Osvaldo Miranda está listo para volver
Este verano hará el espectáculo "Aquí me pongo a contar", en una nueva sala del teatro Corrientes, de Mar del Plata
Osvaldo Miranda cumple hoy 86 años. Y el festejo se une a su inminente retorno al teatro, que se producirá el 4 de enero en el Corrientes, de Mar del Plata, con el espectáculo "Aquí me pongo a contar", en el que evocará gran parte de su más de medio siglo de actividad artística.
Con el espectáculo de Miranda, el empresario Carlos Rottemberg inaugurará dos nuevas salas en el Corrientes, transformado ahora en complejo teatral.
Elegante como siempre, cordial sin esfuerzo y memorioso sin pausas, Miranda -desea que, simplemente, le digan don Osvaldo- no puede ocultar su alegría por el reencuentro con su larga actividad artística, que abarca casi un centenar de películas, decenas de obras escénicas y numerosísimos programas de televisión.
"Hacer "Aquí me pongo a contar" -explica durante un diálogo con LA NACION- es una idea que nació casi por casualidad. Hace algunos meses, y mientras conversaba con Carlos Rottemberg, me sugirió la posibilidad de retornar al teatro, más concretamente a una de sus salas marplatenses... Y agregó que le gustaría que, en una especie de unipersonal, yo recordase mi vida artística. Le contesté que para eso se necesitaría de un espectáculo de cinco horas, dados mi edad y mi trabajo... Pero ambos aunamos voluntades y ganas, y así fue creciendo el proyecto de "Aquí me pongo a contar", que haremos desde el 4 de enero en una nueva sala de cien butacas.
-¿Cómo pensó el espectáculo? ¿Qué pondrá y qué dejará fuera de él?
-En realidad, todavía no lo tengo demasiado pensado, pero te aseguro que no durará cinco horas, sino aproximadamente setenta minutos... Además, estará conmigo en el escenario Aurora del Mar, una señora actriz que es, al mismo tiempo, mi secretaria y mi más entrañable amiga. Ella será la encargada de dialogar conmigo y de ser una especie de anfitriona en esta cabalgata de recuerdos. Como te darás cuenta, "Aquí me pongo a contar" es un "unipersonal de dos".
Desde febrero de este año presidente de la Asociación Argentina de Actores, Osvaldo Miranda rehúye la nostalgia para ceder paso a la evocación: "Son muchos años de trabajo, de éxitos, de algunas derrotas y de ciertas tristezas... Pero la vida me dio más satisfacciones que las que yo le di a la vida, y llego a esta etapa feliz porque el público me sigue recordando, porque estoy en compañía de amigos queridos y, ahora, porque acaricio como un adolescente esta vuelta al teatro...Nunca pienso en la muerte, sino en seguir haciendo cosas, en ser útil a los demás a través de mi labor como actor".
El valor de la intuición
Don Osvaldo recala en aquella pléyade de actores que, según dice, "fueron mis maestros. En mi juventud, y desde el modesto paraíso de algún teatro, veía actuar a Enrique Muiño, Elías Alippi, Florencio Parravicini, Enrique de Rosas, Enrique Santos Discépolo, Pedro Quartucci... Ellos, y muchos otros, fueron las piedras fundamentales de nuestra escena nacional. Y yo los conocí, los admiré y aprendí de sus trabajos todo lo que después pude aplicar como intérprete".
-¿Cuándo decidió ser actor?
-Creo que desde siempre... Yo nací en Villa Crespo, lo que me convirtió en hincha fanático de Atlanta, y un día, cuando tenía 7 años, la maestra de mi grado nos dijo: "El que tenga un traje de gaucho va a recitar un poema sobre el mate en la fiesta de fin de curso". Rápidamente me puse de pie y le dije que yo tenía un traje de gaucho... No era cierto, pero finalmente el poema lo recité, porque era el único que lo sabía de memoria... Ahí nació mi ilusión de ser actor.
-Usted nunca fue a una escuela o a un taller de teatro. ¿Quiénes fueron sus maestros?
-En realidad, fui aprendiz de todo, tenía una gran curiosidad por lo que me rodeaba, y mis maestros fueron esas funciones de teatro en que veía actuar a los grandes, y mi permanente poder de observación... Tuve, claro, actores de los que aprendí y a los que sigo considerando grandes... Uno de ellos es Enrique de Rosas, y en cuanto a los directores escénicos, valoro a Antonio Cunill Cabanellas, con quien trabajé y discutí mucho.
-En 1986 usted había dicho adiós a su actividad artística. ¿Qué lo hace retronar a ella?
-Te voy a hacer una confesión, y es la primera vez que la hago en público... En 1986 mi esposa, Amelia, estaba enferma, muy enferma, y yo quería estar a su lado, quería mimarla, pasar la mayor parte del tiempo con ella... No le podía decir a Amelia de la gravedad de su estado, y decidí inventar eso de mi retiro artístico... Creo que fue una mentira piadosa y ahora, cuando Amelia ya no está, puedo retornar a una carrera que, en definitiva, siempre me atrapó.
-¿Por qué casi siempre eligió la comedia como medio de expresión?
-Porque la comedia tiene sus secretos, y poco a poco los fui conociendo y aplicando a mis películas, a mis obras de teatro y a mis tareas televisivas... Además yo deseo alegrar a la gente, y sólo lo puedo hacer en la piel de mis personajes de comedia. No me fue mal como comediante, aunque a veces hice interpretaciones dramáticas que me dieron mucho trabajo.
Don Osvaldo no hace interrupciones en su memoria poblada de nombres y anécdotas. Habla de sus numerosos premios, entre ellos cinco Martín Fierro, y apunta que "el mejor galardón es que la gente te salude por la calle, te diga: "¿Cómo le va, don Osvaldo?", te sonría, te mime... Y eso me ocurre a mí luego de estar tantos años sin actuar... Pero ahora, y con este espectáculo que ofreceré en Mar del Plata, me reencontraré con ese público. Esta es, en resumen, mi vida. La vida de un Osvaldo Miranda que de joven se acostaba a las 6 de la mañana y que ahora se levanta a las 6 de la mañana. Y es, también, ese miedo que tuve desde siempre antes de subir a un escenario... Ese miedo que es imprescindible que lo tengan los intérpretes, porque así saben que son responsables de no defraudar a los espectadores".
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