevilla en un reportaje). A lo largo de una década, al equipo de Los Galancitos se sumaron y alternaron los galanes de los ‘70 (caso Rodolfo Bebán y Claudio García Satur), pero también Gonzalo Urtizberea, Miguel Ángel Solá, Norberto Díaz, Antonio Caride, Tito Mariani y siguen los nombres. La despedida llegó en 1991 con un partido a beneficio del Hospital Fernández. La AFA se sumó al encuentro y hubo una atracción que sumó más fotos: la presencia de Diego Armando Maradona.
La historia de un bello fracaso
Como en todas las temporadas teatrales, sean en Mar del Plata, en Carlos Paz a Buenos Aires; siempre hay obras que no funcionaron bien de público o que fueron un dolor de cabeza para el productor y el elenco. Aunque, hay que reconocer, siempre hay matices.
En 1974 llegó a Buenos Aires una impactante versión de Yerma, el texto de Federico García Lorca, con puesta del tucumano Víctor García y con la actuación protagónica de Nuria Espert, la gran actriz española. Esa impresionante puesta elogiada y premiada en Europa se presentó en Astral con un asombroso éxito. En el libro Los muros y las puertas en el teatro de Víctor García se cuenta que en la segunda función de los sábados quedaban unas 500 personas afuera del gran teatro de Julio Gallo. O que debían agregar sillas en los pasillos para cubrir la demanda.
Habría que contextualizar un poco la cosa. En 1971, Sir Laurence Olivier lo había invitado a Víctor García a dirigir una obra su sala de Londres. El directo montó un texto de Fernando Arrabal protagonizado por Anthony Hopkins. Eran tiempos en que el gran maestro Peter Brook decía de este tucumano que era un director capaz de “romper las barreras del idioma y la forma convencional” o que Samuel Beckett aseguraba que García había renovado “el debilitado teatro francés”.
Con el prestigio europeo a cuesta y el éxito porteño, el productor Julio Gallo llevó a Yerma al año siguiente a Mar del Plata. Fue un fracaso. En el libro Los productores, lo reconoce sin muchas vueltas. “Mi obra de mayor repercusión y la de más ruidoso fracaso fue, curiosamente, la misma Yerma, representada por una muy buena compañía española, con la que llenamos muchas funciones en Astral, pero con la que resbalamos durante la temporada de verano en Mar del Plata. Ahí hice lo que yo sabía que no había que hacer: enamorarme del espectáculo”. En otro reportaje, el decano productor habló de aquella patinada y cerró el comentario con otra afirmación contunde: “El teatro es una ruleta”
Resbalón o patinada, Nuria Espert aquella temporada obtuvo el Premio Estrella de Mar por su trabajo interpretativo. Fue el mismo año en el que los amores y señores de las telenovelas abrieron la etapa de los galanes con una serie de comedias livianas que marcaron una época en el teatro de verano de Mar del Plata que, todavía hoy, sigue teniendo sus derivas.
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