Pablo Iglesias, un multifacético creador que apuesta a un teatro sensible
Acaba de estrenar Rocanrol, su nueva obra sobre cómo se dirimen los problemas del pasado en el presente entre dos amigos
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Tras veinte años de actividad en el teatro independiente el director teatral y audiovisual Pablo Iglesias encara un proyecto escénico con el que busca escapar de ciertos esquemas que dominaron su producción anterior. En su espectáculo Rocanrol, que se presenta los viernes en el Vera Vera Teatro, el espectador podrá encontrar una síntesis de una renovada teatralidad en la que ahora intenta instalarse.
Iglesias llegó al teatro de manera casi casual. Siendo muy joven cantaba en una banda de rock under. Sus amigos iban a verlo y todos coincidían en que tenía una fuerte presencia escénica. Él explica que en verdad no querían decirle que cantaba mal y por eso utilizaban aquella expresión para animarlo.
Lo cierto es que, al poco tiempo, descubrió en la revista Vea más un aviso en el que se anunciaba que comenzaba una taller de teatro. Se inscribió y comenzó a tomar clases con Berta Goldenberg, la maestra que no sólo le abrió el camino hacia la actuación sino, además, a la dirección. Luego se formó con Mauricio Kartun en dramaturgia y con Rubén Szuchmacher en puesta en escena.
Pablo Iglesias hizo un recorrido muy atractivo como autor y director (Cajas chinas, La patria submarina, Solita para todos, El baile del pollito, La muerte de Brian, entre muchas otras). En cierta etapa estuvo muy ligado a un teatro más experimental que desarrolló en el Centro Cultural Rojas. Pero sus investigaciones no se quedaron allí. Creó un pequeño espacio en el que comenzó a mostrar nuevos proyectos y a definir, de a poco, nuevos intereses a hora de la creación dramática.
Rocanrol es una obra que tuvo su tiempo de maduración. La estrenó un día antes de que comenzara la cuarentena en 2020. Hicimos “estreno y despedida”, cuenta el creador. Pero ahora logró relanzar la obra junto a sus actores Juan Mariotti y Diego López Dominguez.
Desde la dramaturgia venía con ciertos criterios de búsqueda partiendo de la base que no quería reiterar ciertas fórmulas ya desarrolladas. “Hace tanto que hacemos teatro –explica– que uno está armado por lo que vio. Yo quería trabajar de manera positiva pero en contra de eso. A ver de que manera podía entrar en un universo, personal o no, ficcionable, utilizando ciertos imaginarios que no tenían que ver con lo que veo en teatro”.
La hipótesis de trabajo sobre la que comenzó a escribir partió de la historia de dos amigos que se reencuentran luego de 20 años y allí van a dirimir cuestiones claves por la cuales dejaron de verse por tanto tiempo. “La obra en realidad tiene una mirada piadosa o amorosa, hasta casi diría irónicamente melancólica acerca de qué se hace con ese pasado, cómo se reconstruye la relación, qué pasa con el perdón –dice Iglesias–. Trabajé sobre el eje de un proyecto muy simple. Cómo se dirimen los problemas del pasado en el presente”.
Y es en este presente en el que Pablo Iglesias revisa sus propuestas anteriores y decide intentar cambiar el rumbo. No quiere utilizar fórmulas que ya probó y funcionaron. Su necesidad está en seguir trabajando en el teatro independiente pero asumiendo nuevos riesgos. Decidió entonces aproximarse a ciertos temas en los que hasta ahora no había reparado. Y esos riesgos están relacionados con acercarse mucho al público. “A estos dos personajes –cuenta–, dos bichitos muy contradictorios que pasaron por muchas cosas los observo desde una mirada piadosa y la gente encuentra mucha empatía en eso. Después de realizar mucha experimentación, de la que no reniego, hoy siento que la gente quiere conmoverse, desde el origen etimológico del término, movilizarse, emocionarse e irse”.
Los personajes de Rocanrol provienen de un mundo singular, dominado por el machismo. Pertenecen a la generación de 40 años, crecieron en la década del 90. Un tiempo en el que “se necesitaba llegar a la estratósfera y luego uno caía en picada, se acababa el humo que te vendían en es época”, explica el autor y director. La pregunta de rigor es cómo se asume eso en escena hoy. Iglesias reconoce que “en la obra hay mucho de eso, de la forma en que se construyó el hombre en ese tiempo y como debió reconstruirse. Dos amigos del barrio, que tenían una banda de rock y compartían asados. Hay uno que quiere seguir adelante y el otro ansía volver a armar aquella banda”.
–¿Qué pasa con ese mundo machista hoy?
–Es motivo de conflicto. El motor del teatro, de la ficción, es el conflicto. Es un conflicto en los que estamos en proceso de desarmar un montón de cuestiones. En la obra pongo esto en juego. Uno que está en conflicto con el tema y el otro quiere mantener las cosas como eran antes y así le va. No puede avanzar. Creo que si uno no se pone en el lugar que le corresponde, a favor de esta batalla, por llamarla de alguna manera, que se tiene que ganar sí o sí en contra del machismo, creo que va a llevar mucho más tiempo del que se desea. Pero no es una opción que se pierda. Es parte de la evolución. Es un conflicto “sano” que propone reformularse un montón de cosas, darse cuenta qué cuestiones fueron impuestas y cómo piensa uno a partir de poder derrumbar un montón de mitos con los que fuimos criados en los años 90 y 80. Más atrás ni que hablar. Pero estos personajes pueden interpelar a la gente que fue adolescente en los 80. Como es un abanico amplio que se actualiza en el presente me pone muy contento creer que pude lograr algo de eso. Hoy la única obsesión que me queda por cumplir y en la que sigo insistiendo es tratar de llegar a la mayor cantidad de gente. No convocar, llegar. La sensibilidad del artista no es, “mirá este tema” sino, “compartamos esto”.
Para agendar
Rocanrol
Vera Vera Teatro, Vera 108
Viernes, a las 22.30
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