Otro texto de la nueva dramaturgia uruguaya
Dos destacados creadores como Pablo Finamore y Mateo Chiarino encaran un texto de Sanguinetti sobre el odio
Durante esta temporada, tanto en espacios oficiales como alternativos, se ha reforzado la presencia de dramaturgos uruguayos. El Complejo Teatral de Buenos Aires presentó dentro de su temporada internacional piezas de Marianella Morena (Rabiosa melancolía), Sergio Blanco (El bramido de Düsseldorf) y Gabriel Calderón (IF). El espacio Timbre 4 programó dos textos de Blanco (Tebas Land y La ira de narciso) y uno de Santiago Sanguinetti (El gato de Schrödinger). En la sala Payró se mantiene en cartel Ex, que revienten los actores, también de Calderón. A esta nómina se agregó Nüremberg, pieza de Sanguinetti que está interpretada por Mateo Chiarino bajo la dirección de Pablo Finamore, en El Ópalo. Ambos son actores y también directores. Rotan usualmente esos roles y, en forma destacada, demuestran moverse cómodamente en uno u otro.
Se conocieron hace tres años. Entonces formaron parte del elenco de El asesino del sueño, versión de Macbeth de William Shakespeare dirigida por Facundo Ramírez. Mateo Chiarino, uruguayo residente en Buenos Aires, que el año pasado dirigió Uz, el pueblo y este año Ex, de Calderón, asoma como un divulgador de la nueva dramaturgia de su país de origen.
Nüremberg es un material que su autor estrenó en Montevideo en 2011, bajo la dirección de María Dodera. La acción muestra a un skinhead que espera la llegada de una camioneta negra que lo conducirá hasta el lugar en el que cometerá un atentado contra el embajador de un país que no se nombra. Durante esa espera el muchacho, que tiene un pasado familiar doloroso, mostrará una furia irracional contra el mundo.
"Esta nueva dramaturgia uruguaya viene con mucha fuerza y expone un espíritu joven, desprejuiciado y a su vez un timing particular para poder pararse -analiza Pablo Finamore-. Sanguinetti está muy bien plantado ideológicamente y, a su vez, pareciera que tiene un tono naturalista, realista en su manera de contar y a medida que la obra avanza uno se da cuenta de que se trata de una construcción poética muy profunda".
A la hora de poner en escena esta pieza, intérprete y director no tuvieron la intención de hacer foco en una determinada tribu urbana. "Si bien el personaje es un skinhead -explica Chiarino- hay algo que trasciende eso. Me refiero al odio inoculado, el odio que no es propio, con el que uno se cubre, se viste a veces para soportar o llevar adelante determinados desafíos que le plantea la vida. El skinhead es un buen ejemplo para llevar ciertas cuestiones al extremo. En otras escalas hay algo de esto que está dentro de todos y en algunos individuos en particular está muy latente y es peligroso. Hay cuestiones que uno puede extrapolar a comportamientos sociales más amplios, más generales".
Finamore considera que es una buena oportunidad también para hablar de la irracionalidad, la violencia, los dogmas. El personaje reivindica el nazismo, el odio, pero cuando se muestra íntimamente da a conocer una existencia que está atravesada por situaciones muy dolorosas y que han sucedido en su niñez y adolescencia. "Al entrar en los vericuetos de su vida podemos llegar, por momentos, a sentir empatía con lo que a él le pasó, con lo que ve, lo que siente -comenta el director-. Lo que le está sucediendo ahora con esta imposición, con esta tarea que tiene que cumplir y en la cual cree ciegamente. A la vez se empieza a resquebrajar. Uno se pregunta, ¿lo salvo?, ¿lo puedo redimir? Si el tipo quiebra y se termina haciendo daño a sí mismo, ¿lo lamento? ¿Qué es lo que me pasa con eso? o como sociedad, ¿qué nos pasa?".
"Puede haber una justificación o no -completa Chiarino-, pero alguien a quien la vida lo golpea, queda desprotegido y, de pronto, encuentra un lugar en donde poder sostenerse, canalizar vivencias que le han pasado y que le han generado sentimientos con los que no sabe qué hacer. De pronto un dogma lo contiene, lo adopta, lo llena de odio, tanto como para salir a matar a otro. Es realmente escalofriante pensar que como seres humanos somos capaces de llegar a una cosa así. Lamentablemente eso lo estamos viendo hoy en distintas formas",
Así aparece el planteo que lleva a pensar qué significa vivir en sociedad, convivir con el otro, tratar de entenderlo. Estos creadores buscan explorar cuestiones como la no aceptación del otro, la eliminación del contrincante, del enemigo, del que piensa diferente. "El fanatismo, los dogmas, el odio, llevan a esas situaciones extremas de prenderle fuego a alguien. De tatuarle la bandera de uno a la cara del otro. La obra se encarga de transitar eso y creo que es un buen momento para no perderle pisadas a la violencia y saber que no es el camino que nos va a llevar a vivir con tranquilidad. La muerte del otro no es un camino", finaliza Pablo Finamore.
Nüremberg
De Santiago Sanguinetti
El Ópalo, Junín 380.
Sábados, a las 20.
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